El fin de una banda que aterroriz¨® Casablanca
La polic¨ªa de Marruecos desmantela un grupo integrista que impuso violentamente la moral isl¨¢mica rigorista en los suburbios
Fuad Qardaui no volver¨¢ a la vida, pero Sidi Mumen, el populoso barrio de Casablanca en el que resid¨ªa, respira. Miludi Zakaria, de 37 a?os, el jefe de la banda que le asesin¨® el 23 de febrero pasado, el d¨ªa de la Fiesta del Sacrificio, ha sido detenido por la polic¨ªa a finales de abril, seg¨²n informa la prensa marroqu¨ª.
Hasta entonces, Zakaria y su medio centenar de seguidores no hab¨ªan derramado sangre alguna. Todos ellos fueron reclutados entre j¨®venes parados del barrio y Zakaria les form¨® en tres peque?as mezquitas. Les ense?aba su versi¨®n particular del islam, en la que, por ejemplo, los partidos pol¨ªticos son imp¨ªos y el poder es un falso dios, motivo por el cual no hay que aceptar un empleo p¨²blico ni siquiera poseer un documento de identidad. Con la ayuda de su jefe espiritual, los parados acabaron trabajando como vendedores ambulantes de zumos o bocadillos.
Despu¨¦s, seg¨²n el diario socialista Lib¨¦ration, se constituyeron 'en milicia privada empe?ada en hacer reinar el terror en los barrios marginales, autoproclam¨¢ndose garantes de las buenas costumbres'. No en balde se llamaban La Justa V¨ªa.
Recorr¨ªan Sidi Mumen insultando a las mujeres vestidas de forma supuestamente indecorosa y, a veces, repartiendo bofetadas a las j¨®venes parejas mixtas que paseaban por las calles. El delito de Fuad Qardaui era el de ser bebedor y tuvo, adem¨¢s, la osad¨ªa de replicar a las invectivas integristas tirando una silla sobre sus agresores. Hiri¨® a uno de ellos en la frente.
Zakaria, autoproclamado emir, pronunci¨® entonces una fatwa (edicto isl¨¢mico) condenando a muerte al hereje. La 'sentencia' fue ejecutada a plena luz del d¨ªa. El alcoh¨®lico fue lapidado en la calle por una docena de militantes integristas.
Aunque con nombres diferentes, La Justa V¨ªa fue emulada en los suburbios de Settat, Sal¨¦, Ben Sliman o Fez y empez¨® a causar alarma social. 'Desde hace poco', escrib¨ªa el peri¨®dico L'Economiste, cercano a la patronal, 'asistimos a la irrupci¨®n en tierras marroqu¨ªes de una nueva patolog¨ªa social: una delincuencia in¨¦dita vinculada a la propagaci¨®n desenfrenada de un fanatismo supuestamente religioso'. 'Algunos no dudan en relacionar estos dramas con el s¨ªndrome argelino'.
La prensa marroqu¨ª fue, en general, discreta a la hora de dar cuenta de las exacciones de estos grupos integristas para, probablemente, no intranquilizar demasiado. Aun as¨ª, la Liga Democr¨¢tica para los Derechos de la Mujer aprovech¨® para hacer un llamamiento al Gobierno pidi¨¦ndole que acabe 'con la difusi¨®n de libros, cintas y v¨ªdeos repletos de odio y excomunicaci¨®n' y que 'proh¨ªba la explotaci¨®n pol¨ªtica de las mezquitas'.
A los islamistas moderados estas peticiones de los marroqu¨ªes laicos no les hicieron gracia. Una de sus publicaciones, el rotativo At Tajdid, puso el grito en el cielo. Algunos columnistas 'que tienen ojeriza al islam', se lamentaba, 'han hecho de todo esto una monta?a e incitan a la poblaci¨®n a desconfiar de los barbudos', que en su mayor¨ªa son marroqu¨ªes piadosos.
Aunque con lentitud, la polic¨ªa se puso manos a la obra. Practic¨® detenciones entre los c¨®mplices de Zakaria -varios de ellos han sido ya condenados por un tribunal de Fez- y, finalmente, apres¨® al emir en Ain Sbaa. Pasar¨¢, probablemente, el resto de su vida entre rejas.
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