?Tiene remedio la Iglesia cat¨®lica?
La exuberante pasi¨®n teol¨®gica de Hans K¨¹ng (Sursee, Suiza, 1928), que tanto jugo ha dado al cristianismo en los ¨²ltimos cincuenta a?os, culmina de momento con una joya inesperada: la breve historia de la Iglesia cat¨®lica, titulada sin m¨¢s La Iglesia cat¨®lica, una pieza maestra en el g¨¦nero, a la manera de T¨¢cito. K¨¹ng, sacerdote, creyente, incluso v¨ªctima, no se limita a narrar sucesos, como un historiador neutral, a lo Tito Livio, sino que se implica e interpreta, comprende fen¨®menos y sucesos dolorosos de esa larga historia, incita a la reflexi¨®n relacionando unos hechos con otros y conduce al lector a una serie de conclusiones que, contenidas ya en algunas de sus grandes obras (Ser cristiano, El juda¨ªsmo e ?Infalible? Un interrogante, sobre todo), adquieren aqu¨ª valor de soberbio manifiesto. As¨ª, el ¨²ltimo cap¨ªtulo, el ocho, titulado 'La Iglesia cat¨®lica, presente y futuro', o las cinco p¨¢ginas que, a modo de conclusi¨®n, el te¨®logo suizo meticulosamente castigado por Roma titula sin tapujos con la pregunta: '?Qu¨¦ Iglesia tiene futuro?'. En medio de tantas pol¨¦micas y tragedias que sufre o produce, hoy como ayer, la Iglesia romana, K¨¹ng se impone como lo que siempre ha proclamado ser: un cura de buena reputaci¨®n, perseguido por la Inquisici¨®n pero, a pesar de todo, capaz de escribir una historia de la Iglesia cat¨®lica que es al mismo tiempo devota y objetiva.
LA IGLESIA CAT?LICA
Hans K¨¹ng Traducci¨®n de Albert Borr¨¢s Mondadori. Barcelona, 2002 269 p¨¢ginas. 12 euros
Veinticino a?os antes que Juan Pablo II, K¨¹ng derrumb¨® principios fundamentales, como sostener que fuera de la Iglesia cat¨®lica no hab¨ªa salvaci¨®n
Un libro ciertamente singular.
Aqu¨ª est¨¢ el Hans K¨¹ng brillante, de estilo directo y l¨¦xico preciso, pero sobre todo el cristiano sabio, uno de los m¨¢s grandes sabios del siglo, con frecuentes incursiones en terrenos filos¨®ficos. La Teolog¨ªa como ciencia ('la emperatriz de las ciencias', presumi¨® Roma tras la imponente tarea de Tom¨¢s de Aquino: hasta que los castigos, la censura y los miedos redujeron aquella ciencia de conclusiones en un oficio de catequesis) todav¨ªa produce estos grandes pensadores, ninguno tan libre, pol¨¦mico, inquietante, rompedor y, por lo mismo, famoso como este te¨®logo suizo al que, con apenas 30 a?os, llam¨® a Roma el papa Juan XXIII para que le asesorase en los comienzos del Concilio Vaticano II, donde coincidi¨® con el igualmente prometedor Joseph Ratzinger, a la saz¨®n amigo y colega. La deriva posconciliar los separ¨® de ra¨ªz en un duelo que, cuando se produjo, en el oto?o de 1979, ocup¨® las primeras p¨¢ginas de la mejor prensa del mundo.
Aquel severo reproche, el primero de Roma contra K¨¹ng, por un texto titulado 'Un a?o de pontificado de Juan Pablo II' (EL PA?S lo public¨® ¨ªntegro el 21 de octubre de 1979), se colmar¨ªa con creces un a?o m¨¢s tarde con un castigo m¨¢s acad¨¦mico que eclesial (inclu¨ªa la inhabilitaci¨®n para la docencia en la universidad p¨²blica alemana), pero no entorpeci¨® ni un ¨¢pice la inmensa obra teol¨®gica del brillante protegido del revolucionario pont¨ªfice Roncalli. Paralelamente, Ratzinger ascender¨ªa al rango de inquisidor principal, como cardenal de la implacable Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, en premio a la soberbia habilidad con que condujo, siendo arzobispo de M¨²nich, el encaje legislativo por el que el Estado alem¨¢n se vio forzado a despojar al profesor K¨¹ng de su condici¨®n de funcionario, en aplicaci¨®n, todav¨ªa, del indecente concordato firmado en 1933 entre Adolfo Hitler y el Vaticano, con la r¨²brica del principesco Eugenio Pacelli, futuro papa P¨ªo XII, tambi¨¦n concordatario de la dictadura del general Francisco Franco.
Tiempos eclesi¨¢sticos que parecen ayer. Todav¨ªa hoy, a punto de cumplir ambos los 75 a?os, Ratzinger y K¨¹ng encarnan como nadie las dos caras de la Iglesia romana: patriarcal, intransigente, estrecha y eurocentrista la de Ratzinger, como un segundo imperio romano; ecum¨¦nica, dialogante, conciliar, evang¨¦lica a la manera de Jes¨²s, la de K¨¹ng. No es dif¨ªcil decir, en cambio, qui¨¦n ha tenido mayor relevancia doctrinal en el pensamiento cristiano. Principios definitivamente derrumbados, como sostener que fuera de la Iglesia cat¨®lica no hab¨ªa salvaci¨®n, y, tambi¨¦n, la cancelaci¨®n de la idea del Cielo, el Infierno y el Purgatorio como lugares concretos en el firmamento precopernicano, a la manera de Dante, ya estaban argumentados claramente por K¨¹ng en 1974, en el libro Ser cristiano. En cambio, Juan Pablo II no hizo esas correcciones del M¨¢s All¨¢ hasta el verano de 1999, en unas predicaciones en las que, como se subray¨® entonces, el Papa us¨® a veces las mismas palabras que K¨¹ng veinticinco a?os antes.
Roma no ha pedido perd¨®n a K¨¹ng, a pesar de todo, ni a tantos otros te¨®logos maltratados, porque Roma, cabeza de una Iglesia de enormes ¨¦xitos y m¨¦ritos, no se reconoce en la historia de sus errores y cr¨ªmenes. Es la soberbia de la infalibilidad, un asunto sobre el que esta breve historia se extiende con alg¨²n detalle. Todo hubiera sido distinto si este pensador preferido de Juan XXIII hubiera seguido contando con las complacencias del carism¨¢tico pont¨ªfice actual. La Iglesia que inici¨® el camino en el Vaticano II ser¨ªa hoy otra, sin duda, a juzgar por esta an¨¦cdota que desvela la esencia de lo cristiano que anida en K¨¹ng. En los a?os sesenta recibi¨® la visita privada de un cardenal y, como al prelado le fuera imposible acudir a una iglesia para celebrar la eucarist¨ªa, el te¨®logo K¨¹ng le propuso hacerlo sentados los dos a la mesa de su austero cuarto de estar. El cardenal, confuso, pregunt¨® inseguro: '?As¨ª de sencillo?, ?sencillamente as¨ª?'. La respuesta de K¨¹ng fue: '?As¨ª de sencillo? ?Tuvo acaso m¨¢s Jes¨²s?'. Fue su manera de decirle a un jerarca que, a pesar de la opulenta decadencia de la Iglesia, Jesucristo, rebelde y pobre, nunca se ha perdido.
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