La muerte es poema
'Por la estrecha calleja, sin notarlo / se pasa al otro lado. En la escritura. (...) Esta larga calleja desemboca / un tanto sospechosa (por el libro) / hacia otra realidad; aqu¨ª sal¨ªa'. Estos versos pertenecen al ¨²ltimo poema del libro Hacia otra realidad (Tusquets, 2000), el ¨²ltimo, a su vez, publicado por el poeta canario Manuel Padorno. El mi¨¦rcoles por la noche se celebr¨®, en el Pabell¨®n Villanueva del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid e inscrito en el programa Canarias Crea, un encuentro de poes¨ªa canaria largamente so?ado y coordinado por el poeta. Se celebr¨® la poes¨ªa como se celebra la vida y estuvo presente la muerte como el mejor de los poemas: Manuel Padorno hab¨ªa muerto, s¨²bitamente, muy pocas horas antes del encuentro.
Dicen que Padorno estaba ilusionado porque en el acto iban a participar poetas insulares y poetas peninsulares. La experiencia po¨¦tica, en s¨ª misma improbable, unida a la experiencia insular, a su probado extrav¨ªo, convierte el territorio de la poes¨ªa canaria en un lugar dif¨ªcil que ha de surcar las fronteras del mar y las mesetas ('Alg¨²n d¨ªa, tal vez, tal vez un d¨ªa / corregir¨¦ tan fiel itinerario'), la geograf¨ªa del tiempo ('El otro lado nunca es ¨¦ste. Nunca. / Aunque pudiera parecerlo. En siglos'), la incertidumbre de los aeropuertos ('Pocas veces mi cuerpo est¨¢ conmigo / contemplando pasar la nube exacta'), la indiferencia de la lejan¨ªa ('Su arquitectura a¨¦rea desplegada / flota oce¨¢nica, sin alcance alguno / desde la playa al infinito mismo'), hasta llegar a ser los libros que leemos, los nombres que admiramos. Si no tuviera que sortear (nadar, volar) tantos obst¨¢culos, la poes¨ªa canaria gozar¨ªa en la pen¨ªnsula del reconocimiento que merece y agradecer¨ªa a algunos de sus poetas la generosidad con la que en tiempos dif¨ªciles acogieron a otros. Porque estaba, me lo cuenta el poeta tinerfe?o Ferm¨ªn Higuera, el propio Manuel Padorno, que fue ambicioso editor con su Taller de Ediciones JB y, en la posguerra, ayud¨® desde Las Palmas a la difusi¨®n de la poes¨ªa m¨¢s contestataria. Y estaba su hermano, el poeta Eugenio Padorno, con sus Cuadernos Provisionales. Y estaba el suplemento literario del diario La Tarde, que publicaba a los postistas. Y estaba el gomero F¨¦lix Francisco Casanova. Y estaba Luis Feria, uno de los grandes poetas espa?oles del siglo XX.
No es extra?o, pues, que Padorno estuviera contento, porque reun¨ªa en la mesa del centro a poetas de aqu¨ª y a poetas de all¨¢ . Voraz fue el apetito la otra tarde: la vida, hambrienta hasta la muerte. El Jard¨ªn Bot¨¢nico estaba plet¨®rico en su proceso de tiempo, brotado de transformaci¨®n, afirmativo y seguro en su permanencia y en su fugacidad. El Pabell¨®n Villanueva era tan blanco como un alma, tan alto como un templo, y cuando la cantante Anne Peters interpret¨® el espiritual Amazing Grace una emoci¨®n recorri¨® a los presentes. Pero no era tristeza; casi era la sonrisa del conocimiento, la constataci¨®n feliz de una verdad. En su poema Entrada al otro lado, Manuel Padorno adelanta ya esa certeza de la que, sin esperarlo, particip¨¢bamos all¨ª: 'Un volumen vac¨ªo. En apariencia. / Un espacio distinto, inexplicable. / Pero qu¨¦ hermoso es ir, ir adentr¨¢ndose / por esa calle al otro lado'.
Juan Cruz como moderador, Arturo Maccanti, Oswaldo Guerra y Elica Ramos desde las islas, C¨¦sar Antonio Molina (con su insularidad gallega) y Tom¨¢s Segovia (espa?ol para los mejicanos y mejicano para los espa?oles) como peninsulares, siguieron paso a paso las coordenadas dispuestas por el ¨²ltimo sue?o de Manuel Padorno ('Yo me fui convirtiendo, sin pensarlo / en un obrero m¨¢s, de los que abr¨ªa / las m¨¢s grandes compuertas invisibles, / celestes transparencias, y engrasaba / los ¨¦mbolos m¨¢s altos, las poleas / que elaboraban la ma?ana atl¨¢ntica'), cuyos poemas leyeron Antonio Puente y Joaqu¨ªn Ma?oso. Y no era, propiamente, tristeza lo que se sent¨ªa porque la muerte es el m¨¢s grande y total de los poemas, y se dir¨ªa que, junto a las flores del Bot¨¢nico, brotaban las palabras de la poes¨ªa, las palabras de Manuel Padorno, como una nueva suerte de alegr¨ªa: 'Contemplo el otro lado. Es una fiesta. / Y no s¨¦ qu¨¦ decir. C¨®mo expresarlo'.
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