Una urbe y mil vistas
Una escritora viajera en San Francisco... ?Podr¨¢ regalarme una met¨¢fora de la ciudad norteamericana?
Dir¨ªa que es un balc¨®n permanente. Un tobog¨¢n. Subes una cuesta tremenda y encuentras un horizonte impresionante. Subes otra y la perspectiva cambia, de manera que la ciudad te ofrece mil im¨¢genes diferentes.
?Qu¨¦ la llev¨® hasta all¨ª?
La primera vez ten¨ªa 18 a?os y estudiaba en Los ?ngeles. Entre todos los espa?oles del grupo fletamos un avi¨®n a San Francisco, y al llegar all¨ª alquilamos un coche. Fue mi primera experiencia al volante, porque acababa de sacarme el carn¨¦ de conducir.
Como toma notas de sus viajes habr¨¢ rele¨ªdo sus impresiones.
S¨ª. Descubr¨ª una gente amable, no extravertida. Acostumbrada a ver de todo, sin prejuicios. Por algo esa ciudad es cuna del movimiento gay. De hecho, all¨ª los gays no tienen que reivindicar su espacio ni evidenciar que lo son por su aspecto f¨ªsico, como sucede en otras ciudades con prejuicios.
D¨¦le un punto literario a su relato.
All¨ª suele haber niebla al amanecer, de forma que te levantas y ves una pared blanca. De repente se desvanece y surge la ciudad, como un milagro de la naturaleza.
?Qu¨¦ hay tras el milagro?
Aparecen los rascacielos, en el down-town. Pero luego est¨¢n esas casitas bajas pintadas en colores chillones, casi como pastelitos. Y si sales un poco de la ciudad, hay que visitar el valle del Napa, que es donde se rod¨® Falcon Crest.
?Qu¨¦ gancho para mit¨®manos y catadores de vino!
All¨¢ ves miles de vi?edos y una vegetaci¨®n exuberante. De fondo, el mar, con unos acantilados escarpados, junto a los que transcurre una carretera estrecha. Da miedo.
En la cuna del vino, ?visit¨® buenos bares?
Sobre todo, uno fant¨¢stico. Se llama The Gold Spike. Entras y, cuando tus ojos se acostumbran a la oscuridad, ves que las paredes y el techo est¨¢n llenos de billetes de un d¨®lar y tarjetas de visita. Cada cliente debe dejar esa propina pinchada con una chincheta. Yo hice lo propio, claro.
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