Ideas, pol¨ªtica y negocios urbanos
La ausencia de un pensamiento urbano global se hace notar. El discurso de muchos gobiernos municipales es excesivamente cuantitativo: superficie de suelo industrial, n¨²mero de inmigrantes, precio del metro cuadrado de vivienda, capacidad de la red de colectores..., eludiendo la rica complejidad que caracteriza a la ciudad. Las ideas se han eclipsado discretamente, quiz¨¢ porque no se hayan actualizado, mientras ciertas formas de desarrollo urbano se han convertido en obstinada realidad: crecimiento disperso, centros perif¨¦ricos de ocio y consumo, unifamiliares adosadas..., dedic¨¢ndose excesivas energ¨ªas a se?alar sus maldades, sin m¨¢s.
Creo que se puede abrir una nueva vertiente en el enfoque de estos temas tras el atroz atentado del 11 de septiembre, que ha dejado al descubierto el tal¨®n de Aquiles del neoliberalismo urbano. A despecho de la alta tecnolog¨ªa, se comprob¨® la pat¨¦tica incapacidad de los neoyorquinos para echar una mano a los que quedaron aislados y perecieron en las Torres Gemelas. El papanatismo ante los logros de la t¨¦cnica y las cifras debe empezar a dejar paso a nuestra capacidad social y colectiva de hacer cosas. La pol¨ªtica ha de recuperar su espacio, de modo que lo p¨²blico y lo privado coordinen sus estrategias. Las infraestructuras, las tendencias de crecimiento y la protecci¨®n del ambiente no pueden seguir desconectadas, porque est¨¢ en juego la sostenibilidad del sistema. Pese a los avances de la tecnolog¨ªa, nadie ni nada puede ser ya autosuficiente.
Para abordar la ciudad globalmente hemos de dotarnos de un pensamiento acerca de su restauraci¨®n y crecimiento intencionados, y no s¨®lo inmobiliario. Hablar de la ciudad como escenario de confrontaci¨®n y pr¨¢ctica de las ideas, pero tambi¨¦n como lugar de encuentro entre las distintas opciones pol¨ªticas para gestionar nuevos techos competenciales o para consensuar la revisi¨®n de los planes generales, dado su car¨¢cter de alguna forma constitucional.
Bajando al plano de lo concreto, propongo una cascada de reflexiones en torno a este tema. Cada ciudad tiene una orientaci¨®n que armoniza forma y funci¨®n, su genius loci. La ciudad debe crecer orient¨¢ndose sobre la base de un desarrollo coherente y sostenible. Si la expansi¨®n ignora cualquier tipo de directrices para supeditarse al principio del beneficio inmediato, lo m¨¢s probable es que el crecimiento se haga a expensas de un gran gasto energ¨¦tico y territorial. Los mejores negocios en y para la ciudad se establecen desde el buen planeamiento; por ello, cualquier proyecto expansivo de gran escala deber¨ªa acompa?arse del correspondiente programa socioecon¨®mico.
Las ¨¢reas urbanas han crecido de forma r¨¢pida y desarticulada, sin atender a las conexiones entre el centro y una constelaci¨®n de urbanizaciones perif¨¦ricas que siguen configurando potentes ¨¢reas metropolitanas. Si la gran ciudad ya no puede ser el espacio de la proximidad, al menos debe garantizar la conectividad entre los ciudadanos y sus actividades. La ambici¨®n de crear ciudades con ciudadanos vendr¨¢ de la mano de la capacidad de di¨¢logo de la ciudad con su entorno metropolitano, gestionando o compartiendo competencias de las administraciones central y auton¨®mica para poder llevar adelante programas conjuntos y estrategias de desarrollo. Las ciudades con problemas especiales tendr¨¢n tratamientos espec¨ªficos, y aquellas otras donde, por ejemplo, el precio de la vivienda sea inasequible tendr¨¢n tambi¨¦n programas diferenciados.
Cuanto mayor es la ciudad, m¨¢s notoria es la fragmentaci¨®n en sectores ricos y pobres que pueden coexistir completamente segregados. Encender luces en las zonas de sombra es apostar contra esa dicotom¨ªa y no dar por perdidas partes de la ciudad. La experiencia de situar equipamientos en barrios con problemas, aplicando al mismo tiempo pol¨ªticas de rehabilitaci¨®n, ha demostrado ser muy provechosa. Supone contar con motores de desarrollo que permitan establecer planes de participaci¨®n y de regeneraci¨®n de la vivienda y del espacio p¨²blico para hacer resurgir el inter¨¦s social y econ¨®mico donde ha deca¨ªdo, creando nuevas centralidades.
Para ello, al expandir la ciudad, es necesario zurcir sus partes integrantes con un sistema de vasos comunicantes donde todo lo que se haga est¨¦ en conexi¨®n con lo que existe y con lo que haya de hacerse en el futuro. Infraestructuras que unan en lugar de separar, como sucede con las rondas y variantes que seccionan hoy nuestras ciudades. Calles y espacios p¨²blicos humanizados y habitables, para evitar que se abandonen y se conviertan en reductos de exclusi¨®n e inseguridad.
La globalizaci¨®n no es ¨²nicamente una amenaza, sino que tambi¨¦n encierra grandes oportunidades. Las barreras territoriales van desdibuj¨¢ndose progresivamente y la sociedad evoluciona hacia una normalizaci¨®n de los flujos demogr¨¢ficos. Espa?a, que fue tierra de emigrantes, es hoy un pa¨ªs de acogida donde el multiculturalismo se ha hecho cotidiano. Convivir con la diversidad exige dos pasos de aproximaci¨®n rec¨ªproca: la disposici¨®n a acoger y compartir junto al esfuerzo de adaptaci¨®n de los que llegan. Este importante reto de la complejidad urbana se va a resolver en el espacio p¨²blico y en las pol¨ªticas de vivienda, no en cuestiones de vestimenta. Es significativo que, mientras la poblaci¨®n joven aut¨®ctona emigra hacia el ¨¢rea suburbana, buena parte de los inmigrantes pasen a ocupar la infravivienda urbana en condiciones deplorables. En plena era de la comunicaci¨®n, la memoria puede resultar sofocada por una avalancha de informaci¨®n que no tenemos tiempo para asimilar. Es en la ciudad donde se condensa la memoria colectiva, donde la identidad hist¨®rica encuentra sus referencias. Nutrir la memoria supone, por un lado, producir nuestro propio testimonio contempor¨¢neo -planes, arquitectura, iconos-, y, por otro, tomar decisiones sobre lo que debe ser conservado y de qu¨¦ manera, propiciando una cultura y una econom¨ªa en torno al mantenimiento, m¨¢s que a la reconstrucci¨®n.
Por ¨²ltimo, generar la creatividad y propiciar la belleza desde la cultura y la educaci¨®n ayuda a construir el sentimiento de ciudadan¨ªa. La innovaci¨®n debe incorporar, a trav¨¦s de la arquitectura y de las artes pl¨¢sticas, nuevos patrones est¨¦ticos. Aunque nos movemos en una cultura de lo ef¨ªmero, es posible alentar la sensibilidad del futuro. Pero no solamente por una cuesti¨®n de sensibilidad, sino porque crea econom¨ªa.
Ahora que, con el pacto local, parece llegada la hora de las ciudades, se impone una reflexi¨®n combinada de las ideas, las pol¨ªticas y los negocios. El pol¨ªtico, el urbanista, el profesional de la ciudad tiene que ser, por un lado, un ide¨®logo del futuro que sabe aprovechar las oportunidades, y por otro, un urdidor que pone en contacto la empresa con la sociedad, los proyectos de gran alcance con los peque?os. Es, en el fondo, lo que reclaman los defensores de la globalizaci¨®n humanista como Richard Rogers: buscar el equilibrio entre pol¨ªtica, mercado y capital social.
Xerardo Est¨¦vez es arquitecto.
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