Flor de invernadero
Ella misma da la primera pista sobre su temperamento y temperatura art¨ªstica: 'En Noruega hace fr¨ªo y tenemos pocas horas de luz, as¨ª que hay mucho tiempo para pensar y crear'. Y, efectivamente, algo de flor de invernadero, fr¨¢gil y paciente, hay en Silje Nergaard. Su voz suena a p¨¦talo sedoso, casi transparente y quiz¨¢ algo p¨¢lido, pero posee esa belleza que gusta observar de cerca y desde todos los ¨¢ngulos; no pide m¨¢s que un poco de agua y alg¨²n rayo de sol de vez en cuando. Su fuerte no est¨¢ en la fuerza, pero su punto d¨¦bil tampoco reside en la debilidad expresiva.
En realidad, Silje Nergaard (de 35 a?os) forma parte de un fen¨®meno global de cantantes femeninas que quieren conectar con las preferencias de las nuevas generaciones. Intento loable, aunque su prop¨®sito, faltar¨ªa m¨¢s, no complace a todos. Hace poco, el veteran¨ªsimo Nat Hentoff, verdadera instituci¨®n de la cr¨ªtica mundial, dudaba en una revista especializada estadounidense de que Diana Krall y Jane Monheit, dos de las abanderadas de esta en¨¦sima nueva ola, fueran genuinas cantantes de jazz. Es m¨¢s que probable que aplique las mismas dudas razonables a Nergaard.
Silje Nergaard
Silje Nergaard (voz), Tord Gustavsen (piano y piano el¨¦ctrico), Harald Johnsen (contrabajo) y Hakon M. Johansen (bater¨ªa). Sala El Sol. Madrid, 6 de junio.
Puede que todav¨ªa no sea una Monica Zetterlund o una Karin Krog, las dos reinas indiscutibles del jazz vocal n¨®rdico, pero la noruega no pretende enga?ar a nadie. Su fraseo natural tiende hacia una forma de pop adulto bien torneado que la impulsa a deslizarse sobre un swing algo apocado y a buscarle el pulso al blues todav¨ªa con cierta aprensi¨®n. En su pa¨ªs y en Jap¨®n, lugares donde ha triunfado a lo grande, no parece importarles que no encaje en los esquemas tradicionales. En otros parajes tambi¨¦n se empieza a aplaudir ese despegue de los moldes fabricados en tierras lejanas.
En su presentaci¨®n madrile?a, acaso porque detr¨¢s ten¨ªa el logotipo gigante de la sala anfitriona (El Sol), estuvo c¨¢lida, pr¨®xima y desenvuelta. A los posibles nost¨¢lgicos les brind¨® un Two sleepy people, a d¨²o con su contrabajista, remansado pero nada somnoliento, y complet¨® el turno de standards con How high the moon, llevado en l¨ªnea recta y a velocidad de crucero. A los interesados en repertorios m¨¢s actuales les dedic¨® un ¨¦xito de Sting (If you love somebody) y una preciosa canci¨®n escrita por Pat Metheny (su mentor), Lyle Mays y David Bowie (This is not America), estrenada en versi¨®n rockera por este ¨²ltimo en su disco Tonight.
Tacto mel¨®dico
El resto fueron composiciones propias que sirvieron para comprobar el buen tacto mel¨®dico de la noruega. Es cierto que flaque¨® un poco en los bailes y en alg¨²n palo estil¨ªstico muy concreto, sobre todo en una bossa que le qued¨® ins¨ªpida, forzada y convencional, pero a cambio estuvo simp¨¢tica con el p¨²blico y generosa con sus compa?eros, un cl¨¢sico tr¨ªo de piano, contrabajo y bater¨ªa que dio a los arreglos un acabado perfecto y dentro de plazo.
Destac¨® Tord Gustavsen, un imaginativo y polifac¨¦tico teclista que lo mismo sac¨® astillas abstractas del piano ac¨²stico que se pleg¨® a las reglas del groove danzable m¨¢s can¨®nico cuando se volvi¨® hacia el el¨¦ctrico. El bater¨ªa Hakon M. Johansen, comedido durante toda la noche, inici¨® su intervenci¨®n solista desentumeciendo m¨²sculos y la acab¨® al borde del disloque integral; lo contrario que el solemne contrabajista Harald Johnsen, todo sensatez, s¨®lida estabilidad y exquisita cortes¨ªa.
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