?Podr¨ªa ocurrir en nuestro pa¨ªs?
El modelo de convivencia ¨¦tnica de Londres puede ser la respuesta europeaal 'fen¨®meno Le Pen'.
Tras la conmoci¨®n originada por Le Pen en los dem¨¢s pa¨ªses europeos debemos preguntarnos: ?Podr¨ªa ocurrir aqu¨ª? Desde luego, gran parte de lo sucedido es espec¨ªficamente franc¨¦s: el hecho de que los dos candidatos principales, Jacques Chirac y Lionel Jospin, hubieran estado en el poder al mismo tiempo, de forma que el voto de protesta seguramente iba dirigido contra ambos; la costumbre de usar la primera vuelta de las elecciones presidenciales para emitir dicho voto de protesta; la fragmentaci¨®n del sistema de partidos.
Sin embargo, otros elementos se ven reproducidos en gran parte de Europa: la desilusi¨®n de la pol¨ªtica, reflejada en unos ¨ªndices galopantes de abstenci¨®n ('m¨¢s vale un pillo que un fascista'), es el sonoro lema con el que la izquierda francesa ha apoyado a Jacques Chirac en la segunda vuelta; el sentimiento que tienen la clase obrera o los votantes desempleados de que el proyecto de Europa es una amenaza para ellos; los temores sobre el paro, el crimen y la inmigraci¨®n. Esa misma mezcla ha servido tambi¨¦n para impulsar a los partidos nacionalistas y populistas de derechas hasta alcanzar el 20% en Austria, B¨¦lgica y Holanda.
En Londres hay una coexistencia pac¨ªfica basada en comunidades separadas y en una vaga curiosidad transcultural. Tiene una gran integraci¨®n secular
Si existe un votante t¨ªpico de Le Pen, es blanco, var¨®n, trabajador en paro, vive en el este de Francia y cree que un marroqu¨ª le ha robado su cartera y su trabajo
La desilusi¨®n pol¨ªtica, los temores sobre Europa, el paro, el crimen y la inmigraci¨®n han servido para impulsar a los partidos nacionalistas y populistas de derechas
Cada ingrediente de este c¨®ctel tan desagradable requiere un an¨¢lisis qu¨ªmico por separado. Ahora bien, no cabe duda de que lo m¨¢s alarmante es la actitud respecto a la inmigraci¨®n y las minor¨ªas ¨¦tnicas derivadas de ella. Le Monde publicaba recientemente un mapa coloreado de los votos de Le Pen junto a otro con el n¨²mero de 'extranjeros no comunitarios' que viven en cada departamento administrativo de Francia. La correlaci¨®n est¨¢ asombrosamente clara. El primero es el voto contra el segundo. Si existe un votante t¨ªpico de Le Pen, podemos decir que es blanco, var¨®n, trabajador en paro, vive en el este de Francia y cree que alg¨²n marroqu¨ª le ha robado su cartera y su trabajo.
Nuestras minor¨ªas ¨¦tnicas van a crecer de forma inevitable. Y as¨ª debe ser. Si lo digo es porque a m¨ª me gusta la diversidad humana. Pero, incluso en el caso de que uno prefiera pasar toda su vida rodeado de bebedores de cerveza blancos y monoling¨¹es, forzosamente tiene que querer que crezcan las minor¨ªas, por puro inter¨¦s econ¨®mico. De acuerdo con las tendencias actuales, en 2010, dentro de la UE actual, la poblaci¨®n en edad de trabajar estar¨¢ en declive. Alguien tiene que encargarse de mantener la econom¨ªa en marcha y pagar nuestras pensiones.
Mientras tanto, los pobres del norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo seguir¨¢n jug¨¢ndose la vida debajo de camiones y trenes, con la esperanza de una existencia mejor. Una esperanza que a menudo queda defraudada. Nunca olvidar¨¦ el encuentro reciente con un joven marroqu¨ª de ojos airados, llamado Yacine, en un barrio pobre de Madrid. Hab¨ªa llegado a Espa?a en los bajos de un cami¨®n. No ten¨ªa papeles para poder obtener un empleo regular. As¨ª que se dedicaba a trabajos clandestinos y a robar. 'Vivo como un lobo', me dijo.
Que quede claro: la inmigraci¨®n no es la causa de la lepenitis de Europa. Pero una de sus causas s¨ª es, desde luego, la forma que ha tenido Europa de abordar la inmigraci¨®n. En este tema, cuando decimos 'Europa', seguimos refiri¨¦ndonos, sobre todo, a los pa¨ªses europeos uno por uno, y es evidente que cada pa¨ªs tiene un enfoque diferente. El del Reino Unido, como de costumbre, es m¨¢s diferente que casi todos los dem¨¢s, para empezar porque las principales minor¨ªas ¨¦tnicas no proceden de la periferia inmediata de Europa.
?Qu¨¦ hacer?
Ante la sombra de Le Pen no hay nada m¨¢s urgente que resolver que cu¨¢l es la mejor forma de abordar la inmigraci¨®n y c¨®mo se puede perfeccionar. No se trata s¨®lo de lo que creemos que deber¨ªan hacer nuestros Gobiernos o la UE. Se trata de lo que debemos hacer nosotros mismos en el trato diario con nuestros vecinos.
He aqu¨ª unas cuantas ideas, que, desde luego, no constituyen una pol¨ªtica de conjunto. En primer lugar, Europa no puede acoger a todos los que desean venir, como tampoco puede hacerlo Estados Unidos. Existen razones para que haya cuotas. Existen razones para impedir entrar a la gente. Ahora bien, una vez que est¨¢n aqu¨ª de forma permanente, no existe ninguna justificaci¨®n para permitir que vivan en la miseria. Ni siquiera como 'extranjeros' tolerados a rega?adientes. Alemania, por ejemplo, hasta hace poco, ten¨ªa la absurda pol¨ªtica de tratar oficialmente como 'extranjeros' a turcos que llevaban veinte a?os viviendo y trabajando all¨ª.
Es decir, los que vivan aqu¨ª de forma permanente deben ser ciudadanos de pleno derecho. Pero la concesi¨®n de la nacionalidad no puede ser una formalidad barata. En Internet es posible encontrar instrucciones para superar el examen de ciudadan¨ªa de Estados Unidos. Nosotros tambi¨¦n debemos tener algo as¨ª. La nacionalidad tiene unos m¨ªnimos requisitos y obligaciones. Necesitamos con urgencia un debate sobre cu¨¢les deben ser esos m¨ªnimos. La gente no puede vivir en una versi¨®n l¨²dica y acad¨¦mica del multiculturalismo, basada en un puro relativismo cultural.
Estoy seguro de que los requisitos m¨ªnimos esenciales incluir¨¢n un compromiso absoluto de respetar las leyes del pa¨ªs, insertas hoy en un marco europeo e internacional de derechos humanos. Supongo que comprender¨¢n unas normas culturales b¨¢sicas, como un dominio suficiente del idioma. Pero no creo que tengan muchos m¨¢s elementos.
Multiculturalismo
Convivencia con la diversidad
Creo que hoy conozco un peque?o pa¨ªs europeo que se aproxima a una combinaci¨®n de los dos modelos de Sarajevo. En ¨¦l hay una coexistencia pac¨ªfica basada en comunidades separadas y una vaga curiosidad transcultural. (A m¨ª me gusta tu comida, a ti te gusta mi m¨²sica). Tiene una gran integraci¨®n secularizada, a medida que se van debilitando las viejas culturas. Dicho pa¨ªs no se llama Gran Breta?a ni Inglaterra. Desde luego no es la Inglaterra de Bradford ni Oldham, ciudades que tienen m¨¢s elementos en com¨²n con Marsella de los que jam¨¢s estar¨ªan dispuestas a reconocer.
No, ese pa¨ªs se llama Londres. No pretendo idealizarla, pero creo que Londres es lo m¨¢s parecido que tiene Europa a un modelo civilizado de convivencia con la diversidad ¨¦tnica que constituye el futuro europeo. Analicemos qu¨¦ es lo que funciona bien en Londres, y quiz¨¢ tengamos la mejor respuesta de Europa a Le Pen.
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