Cotidianas invenciones de la memoria
Cuando apareci¨® en Portugal el primer volumen de los Cuadernos de Lanzarote, el grueso de los miembros de la cofrad¨ªa literaria entr¨® en dura competici¨®n por ver qui¨¦n era el que con m¨¢s entusiasmo los condenaba y condenaba con ellos al autor universalmente y ostentosamente autocelebrado. Pas¨® bastante tiempo, y alg¨²n volumen m¨¢s de los Cuadernos de Lanzarote, hasta que, con la autoridad que se le reconoce y la lucidez cr¨ªtica que nadie le niega, Carlos Reis, en su art¨ªculo Contador de los d¨ªas, intentara poner las cosas en su sitio y reconociera en la obra diar¨ªstica en marcha del autor de Memorial del Convento no s¨®lo su derecho a contarnos el d¨ªa-a-d¨ªa de sus d¨ªas, sino el m¨²ltiple inter¨¦s que ese cuento pod¨ªa tener. En esta segunda entrega de los Cuadernos de Lanzarote en espa?ol, que recoge lo que en portugu¨¦s hab¨ªan sido cuadernos IV (1996) y V (1997), Saramago recuerda la negativa recepci¨®n general y la posterior reivindicaci¨®n del hoy director de la Biblioteca Nacional de Lisboa de los que llama 'unos pobres libritos que la jesu¨ªtica literaria nacional recibi¨® a pedradas'. Las cr¨ªticas vertidas sobre los diarios de Saramago incid¨ªan sobre la cuesti¨®n del 'inter¨¦s' y de la 'calidad' literaria (lo que tiene que ver con el g¨¦nero del diario a caballo entre la informaci¨®n veraz y la invenci¨®n literaria) y sobre lo que consideraban un exceso de 'autocomplacencia' (lo que parece conducirnos a la cuesti¨®n de la 'sinceridad' y con el muy estudiado y muy confuso tema de la fiabilidad de la memoria como depositaria de la experiencia).
CUADERNOS DE LANZAROTE II (1996-1997)
Jos¨¦ Saramago Traducci¨®n de Pilar del R¨ªo Madrid. Alfaguara, 2002 510 p¨¢ginas. 18,63 euros
Empezando por la cuesti¨®n del 'g¨¦nero'. El diario comparte con otras subespecies literarias pr¨®ximas -las 'memorias', las 'autobiograf¨ªas', las 'confesiones '2'- un territorio al que de manera groseramente sint¨¦tica podr¨ªamos designar como 'literatura memorial¨ªstica y confesional', sobre la que parece haber al menos tres puntos de acuerdo, a saber, que se trata de un g¨¦nero 'menor' en la jerarqu¨ªa establecida de los g¨¦neros literarios, que ese g¨¦nero no ha tenido hist¨®ricamente mucha fortuna entre nosotros (a Espa?a y Portugal me refiero, y ello a pesar de 'excepciones' como las de Miguel Torga o Verg¨ªlio Ferreira), y que en bastantes casos su pertenencia al universo de la literatura es m¨¢s que cuestionable.
Hay que destacar, de entrada, el 'hibridismo textual' del diario, que, como apuntaba Robert Musil -quien, por cierto, anunciaba que la diar¨ªstica ser¨ªa la ¨²nica forma narrativa del futuro- contiene en s¨ª todas las formas posibles del discurso. Saramago va construyendo as¨ª 'su' diario mediante la superposici¨®n o yuxtaposici¨®n de tiempos y discursos que acaban erigi¨¦ndose en un muy personal texto polif¨®nico en el que se entrecruzan la narraci¨®n de las an¨¦cdotas del d¨ªa-a-d¨ªa, alg¨²n texto de ficci¨®n (cuentos breves dados por concluidos o todav¨ªa en la fase de esbozo o de idea m¨¢s o menos desarrollada), informaciones y reflexiones en movimiento sobre el 'hacerse' de alguna de sus obras, mini-ensayos o consideraciones te¨®ricas y cr¨ªticas sobre los m¨¢s diversos temas (con predominio de los sociales, pol¨ªticos y literarios), conversaciones, fragmentos de cartas recibidas o remitidas por el propio autor, opiniones ajenas (sobre sus obras o sobre cualquier otra cuesti¨®n), recortes de prensa, conferencias, discursos, art¨ªculos, y, ya rizando el rizo, un diario ajeno sobre una parte del diario quehacer del propio diarista, el diario de su mujer, Pilar del R¨ªo, cuya memoria y cuya voz sustituyen a las de Saramago en la narraci¨®n del viaje a Brasil para recibir el Premio Cam?es.
Muy interesantes son los frag
mentos en los que el autor expone sus opiniones acerca de la literatura en general y de la novela en particular, o se detiene en ofrecernos una o dos pinceladas sobre algunos autores singulares y de obligatoria referencia, como Pessoa, o incluso se atreve a dibujarnos su propio ¨¢rbol geneal¨®gico literario. De las dichas opiniones me gustar¨ªa destacar, por su inter¨¦s y su oportunidad, las siguientes: 1. La que se refiere a la vieja y no resuelta cuesti¨®n de las relaciones entre literatura y sociedad (o entre el arte y la vida social, por citar con m¨¢s exactitud a alg¨²n maestro responsable de m¨¢s de cuatro desaguisados al respecto), a la que un esc¨¦ptico Saramago responde negando la influencia -al menos en el sentido de las respuestas tradicionales- de la literatura sobre la sociedad y afirmando en cambio el sometimiento de la literatura a las presiones de la sociedad a trav¨¦s de la previa sumisi¨®n de los autores 'que despu¨¦s de haberse considerado a s¨ª mismos faro y gu¨ªa del mundo, a?aden ahora a la oscuridad intr¨ªnseca de todo acto creador las tinieblas de la renuncia y de la abdicaci¨®n c¨ªvicas'; 2. En estrecha relaci¨®n con lo anterior, y casi como su necesaria conclusi¨®n en el terreno de lo personal, la respuesta a la pregunta sobre el 'compromiso' del escritor: 'En mi oficio de escritor pienso no haberme apartado jam¨¢s de mi conciencia de ciudadano. Defiendo que a donde uno vaya, el otro deber¨¢ acompa?arle. No recuerdo haber escrito una sola palabra que estuviera en contradicci¨®n con mis convicciones pol¨ªticas, pero eso no significa que alguna vez haya puesto la literatura al servicio de mi ideolog¨ªa. Lo que significa, eso s¨ª, es que a la hora de escribir estoy expresando la totalidad de la persona que soy'.
Hay que se?alar, finalmente, en estos diarios la presencia de algunas de las marcas m¨¢s caracter¨ªsticas de toda la obra del autor, como el uso reiterado de la iron¨ªa o las digresiones encadenadas que parten de un punto concreto -un paisaje, una an¨¦cdota, una frase ajena, una intuici¨®n propia- para derramarse en cascada en forma de reflexi¨®n universal sobre asuntos literarios y art¨ªsticos, culturales, filos¨®ficos, pol¨ªticos, econ¨®micos, sociales, psicol¨®gicos o antropol¨®gicos. Contradiciendo la opini¨®n mayoritaria, los Cuadernos de Lanzarote de Jos¨¦ Saramago se me antojan no s¨®lo una obra importante como instrumento o herramienta imprescindible para entender a Jos¨¦ Saramago (o a su obra, que ya sabemos que es para ¨¦l lo mismo) y de paso para entendernos a nosotros mismos, sino tambi¨¦n una obra que rescata al 'diario' como 'g¨¦nero' del infierno de las 'obras menores' al que la tradici¨®n acad¨¦mica lo hab¨ªa condenado para situarlo como un 'lugar' literario similar en su posici¨®n y en su significado a los que el autor otorga a la novela.
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