La existencia como relato
En Un antrop¨®logo en Marte cuenta Oliver Sacks la historia de Temple Grandin, una autista licenciada en Zoolog¨ªa que da clases en la Colorado State University, dirige un negocio dedicado a proyectar granjas de animales y escribe libros. Entre otras cosas notables, Grandin ha inventado un matadero en el que las vacas no sufren porque no tienen tiempo de presentir la cercan¨ªa de la muerte, como sucede en los tradicionales. Ha construido tambi¨¦n una 'm¨¢quina de abrazar' que utiliza en s¨ª misma y en cuyo interior se relaja de las tensiones del d¨ªa. Se trata, en fin, de una mujer socialmente integrada y aut¨®noma. Sin embargo, cuando Sacks le pregunta c¨®mo se siente entre nosotros, afirma:
-Como un antrop¨®logo en Marte.
Recuerdo que al leer este caso encontr¨¦ respuesta a mis dificultades de relaci¨®n con el entorno. 'Soy un autista sin diagnosticar', me dije. Y no es que sea exactamente un autista, sino que cuando leo a Sacks me identifico con el caso que relata, incluso si se trata de un sordo, de un ciego, de un neur¨®tico, de un esquizofr¨¦nico... Seguramente a usted le ocurrir¨¢ lo mismo, y es que todos somos un poco autistas y un poco ciegos y un poco neur¨®ticos y un poco esquizofr¨¦nicos y un poco infelices. Todos somos un poco anormales, en fin, y ese fragmento de anormalidad que nos constituye, y que habitualmente escondemos a la mirada de los otros, emerge cuando leemos historiales cl¨ªnicos en los que la anormalidad est¨¢ tratada como una diferencia.
Quiz¨¢ ¨¦ste sea uno de los aciertos narrativos de Sacks. Es desde luego uno de los aciertos, por citar a una escritora popular, de Patricia Highsmith, cuyos personajes (obsesivos, paranoicos, hipocondriacos, solitarios...) conectan con el desajuste de esa clase que la mayor¨ªa poseemos en uno u otro grado. De ah¨ª su ¨¦xito. Lo misterioso es que aun cuando Sacks habla siempre de casos reales, sus historias acaban teniendo la organizaci¨®n de un cuento en el sentido de que los materiales que los componen se necesitan unos a otros.
Tambi¨¦n en Un antrop¨®logo en Marte, leemos la historia de Virgil, un ciego que cerca de los cincuenta a?os recupera la vista gracias a una operaci¨®n quir¨²rgica. Este hombre, que hab¨ªa sido un ciego aut¨®nomo, se convierte en un vidente inseguro, que ya no se atreve a cruzar la calle o que se asusta frente a una copa de cristal, porque le parece un objeto amenazante hasta que se decide a 'leerla' con el tacto. 'A menudo', cuenta Sacks, 'se sent¨ªa m¨¢s inv¨¢lido que cuando estaba ciego, privado de la seguridad y la facilidad de movimientos que pose¨ªa entonces'. Su vida se convierte en un infierno hasta que se las arregla para perder de nuevo la vista y esta vez recibe la ceguera como un don.
De no saber que el relato de Virgil est¨¢ basado en un hecho real, dir¨ªamos que se trata de un cuento circular cuyo autor ha confiado todo al efecto final. Pero es que a veces en la vida se conf¨ªa todo al efecto final. La realidad es muy ret¨®rica y no es raro que se comporte como un cuento, o como una novela. Si a una existencia cualquiera le quitamos la ganga, aparece detr¨¢s una estructura narrativa. Y eso es lo que hace Sacks, quitar la ganga. Por eso llama a sus historiales 'neurorrelatos'. 'Me considero', dice, 'un narrador, un contador de historias y tengo la convicci¨®n de que la narrativa es una forma esencial a la hora de articular los problemas neurol¨®gicos en el contexto de la experiencia humana'.
Pues ya est¨¢ todo dicho, excepto que no dejen de leer ustedes El hombre que confundi¨® a su mujer con un sombrero, ni Despertares, ni Un antrop¨®logo en Marte, ni Con una sola pierna... A la mitad de cada uno de los libros de Sacks advertir¨¢n con estupor que est¨¢n ley¨¦ndose a s¨ª mismos.
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