Urtain y la T.E.T.A.
Cuando el puente de Deusto se levant¨® para dejar pasar aquel barco, alg¨²n extra?o mecanismo de mi memoria guard¨® la estampa como una huella dactilar en mi retina de cristal. Yo estaba ah¨ª, con mi inevitable sombrero de cowboy, y de pronto la sirena de Euskalduna comenz¨® a sonar. La gente esperaba a ambos lados del puente, y aquella ceremonia costumbrista se me antoj¨® un ritual m¨¢gico, durante el cual el tiempo se deten¨ªa por ensalmo. Sirenas aullando como campanas llamando a oraci¨®n en el crep¨²sculo, y una sombra alargada, un barco con nombre de mujer, atravesando los brazos de hierro que honraban su mole saludando como espadas en alto.
Una noche hubo una gran explosi¨®n que me despert¨® de mi sue?o, y todo el mundo se levant¨® de la cama, y al d¨ªa siguiente salieron noticias en la tele y los peri¨®dicos, y en el cole todos hablaban de lo mismo. Era el terrorismo, y ninguno de nosotros sab¨ªamos si acababa de empezar o si siempre hab¨ªa existido, porque ¨¦ramos demasiado peque?os, pero yo lo conoc¨ªa, claro que lo conoc¨ªa, porque hab¨ªa visto una pintada en un muro que pon¨ªa T.E.T.A. y eso me hac¨ªa gracia, porque pensaba: 'Vaya putada que les han hecho a los terroristas, les han puesto T.E.T.A.', y bueno, mi visi¨®n sobre el asunto no iba mucho m¨¢s all¨¢. En aquel tiempo nada estaba demasiado claro y los ni?os de mi ¨¦poca recit¨¢bamos delicados poemas del tipo: 'Rojo y amarillo, cagada de chiquillo'. Incluso cant¨¢bamos aquello de: 'Viva Fran, Viva Fran, Viva Frankenstein'. Por favor, no sientan verg¨¹enza propia ni ajena, d¨¦jenme recordar estas pueriles gamberradas que formaban parte de mi educaci¨®n pol¨ªtica infantil. Las guardo como tesoros porque estas cosas se pierden. ?D¨®nde estar¨¢n aquellos ni?os que desgranaban sus chirigotas y sus c¨¢nticos contra la dictadura? Dar¨ªa cualquier cosa por conocer el destino de muchos de ellos, sin temor a llevarme alg¨²n chasco.
Una vez perd¨ª el autob¨²s del colegio y mi padre me llev¨® en su 600. Y entonces lo vi, bailando, pegado al parabrisas por una ventosa. Era ¨¦l. El dios. El ¨²nico. Estaba refiri¨¦ndome al mism¨ªsimo Urtain, el boxeador m¨¢s grande de todos los tiempos, el superh¨¦roe que expon¨ªa todos los valores de la raza. All¨ª estaba Urtain con una boina, los voluptuosos m¨²sculos en tensi¨®n lanzando un golpe y otro al parabrisas, ?qu¨¦ bueno es Urtain, eh, pap¨¢? Y pap¨¢ dec¨ªa s¨ª, aunque supongo que se reservaba una opini¨®n m¨¢s personal al respecto, y yo dec¨ªa que si yo fuera Urtain, les tendr¨ªa a todos los del colegio Vizcaya a raya, que nos tiraban piedras a los del colegio Franc¨¦s, porque cre¨ªan que todos los que habl¨¢bamos franc¨¦s ¨¦ramos maricones. As¨ª lo dije, mientras miraba el juego de piernas del Urtain de pl¨¢stico, peg¨¢ndose con un enemigo invisible. Qu¨¦ bueno es Urtain, ?eh, pap¨¢?
La pintada de T.E.T.A. permaneci¨® durante lo que a m¨ª me pareci¨® una eternidad en su muro, hasta que fue borrada por los empleados municipales de la limpieza, que tardaron muy poco en eliminarla. Pens¨¦: 'Son tontos, la han borrado, y solo pon¨ªa T.E.T.A.'. Me pareci¨® triste y absurdo. Por otra parte, d¨ªas m¨¢s tarde desapareci¨® Urtain del coche de mi padre. Not¨¦ la ausencia del mu?eco, y mi padre me dijo que lo hab¨ªa regalado. ?Pero, no era el mejor?, me extra?¨¦. Pap¨¢ me pregunt¨® entonces si quer¨ªa aprender k¨¢rate para defenderme en la vida, porque era mucho mejor que el boxeo. Yo le dije que lo pensar¨ªa.
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