Pasiones a ras de suelo

En el momento culminante de esta pel¨ªcula tierna y desgarrada, ¨¢spera y emotiva, alguien que huye queda moment¨¢neamente cercado en una roulotte. Fuera, le rodea la Guardia Civil; dentro, alguien intenta convencerlo de que se entregue mientras inopinadamente, por una ventana superior, hace su irrupci¨®n un polic¨ªa municipal quien, pistola en mano, intenta resolver a su modo el entuerto... y la cosa acaba con un sartenazo, varios tiros al aire y los guardias civiles tir¨¢ndose al suelo, actualizando aquel verso de Antonio Machado que recordaba que, en Espa?a, cuando ya no quedan soluciones los problemas los resuelven las mujeres a escobazos.

En esta ¨²ltima comedia con tintes dram¨¢ticos del siempre interesante Miguel Albaladejo, las cosas van por otra parte: a ras de suelo, en ambientes impregnados de sudor, color y olores fuertes; entre personajes derrotados, sue?os m¨¢s bien marchitos de clases subalternas y ¨²ltimas oportunidades para casi todo.

O, dicho de otra forma, hay vida aqu¨ª, y mucha. Vida palpitante y contradictoria, que se escapa entre los pliegues de una cotidianidad hecha de peque?as y grandes derrotas, en un ambiente de canciones de verano cantadas por alguien que est¨¢ de vuelta de casi todo (Lolita: un hallazgo de casting, una elecci¨®n brillante para un papel que parece irle como anillo al dedo); pasiones que parecen muertas de puro viejas y que, sin embargo, tienen capacidad de revivir desde el olvido porque, al fin y al cabo, el motor que alimenta toda la ficci¨®n ya est¨¢ expresado desde el t¨ªtulo de la pel¨ªcula.

Albaladejo cuenta la historia de una fr¨ªa, airada venganza con contenci¨®n y una admirable capacidad para tomar el pulso de lo popular, que no populachero, una de sus grandes especialidades desde que debutara en La primera noche de mi vida. En ocasiones, no obstante, se le escapa alg¨²n exabrupto: a t¨ªtulo de ejemplo, un chiste privado no ya molesto, sino incluso indignante, para el que emplea una coartada indecente -un ni?o con s¨ªndrome de Down-. Pero, en general, la pel¨ªcula mantiene una envidiable frescura, bien servida por unos actores estupendos (Perugorr¨ªa y Anaya, una curiosa pareja amorosa) y por una banda sonora tan ir¨®nica y zumbona como, a veces, sabia, excelentemente servida por Lolita, que ha aprovechado la ocasi¨®n para bordar uno de los trabajos m¨¢s sorprendentes, por impensados, que se recuerdan en el reciente cine espa?ol.