Un visionario de las telecomunicaciones ca¨ªdo en desgracia
Bernard Ebbers abandona la operadora Worldcom debido a la crisis del imperio que levant¨® a base de compras
Bernard J. Ebbers, el depuesto emperador de WorldCom, segu¨ªa ayer meditando en privado sobre las vanidades del mundo. Lleva ya muchos d¨ªas encerrado en s¨ª mismo. Ni siquiera atiende las llamadas de los principales accionistas, tan alarmados por la ca¨ªda en picado de la compa?¨ªa que el pasado fin de semana le forzaron a abandonar la empresa que ¨¦l hab¨ªa convertido en una de las mayores telef¨®nicas del mundo.
Ebbers encarnaba la agresiva cultura de expansi¨®n a toda costa de la pasada d¨¦cada en el sector de las telecomunicaciones y su ca¨ªda ha sido recibida como la llegada de una era de sobriedad y racionalidad. Este canadiense de 60 a?os llev¨® adelante, con ¨¦xito en sus comienzos, la visi¨®n de un mundo interconectado en el que empresas y particulares empleaban todos los medios disponibles (telefon¨ªa fija y m¨®vil, ordenadores, Internet, cable...) para el negocio y la diversi¨®n.
Lleg¨® a vender su rancho, uno de los mayores de Canad¨¢, para pagar deudas
De la nada, con la relaci¨®n con el tel¨¦fono que cabe esperar de un administrador de moteles en Misisip¨ª, Ebbers levant¨® un vasto y complejo emporio aprovechando el desmembramiento de ATT. Sobre una servilleta de papel, Ebbers y tres amigos dibujaron en 1983 el borrador de un plan de negocio sentados en un restaurante. A partir de una peque?a compa?¨ªa que ofrec¨ªa telefon¨ªa a larga distancia a precios de saldo, el hotelero y entrenador de baloncesto fue creciendo no de un modo org¨¢nico, sino compulsivo, hasta acumular 75 compa?¨ªas bajo el paraguas de WorldCom.
Su ambici¨®n traspas¨® las fronteras estadounidenses. En 1997, por ejemplo, lleg¨® a un acuerdo con Telef¨®nica, entonces presidida por Juan Villalonga, y British Telecom que convirti¨® a las compa?¨ªas en aliados internacionales, pero se frustr¨® posteriormente sin resultados pr¨¢cticos.
Ahora se ha recordado una confesi¨®n que Ebbers hizo a la revista BussinesWeek en 1997: 'Nuestro objetivo no es conseguir cuota de mercado o ser un empresa global. Nuestro objetivo es ser n¨²mero uno en Wall Street'. Eran los momentos del frenes¨ª de la alta tecnolog¨ªa y su revelada estrategia de especulaci¨®n financiera m¨¢s que de gesti¨®n empresarial no hizo saltar las alarmas de inversores y analistas. WorldCom sigui¨® creciendo y Wall Street aplaud¨ªa con d¨®lares, mientras Michael Jordan hac¨ªa los anuncios en televisi¨®n. En junio de 1999, las acciones val¨ªan 64,5 d¨®lares. Ayer se vend¨ªan por 2,2 d¨®lares, tras perder otro 8%.
El a?o anterior, Ebbers hab¨ªa dado el golpe con la adquisici¨®n de MCI, la segunda compa?¨ªa telef¨®nica de EE UU, a cambio de 30.000 millones de d¨®lares. Al a?o siguiente, WorldCom se estrell¨® contra la realidad. Primero, el Departamento de Justicia vet¨® la propuesta de adquisici¨®n de Sprint, por la que Ebbers ofrec¨ªa la entonces sin precedentes cifra de 129.000 millones de d¨®lares. No se hab¨ªa desmantelado en 1983 el monopolio telef¨®nico de ATT para crear ahora otro, vino a decir el Gobierno.
E inmediatamente despu¨¦s estall¨® la burbuja que hab¨ªa elevado a la estratosfera a las puntocom y al sector de las telecomunicaciones. La ca¨ªda arrastr¨® a WorldCom, cuya insaciable sed de adquisiciones (20 millones de clientes y 80.000 empleados en todo el mundo) y opaca contabilidad hac¨ªa imposible valorar desde fuera su aut¨¦ntico estado financiero. Cargada con una deuda que ronda los 30.000 millones y una agresivas pr¨¢cticas contables que son objeto de investigaci¨®n de la SEC (comisi¨®n del mercado de valores), WorldCom no s¨®lo perdi¨® su brillo, sino que se volvi¨® un valor sospechoso.
La confusi¨®n se increment¨® con un pr¨¦stamo de 366 millones de d¨®lares de la compa?¨ªa a su fundador. Ebbers necesitaba el respaldo de ese dinero porque hab¨ªa adquirido acciones a cr¨¦dito de WorldCom cuando estaban cercanas a su m¨¢xima cotizaci¨®n, pero m¨¢s tarde, cuando empezaron a caer, no pod¨ªa venderlas para evitar ingentes p¨¦rdidas personales y dar sensaci¨®n de p¨¢nico ante otros inversores. Incluso tuvo que desprenderse de algunas propiedades personales para saldar sus deudas, incluido su rancho canadiense de 66.000 hect¨¢reas, uno de los mayores del pa¨ªs, adquirido en 1998 debido a su afici¨®n de cowboy. Ebbers a¨²n deb¨ªa 167 millones el pasado d¨ªa 19, seg¨²n WorldCom.
Ante lo cr¨ªtico de la situaci¨®n, el consejo de administraci¨®n exigi¨® la dimisi¨®n a Ebbers el pasado fin de semana. A John Sidgmore, el vicepresidente que ha tomado el tim¨®n de WorldCom, le corresponde trazar el plan de consolidaci¨®n. Sidgmore, con una s¨®lida historia de hacedor y deshacedor, se ha dado un mes para decidir sobre la dr¨¢stica poda necesaria para centrar el negocio de la compa?¨ªa.
Los mercados conf¨ªan en que la salida de Ebbers marque una tendencia hacia la racionalizaci¨®n del sector y el fin de las figuras carism¨¢ticas. Hace tres meses, Global Crossing suspendi¨® pagos y Gary Winnick desapareci¨® de escena. Ahora le ha tocado el turno a Ebbers. Muchos ojos est¨¢n ya puestos en Joseph Nacchio, cuya Qwest Communications lleva ocho trimestres consecutivos perdiendo dinero.
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