La marquesa y las algas
Quienes consumen alguno de los canales de televisi¨®n por sat¨¦lite observar¨¢n estos d¨ªas que, en las pausas publicitarias, se repite un anuncio que nos ofrece la panor¨¢mica de unos acantilados repletos de pinos descolg¨¢ndose sobre el mar, calas de aguas transparentes que dejan ver el fondo de cantos rodados y robustas chicas en biquini lanz¨¢ndose una pelota hinchable. S¨®lo les falta el fondo musical de Henry Mancini para redondear su notable sabor a?ejo que recuerda la tierna simploner¨ªa de nuestras primeras campa?as tur¨ªsticas y a obras cinematogr¨¢ficas del tipo El abominable hombre de la Costa del Sol (Pedro Lazaga, 1970). El logotipo Croatia nos anuncia uno de los destinos m¨¢s de moda el pr¨®ximo verano. El fen¨®meno se reproducir¨¢ pronto con Bulgaria, Malta, las zonas v¨ªrgenes de Turqu¨ªa, T¨²nez... y la Organizaci¨®n Mundial del Turismo prev¨¦ que el ¨¢rea de ?sia-Pac¨ªfico reciba 205 millones de turistas dentro de siete a?os.
Los empresarios tur¨ªsticos espa?oles, sabios y experimentados en esto de enladrillar la orilla del mar, toman posiciones estrat¨¦gicamente. As¨ª comprobamos que la primera cadena tur¨ªstica en Croacia es de titularidad espa?ola, mientras que otros intentan abrirse un hueco en pa¨ªses como Indonesia, Malasia y Tailandia. Al tiempo que los acantilados v¨ªrgenes de Croacia se ponen de moda y los destinos paradis¨ªacos est¨¢n al alcance de las econom¨ªas familiares medias, nuestra asfaltada costa se convierte en candidata a descender a la tercera divisi¨®n de los destinos tur¨ªsticos, la de los turistas que dif¨ªcilmente alcanzan los mil d¨®lares de gasto total por familia y periodo vacacional. Tras el abandono del mercado ruso por su escasa rentabilidad, los operadores alicantinos buscan clientes a la desesperada en el mercado portugu¨¦s. Siempre con un perfil de cliente de clase media-baja de los que hay que atraer a miles para que la m¨¢quina del turismo haga sonar el clik clik de las monedas sobre la bandeja.
Hace unos d¨ªas, el suplemento viajero de este peri¨®dico daba cuenta de Punta de la Mora, un pedacito de costa no urbanizado al norte de la ciudad de Tarragona. La art¨ªfice de esta obra de arte y ensayo es Caridad Barraqu¨¦, marquesa de la B¨¢rcena, y propietaria del lugar que tuvo la impagable idea en los funestos sesenta/setenta de no especular con estos terrenos. Ahora el paraje es un lugar privilegiado, un espacio de inter¨¦s natural que en 1998 recibi¨® fondos del proyecto europeo Life para su conservaci¨®n. El paisaje de Punta de la Mora se parece mucho a las actuales costas salvajes de Croacia y a la Costa Blanca de hace cuarenta a?os. Los visitantes de un parque de atracciones situado en las cercan¨ªas deber¨¢n, de aqu¨ª a un par de d¨¦cadas, hacer una extensi¨®n a este lugar para saber c¨®mo era la costa mediterr¨¢nea antes de empapelarse de cemento. Gracias a Caridad Barraqu¨¦, en Punta de la Mora viven algunas plantas end¨¦micas mezcladas con las sabinas, los lentiscos y frente a sus costas crece la posidonea (Posidonea oceanis), una especie en fuerte regresi¨®n.
Contrariamente a lo que popularmente se piensa, la posidonea no es un alga, sino una planta superior, una monocotiled¨®nea que tiene la particularidad de vivir bajo el agua. Nuestras costas est¨¢n pobladas por grandes praderas de posidonea y en las orillas de las playas se amontonan despu¨¦s de los temporales. Tambi¨¦n contrariamente a lo que se piensa, estos montones no son suciedad, sino una buena se?al de la riqueza de los fondos y, si uno tiene la prudencia de darse un chapuz¨®n despu¨¦s, un mullido lugar para tumbarse al sol acompa?ado de un profundo olor marino. Adem¨¢s son una barrera natural que protege a las playas de la p¨¦rdida de arena. Casi todos los usos de la posidonea han ido desapareciendo, pero fueron muy variados: desaladas han servido como pienso y tambi¨¦n como abono agr¨ªcola; en la construcci¨®n se ha utilizado como aglomerante, sustituyendo a la paja, por ejemplo en Tabarca; se ha utilizado para forrar las cajas de pescado -inigualable manera de conservar el frescor y los perfumes del mar- y para rellenar colchones.
Como planta medicinal atesora diversos usos, principalmente dermatol¨®gicos. Y esto sin olvidar que su principal funci¨®n se cumple sumergida en el agua, oxigen¨¢ndola y generando una diversificada vida entre sus matorrales.
La posidonea es ya un s¨ªmbolo del conservacionismo de lo poco que nos queda por conservar. Su existencia es incompatible con nuestro turismo de explotaci¨®n intensiva, el turismo de los puertos deportivos y los espigones que destruyen sus colonias, estancan las aguas y favorecen la multiplicaci¨®n de las embarcaciones de recreo, que con sus anclajes destrozan los fondos. Su existencia es incompatible con la sobreexplotaci¨®n pesquera y las artes de arrastre y tambi¨¦n con las piscifactor¨ªas de mar, que al generar grandes cantidades de heces y restos de piensos cargados de nitratos, nitritos y fosfatos causan fuertes descensos del ox¨ªgeno del agua (eutrofia). Con unas gafas de buceo y un tubo hemos pasado tardes sanas, sencillas y deliciosas en Tabarca, en el cabo de las Huertas, en las calas de Moraira o en los roquedos de Alcossebre. En dos generaciones tendremos que montarnos en un jumbo 757 para darnos quince chapuzones en una playa virgen de Indonesia y regresar. Retroceso ecol¨®gico, pero progreso aeron¨¢utico.
La naturaleza, sabia y memoriosa, siempre tiene el detalle de devolver a bofetadas los desequilibrios que la mano visible del hombre le atiza. Las aguas poco oxigenadas, turbias y estancadas que abundan cerca de las conurbaciones tur¨ªsticas y los puertos deportivos destruyen la posidonea pero son el h¨¢bitat ideal para determinadas algas plact¨®nicas, anta?o desconocidas en el Mediterr¨¢neo pero ahora en r¨¢pida propagaci¨®n. La Alexandrium catenella es un alga t¨®xica y microsc¨®pica que se expande feroz ti?endo de marr¨®n las aguas, mientras que la Alexandrium taylori, muy parecida a la anterior, no es t¨®xica pero colorea intensamente las aguas donde se instala. Las alexandriun ya han dado muchos problemas y generado grandes p¨¦rdidas en la costa catalana (Palam¨®s, Pals, Tarragona), Mallorca (Calvi¨¤), Ibiza (Sant Josep)... Tanto su toxicidad como el aspecto parduzco, sucio y opaco que producen en las aguas tienen brutales efectos disuasorios sobre el turismo. La naturaleza, como cierta forma de entender la belleza humana, es fiel aliada del principio de que cuantas menos alteraciones, a?adiduras o atajos... mejor. Y de esto Caridad Barraqu¨¦ sab¨ªa mucho.
Manuel Men¨¦ndez Alzamora es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Jur¨ªdicas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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