Matrimonio a la fuerza
POCOS D?AS DESPU?S DE INFORMAR sobre el pr¨®ximo env¨ªo a las Cortes de su tercera Ley de Extranjer¨ªa, Aznar anunci¨® un plan integral sobre la inmigraci¨®n que ha encargado al vicepresidente Rajoy y que ser¨¢ estudiado en junio por el Consejo Europeo de Sevilla. La iniciativa invoca una justificaci¨®n utilizada ad n¨¢useam -con la ayuda de estad¨ªsticas trucadas- durante los ¨²ltimos meses por el PP: a nadie puede extra?ar -Aznar dixit- que los espa?oles 'reaccionen con recelo ante la llegada de nuevos inmigrantes', si el incremento de la inseguridad se debe a su presencia.
La coartada adolece de irresponsabilidad, e incluso de cinismo: la campa?a gubernamental de emparejamiento forzoso de la inmigraci¨®n con la inseguridad, presentada como una relaci¨®n causal simple y directa, est¨¢ multiplicando artificiosamente esos temores xen¨®fobos y creando un clima de irracionalidad peligroso. Es cierto que el PSOE se ha metido de manera imprudente en la boca del lobo al hacer suya -con la furia del converso- la vieja consigna conservadora de ley y orden para culpabilizar al Ejecutivo del incremento de la inseguridad ciudadana; era previsible que la respuesta de Aznar y de Rajoy, especialistas en dar pellizcos de monja desde el banco azul a la oposici¨®n, consistiera en endosar la factura a los socialistas por la incoherencia y permisividad de su ret¨®rica sobre inmigraci¨®n.
Aznar anuncia la tercera modificaci¨®n en dos a?os de la Ley de Extranjer¨ªa y encarga al vicepresidente Rajoy un plan integral sobre inmigraci¨®n que ser¨¢ debatido en el Consejo Europeo de Sevilla
La revelaci¨®n de que los inmigrantes con m¨ªnimos recursos o sin empleo cometen proporcionalmente m¨¢s delitos contra la propiedad que los espa?oles con elevados ingresos o un trabajo estable es un hallazgo digno de Bouvard y P¨¦cuchet; como buenos imitadores de los h¨¦roes de Flaubert, el presidente y sus ministros llegar¨¢n seguramente a descubrir no s¨®lo las aguas del Mediterr¨¢neo, sino tambi¨¦n que los clientes de los restaurantes de cinco tenedores suelen robar menos gallinas que los vagabundos hambrientos.
Desgraciadamente, la experiencia hist¨®rica muestra c¨®mo los estereotipos fabricados con materiales ¨¦tnicos, culturales o religiosos suelen provocar a la larga consecuencias devastadoras para la tolerancia y el respeto a los derechos humanos. El ensordecedor ruido propagado por el Gobierno en torno al incremento de la inmigraci¨®n extracomunitaria y el supuesto aumento correspondiente de la inseguridad ciudadana transforma una correlaci¨®n mediada por complejos factores (desde la marginalidad y la pobreza hasta el distinto celo de polic¨ªas o fiscales para detener sospechosos y pedir prisiones preventivas) en un nexo monocausal. Los avances en las urnas registrados en varios pa¨ªses europeos durante los ¨²ltimos meses por partidos xen¨®fobos explican la estrategia del PP, orientada a retener a su electorado m¨¢s hostil a los inmigrantes; sin embargo, ese tipo de mensajes puede engendrar una din¨¢mica propia, como est¨¢ sucediendo con las movilizaciones contra la construcci¨®n de una mezquita en Premi¨¤.
La nueva Ley de Extranjer¨ªa -la tercera en dos a?os-, ideada para 'agilizar' la expulsi¨®n de los inmigrantes irregulares (esto es, para reducir o suprimir las garant¨ªas procesales y constitucionales de su traum¨¢tica deportaci¨®n), confirma la peligrosa deriva emprendida por el Gobierno de Aznar. Un reciente ensayo de Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao (La elecci¨®n de la barbarie, Tusquets, 2002) denuncia la cruel hipocres¨ªa de los diagn¨®sticos oficiales que se limitan a describir -desde el lado de la oferta- a los inmigrantes extracomunitarios como soldados de una horda invasora, pero fingen ignorar -desde el lado de la demanda- su inclusi¨®n en un ej¨¦rcito de reserva formado por desempleados dispuestos a trabajar en condiciones laborales y salariales rechazadas por los espa?oles. Sometidos a pr¨¢cticas semiesclavistas por los empresarios de la econom¨ªa sumergida, esos inmigrantes no s¨®lo pueden ser expulsados por una Administraci¨®n incapaz de impedir su delictiva explotaci¨®n, sino que deben adem¨¢s pedir perd¨®n por suscitar el recelo de los ciudadanos de bien.
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