M¨¢s Europa y m¨¢s Parlamento
El proceso de construcci¨®n europea atraviesa una de sus etapas m¨¢s decisivas por el desaf¨ªo que nos supone abordar el debate sobre la reforma institucional y el futuro de la Uni¨®n Europea a la vez que se afronta la mayor ampliaci¨®n realizada antes en el seno de la UE. Y esto en unos momentos de gran incertidumbre provocada por los fen¨®menos asociados a la mundializaci¨®n y globalizaci¨®n. En este tiempo, con la entrada en circulaci¨®n del euro como un elemento fundamental, Europa ha ido avanzando lentamente hacia su integraci¨®n. Maastricht, Amsterdam, Niza, poco a poco, el gran proyecto europeo va abriendo paso cada vez m¨¢s a otros actores, como las regiones constitucionalmente reconocidas, aunque sigue siendo a¨²n obra de los Estados.
Por primera vez otros actores est¨¢n participando activamente en el dise?o del edificio europeo. Representantes del Parlamento Europeo, de los Parlamentos nacionales, del Comit¨¦ de las Regiones, de la sociedad civil, se han incorporado a los trabajos de la Convenci¨®n preparatoria de la Conferencia Intergubernamental de 2004 que deber¨¢ modificar los Tratados. Y eso es positivo porque la legitimaci¨®n de la Uni¨®n Europea ser¨¢ directamente proporcional al grado de implicaci¨®n de sus ciudadanos. De ah¨ª que los Parlamentos regionales est¨¢n llamados a articular su participaci¨®n porque son los que acogen la legitimidad directa de representaci¨®n de los ciudadanos.
El debate de hoy es radicalmente distinto al de hace tan s¨®lo una d¨¦cada. La propia declaraci¨®n de Laeken, un texto de corte claramente federalista, se plantea si no debe confiarse la gesti¨®n cotidiana y la aplicaci¨®n de la pol¨ªtica de la Uni¨®n de modo m¨¢s expl¨ªcito a los Estados miembros y, all¨ª donde su Constituci¨®n lo prevea, a las regiones.
A los andaluces nos interesa que las instituciones europeas que est¨¢n decidiendo permanentemente sobre nuestros intereses m¨¢s cotidianos, bien en las regulaciones de las OCM del aceite o las hortalizas, en la negociaci¨®n del acuerdo de pesca o en la aplicaci¨®n de los fondos que financian nuestras infraestructuras, sean lo m¨¢s transparentes y eficaces posibles. Por eso nos preocupa quedarnos al margen del proceso de toma de decisiones. Es pues un momento adecuado para que las regiones hagan valer su posici¨®n en el proceso para que la Constituci¨®n en la que debe confluir necesariamente todo este debate reconozca y garantice pol¨ªtica y jur¨ªdicamente sus competencias. En definitiva, que la Constituci¨®n europea tenga en cuenta la dimensi¨®n descentralizada de las regiones.
Por eso es preciso ahondar en f¨®rmulas que contribuyan a mejorar y hacer efectivos, de verdad, la aplicaci¨®n de los principios de participaci¨®n, proximidad y subsidiariedad como pilares b¨¢sicos sobre los que se sustenta el proyecto europeo. Hay que contar m¨¢s con las regiones en la trasposici¨®n del derecho comunitario, en la aplicaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas europeas de mayor dimensi¨®n territorial, en la preparaci¨®n de las posiciones de los gobiernos sobre las pol¨ªticas comunitarias, incluso en la elaboraci¨®n de las iniciativas legislativas cuando las decisiones les afecten directa o indirectamente desde una lealtad plenamente constitucional.
Uno de los mecanismos sugeridos en el Libro Blanco de la Gobernanza Europea, elaborado por la Comisi¨®n Europea, plantea una f¨®rmula ¨²til, a explorar en Andaluc¨ªa, como son los contratos tripartitos por objetivos, un medio para favorecer la integraci¨®n pol¨ªtica mediante acuerdos entre la Comisi¨®n Europea, los Estados miembros y las regiones en aquellas pol¨ªticas de fuerte impacto territorial. Pero hace falta lealtad entre las partes.
Sin duda, el incremento de la participaci¨®n de las regiones en las decisiones de las instituciones europeas contribuir¨¢ a incrementar la legitimidad democr¨¢tica de la Uni¨®n Europea. Eso es hacer m¨¢s Europa y una Europa mejor. Y un mayor control democr¨¢tico requiere la colaboraci¨®n activa de los Parlamentos en la elaboraci¨®n de la pol¨ªtica europea. Es preciso una mayor participaci¨®n de los Parlamentos en la vida comunitaria, una parlamentarizaci¨®n de los procesos de toma de decisiones, comenzando por el fortalecimiento del papel central que debe desempe?ar el Parlamento Europeo. Que recupere el verdadero sentido de la instituci¨®n, como representante del pueblo soberano, como asamblea representante de los ciudadanos que es, elegida directamente, y refuerce su capacidad legislativa y de control democr¨¢tico. Y que los Parlamentos regionales se impliquen m¨¢s en el proceso porque podemos aportar un plus de legitimidad. En la medida en que hagamos un esfuerzo por explicar la idea de Europa acercaremos m¨¢s Europa a los ciudadanos. Por eso es importante que la realidad regional est¨¦ clara en la Convenci¨®n.
Una vez m¨¢s reitero la necesidad de reformar el Senado para lograr de una vez que Espa?a se dote de una C¨¢mara de representaci¨®n territorial que bien podr¨ªa resolver y encauzar la participaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas en la Uni¨®n Europea, una cuesti¨®n a¨²n pendiente del Estado auton¨®mico.
Estamos decidiendo qui¨¦n hace qu¨¦ dentro de una nueva Uni¨®n Europea. El dise?o previsto para quince Estados no sirve para 25 ni, mucho menos, para 30. Por tanto, el sistema constitucional de la Uni¨®n Europea merece adecuarse a las nuevas necesidades acerc¨¢ndose m¨¢s al modelo cl¨¢sico de los Estados, el de la separaci¨®n de poderes, con un Parlamento fuerte del que emane el poder ejecutivo, el futuro Gobierno de la UE en el que deber¨ªa convertirse la Comisi¨®n. Los ciudadanos entender¨ªan mejor un modelo m¨¢s pr¨®ximo y claro que el mantenimiento de un sistema confuso, complejo y poco transparente.
El proyecto europeo requiere liderazgo, valent¨ªa y ambici¨®n. Ante el gran reto que supone, sin duda el mayor de todos, la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, la cohesi¨®n social y territorial, la solidaridad, deben seguir guiando el lento camino de la integraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica. S¨®lo reforzando esos dos pilares estaremos en condiciones de superar con ¨¦xito el desaf¨ªo que nos va a suponer convertirnos en una Uni¨®n de 500 millones de habitantes.
En un momento, adem¨¢s, en que el avance de la extrema derecha ha avivado el racismo y la xenofobia en Europa, es preciso reivindicar en voz alta que el fen¨®meno de la inmigraci¨®n pase a convertirse en una prioridad para la Uni¨®n Europea desde una perspectiva integradora. Y para visualizar ese compromiso pol¨ªtico hace falta que la pol¨ªtica estructural comunitaria asuma como valor fundamental el efecto de la inmigraci¨®n. Para responder a Le Pen no hay que replegarse, sino mejorar el funcionamiento democr¨¢tico de las instituciones y reforzar las pol¨ªticas que combaten las causas de tanta discriminaci¨®n. Hace falta m¨¢s Europa y m¨¢s integraci¨®n como respuesta.
La credibilidad pol¨ªtica de la Uni¨®n Europa pasa tambi¨¦n por el cumplimiento de sus objetivos. Y entre estos, figura el desarrollo de la Uni¨®n como un espacio de libertad, seguridad y justicia, de progreso econ¨®mico y social y de cohesi¨®n social y territorial. La ambici¨®n del proyecto europeo pasa tambi¨¦n por cada uno de nosotros porque la responsabilidad Europa comienza en cada uno de los ciudadanos europeos.
Javier Torres Vela es presidente del Parlamento de Andaluc¨ªa y del Consejo Andaluz del Movimiento Europeo
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