Pasen y contemplen
No cabe duda de que ser la reina de Inglaterra o el heredero del trono de Espa?a debe de resultar, a menudo, una verdadera lata. Pero hay que reconocer que tiene sus compensaciones. Isabel II, en el 50? aniversario de su reinado, ha podido fotografiarse con un grupo de rockeros y demostrar que se conserva mejor que Paul McCartney. En cuanto a Felipe de Borb¨®n, pronto tendr¨¢ el placer de estrechar la mano de Woody Allen. Constituir¨¢ un honor para la Corona. Para cualquier corona. Y puede que Allen, con su poco m¨¢s de metro sesenta de estatura, recuerde, mirando al Pr¨ªncipe, aquella ocasi¨®n en que estuvo dentro de la Estatua de la Libertad.
No ser¨¢ una mano cualquiera la que estrechar¨¢ don Felipe. Acompa?ando al menudo hombrecillo, recoger¨¢n su premio numerosos personajes que nos representan, aunque nunca hayamos sido ni la mitad de graciosos que en la versi¨®n de Woody Allen. Pasen, se?ores y se?oras, y contemplen, avanzando entre los solemnes muros de la otrora ciudad de Vetusta, al simp¨¢tico granuja que quiso robar un banco y acab¨® poniendo una f¨¢brica de galletas; al detective que cay¨® bajo la maldici¨®n de un escorpi¨®n de jade y al buen cronista deportivo que rechaz¨® una mamada de Mira Sorvino. Vean c¨®mo pisan la alfombra el hombre que corr¨ªa por Manhattan en busca de una adolescente imposible y el que consigui¨® poner a Marcuse en la cola del cine para dejar en rid¨ªculo a un pedante cercano. Se trata del mismo elemento que ayud¨® a su esposa a buscar la huella del crimen en un apartamento vecino, y del que se jug¨® el tipo estrell¨¢ndose contra un ¨®vulo, vestido de espermatozoide. Su madre se encarn¨® en las nubes neoyorquinas para soltarle una fil¨ªpica, y en otra ocasi¨®n le persiguieron un par de tetas casi tan monstruosas como su progenitora.
Ser¨¢ el mismo hombre que indag¨® sobre delitos y faltas y tambi¨¦n castigos privados, que quiso volar sobre el Sena para cantar Par¨ªs y correr por Venecia para hac¨¦rselo con Julia Roberts. El hombre que ha dicho: 'M¨¢s que en ning¨²n otro periodo de la historia, la humanidad se enfrenta a una encrucijada. De un lado, el camino conduce hacia la desesperaci¨®n, el desconsuelo; del otro, hacia la total extinci¨®n. Recemos para tener la sabidur¨ªa de elegir correctamente'. Y tambi¨¦n: 'Parece que el mundo est¨¢ dividido entre buena gente y mala gente. Los buenos duermen mejor... pero parece que los otros disfrutan mucho m¨¢s del tiempo que pasan despiertos'.
Lucidez y humor impregnan su obra, y tambi¨¦n la amarga seguridad de que no hay mucho que sacar de todo esto, salvo un buen filete. Y, al menos, diez razones m¨¢s que impulsan a vivir. Quienes le admiramos sabemos que una de ellas es, precisamente, su cine.
De algo podemos estar seguros. Cuando recoja su premio, Woody Allen sabr¨¢ que Asturias est¨¢ en Europa, continente que le aclama como patrimonio propio. Porque no hay nadie m¨¢s hondamente europeo que el neoyorquino profundo que es Allen. Hijo de la mezcla, producto de la urbe, crecido en la cultura, iconoclasta, inventivo, arraigado y cosmopolita a un tiempo. Serio con su trabajo, irreverente con la fama: 'No quiero conseguir la inmortalidad gracias a mi trabajo', ha dicho. 'Prefiero obtenerla no muri¨¦ndome'.
Me gustar¨ªa estar en su mente cuando recoja el premio. Seguro que se le ocurren unos cuantos gags.
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