Epitafio para un caballero
Fernando Bela¨²nde Terry (1912- 2002), que fue Presidente del Per¨² en dos ocasiones (1963-1968 y 1980-1985), pertenec¨ªa a una dinast¨ªa de pol¨ªticos latinoamericanos que, aunque minoritaria, espor¨¢dica y ensombrecida por la abrumadora presencia de los caudillos autoritarios y los jerarcas demagogos y ladrones, existi¨® siempre, como alternativa a la ominosa tradici¨®n de los reg¨ªmenes dictatoriales y los mandatarios irresponsables y corruptos: la de civiles idealistas y patriotas, genuinamente democr¨¢ticos, honestos a carta cabal y convencidos de que con buenas ideas y la palabra persuasiva un gobernante pod¨ªa resolver todos los problemas y traer prosperidad y progreso a su pa¨ªs.
Cuando entr¨® a la pol¨ªtica profesional, a mediados de los a?os cincuenta, a finales de la dictadura de Odr¨ªa, era un profesor de arquitectura que hab¨ªa estudiado y conoc¨ªa el Per¨² con una pasi¨®n de enamorado y que admiraba a Roosevelt y el New Deal, sus modelos pol¨ªticos. Las im¨¢genes del mandatario estadounidense pronunciando aquellas peroratas radiof¨®nicas que devolvieron la confianza a una naci¨®n en crisis y de su Gobierno que mediante un intenso programa de obras p¨²blicas reanimaba la econom¨ªa y lideraba el crecimiento econ¨®mico de los Estados Unidos luego de la Gran Depresi¨®n, guiaron siempre su conducta cuando estuvo al frente del Gobierno. Fue leal a ellas incluso contra de los desmentidos que le dio a veces la realidad. Por eso, siempre desconfi¨® de las ideas liberales en el ¨¢mbito econ¨®mico -'Sobre mi tumba no se escribir¨¢: Aqu¨ª yace un Presidente que alcanz¨® la salud econ¨®mica', le o¨ª bromear alguna vez- como las relativas a un mercado libre y a un Estado no intervencionista, pero lo fue de manera cabal y extraordinaria en lo que el liberalismo tiene de adhesi¨®n a la democracia pol¨ªtica, de tolerancia con la cr¨ªtica, de respeto al adversario y de amor a la libertad.
Durante su primer Gobierno, cuando ¨¦l y su partido, Acci¨®n Popular, encarnaban una fuerza genuinamente progresista, que hab¨ªa roto el monopolio que hasta entonces ejerc¨ªa el Partido Aprista como fuerza pol¨ªtica con arraigo popular, su programa de reformas, pragm¨¢tico, t¨¦cnico y bien concebido, hubiera sacado al Per¨² de las cavernas -puesto fin al latifundismo, reforzado las instituciones de la sociedad civil, descentralizado la administraci¨®n y la econom¨ªa, tecnificado la burocracia-, pero sus adversarios pol¨ªticos, el APRA y el Odri¨ªsimo, aliados, que dominaban el Congreso, sabotearon todas estas iniciativas e hicieron una oposici¨®n cainita y suicida cuya secuela fue, naturalmente, un golpe militar. En esa ¨¦poca, un sector muy amplio de la opini¨®n p¨²blica, y buena parte de sus colaboradores m¨¢s cercanos, lo exhortaron a cerrar ese Parlamento cerril para hacer posibles las indispensables reformas. Bela¨²nde resisti¨® todas esas presiones, alegando que el respeto de las formas -de las leyes- era la esencia misma de la democracia, para ¨¦l algo inseparable de la civilizaci¨®n. En 1968, cuando el asalto al poder de la camarilla militar presidida por el general Velasco Alvarado, el Per¨² entr¨® en un proceso de nacionalizaciones y degeneraci¨®n institucional que lo empobrecieron, enconaron y atrasaron de una manera tan profunda, que hasta ahora ning¨²n gobierno ha conseguido revertir ese proceso. Por el contrario, el Gobierno de Alan Garc¨ªa (1985-1990) y la dictadura de Fujimori (1990- 2000) lo agravaron todav¨ªa m¨¢s, a?adi¨¦ndole unas dosis de demagogia, violencia y corrupci¨®n tales que, desde entonces, para muchos peruanos de las nuevas generaciones la palabra pol¨ªtica resulta ahora indisociable del chanchullo, la mentira, la intriga menuda, la sinverg¨¹encer¨ªa y, sobre todo, la rapi?a. Para que sepan que no siempre fue as¨ª, que en un pasado todav¨ªa reciente la pol¨ªtica encarn¨® tambi¨¦n en el Per¨² la generosidad, la probidad y la decencia ser¨¢ necesario que vuelvan la mirada hacia la figura de Fernando Bela¨²nde Terry.
Cuando, despu¨¦s de doce a?os de dictadura militar, los peruanos en 1980 pudieron votar de nuevo, volvieron a llevar a la Presidencia a Bela¨²nde Terry. Por no provocar nuevas divisiones y antagonismos en una sociedad que a¨²n lam¨ªa las heridas de ese largo naufragio autoritario, Bela¨²nde no corrigi¨® las insensatas medidas estatizantes y colectivistas con las que la dictadura militar acab¨® destruyendo la agricultura, buena parte de la industria, y envileciendo de ra¨ªz la vida econ¨®mica peruana. Fue, desde mi punto de vista, un grav¨ªsimo error. Pero, adoptado por una raz¨®n superior. Para ¨¦l, la primera prioridad de su nuevo Gobierno deb¨ªa ser apuntalar la renaciente y fr¨¢gil democracia, y evitar por tanto reformas de car¨¢cter traum¨¢tico, que provocaran inestabilidad y pusieran en peligro la libertad y la legalidad reci¨¦n recobradas.
Fue en esta ¨¦poca cuando yo comenc¨¦ a tratarlo, aunque ya lo hab¨ªa visto alguna vez durante sus a?os de exilio, que pas¨® gan¨¢ndose la vida como profesor universitario en los Estados Unidos. Empe?ado en que yo hiciese pol¨ªtica -ped¨ªrmelo era en su caso una gran muestra de aprecio, porque la pol¨ªtica era para ¨¦l el quehacer noble y patri¨®tico por excelencia- me cit¨® varias veces, en Palacio, y tuvimos largas conversaciones, algunas muy personales, que nunca he olvidado. Siempre recordar¨¦ la lucidez con que avizoraba el turbulento futuro del Per¨², y, tambi¨¦n, la angustia, que se esforzaba por no dejar translucir, por la impotencia en que se encontraba para impedirlo. Sus predicciones se cumplieron al pie de la letra. M¨¢s tarde, cuando fuimos aliados en el Frente Democr¨¢tico Nacional, siempre mostr¨® hacia mi candidatura una generosidad sin l¨ªmites, pese a que algunas de mis ideas no eran las suyas. Discutimos muchas veces, pero, incluso en los momentos de mayores discrepancias, era imposible perderle el respeto, y casi inevitable manifestarle una cierta admiraci¨®n, por la destreza con que dominaba el arte de la pol¨ªtica, y la elegancia con que guardaba siempre las formas y sab¨ªa expresarse aun en lo m¨¢s fogoso de la discusi¨®n.
Ya la oratoria no es un valor en la vida pol¨ªtica. Hoy, los pol¨ªticos son por lo general marionetas a quienes los creadores de im¨¢genes, expertos en publicidad y asesores programan y manipulan de acuerdo a t¨¦cnicas perfectamente funcionales. Para Bela¨²nde la palabra, la voz, el gesto, la comunicaci¨®n viva y directa con un p¨²blico -desde una tribuna antes que desde un estudio televisivo- era el instrumento primordial de la vida pol¨ªtica. Como era un hombre culto, de buenas lecturas y un gran don de gentes, ten¨ªa un repertorio riqu¨ªsimo de ideas, de citas y de im¨¢genes, que comparec¨ªan en sus espl¨¦ndidos discursos para fijar la atenci¨®n y a menudo conmover y hechizar a su p¨²blico. La limpieza y desenvoltura con que manejaba el espa?ol ten¨ªan que ver con su buena formaci¨®n intelectual, pero, tambi¨¦n, con su lim
pia factura moral. Porque, incre¨ªblemente, a pesar de las desilusiones y agravios que recibi¨® -las traiciones de tantos partidarios, las campa?as de descr¨¦dito montadas contra ¨¦l por la dictadura que lo depuso, la vileza con que sol¨ªa atacarlo la oposici¨®n- nunca perdi¨® el optimismo, ni esas saludables dosis de buena entra?a y buen humor que trasluc¨ªan todas sus intervenciones p¨²blicas.
Decir de ¨¦l que no rob¨® nunca, a pesar de haber estado cerca de diez a?os en el poder -del que sali¨®, en las dos ocasiones, m¨¢s pobre de lo que entr¨®-, es decir mucho, en un pa¨ªs donde, en los ¨²ltimos veinte a?os el saqueo de la riqueza nacional y la cleptocracia gubernamental han sido pr¨¢cticas generalizadas, pero es todav¨ªa decir muy poco de las cualidades morales que lo adornaron, porque ser honrado era para Bela¨²nde Terry algo tan espont¨¢neo y natural como ser dem¨®crata, anti-autoritario y un amante de la libertad. Era, tambi¨¦n, en lo personal, ingenioso, divertido, un gran contador de an¨¦cdotas, aunque guardando siempre una distancia con el interlocutor, aun el m¨¢s pr¨®ximo, lo que rodeaba su personalidad de cierto enigma.
Durante los diez a?os de oprobio de Fujimori y Montesinos, cuando tantos peruanos que hab¨ªan parecido hasta entonces dignos y respetables, en el campo pol¨ªtico, profesional y empresarial, se prostitu¨ªan de la manera m¨¢s inmunda, vendi¨¦ndose por cargos p¨²blicos, prebendas y negociados, o, pura y simplemente, a cambio de maletas llenas de d¨®lares, la conducta de Bela¨²nde Terry fue ejemplar y, en alg¨²n momento, solitaria. Jam¨¢s hizo la menor concesi¨®n, ni en una sola oportunidad dej¨® de mostrar su rechazo y condena de un r¨¦gimen al que millones de sus compatriotas, por unos supuestos logros econ¨®micos (que luego resultaron puro espejismo) perdonaban los cr¨ªmenes, los fraudes electorales y el pillaje m¨¢s fren¨¦tico. En esos a?os Bela¨²nde nunca dej¨® de recordar aquella norma con la que fue consecuente a lo largo de toda su trayectoria c¨ªvica: en ning¨²n caso, por ninguna raz¨®n, es aceptable la destrucci¨®n del orden constitucional, porque no hay progreso ni desarrollo reales cuando un poder arbitrario reemplaza la legalidad y la libertad.
?Qu¨¦ herencia pol¨ªtica deja Fernando Bela¨²nde Terry? Aunque hay entre sus seguidores personas valiosas, yo dudo que Acci¨®n Popular sobreviva, a menos que se renueve de ra¨ªz. Porque era un partido que reflejaba ¨ªntimamente la idiosincrasia y la persona de su fundador, una formaci¨®n a la antigua usanza, nacida y estructurada en torno a una figura de gran seducci¨®n y carisma antes que a un programa o a una ideolog¨ªa, es decir una instituci¨®n que va siendo ya muy anacr¨®nica en nuestros d¨ªas, en que la pol¨ªtica es cada vez m¨¢s una tarea de equipos y de cuadros y de t¨¦cnicas y cada vez menos de l¨ªderes y caudillos (aun en la mejor acepci¨®n c¨ªvica de esta palabra).
Su desaparici¨®n ha provocado una extraordinaria manifestaci¨®n de pesar y de cari?o en el Per¨², una de las m¨¢s multitudinarias y genuinas que hayan tenido lugar en muchas d¨¦cadas. Es algo muy merecido, desde luego. Mucho me temo que lo que hemos despedido con ¨¦l los peruanos en estos d¨ªas melanc¨®licos no vuelva a comparecer ya en nuestra vida pol¨ªtica, la que, como en el resto del mundo, ser¨¢ cada vez m¨¢s en el futuro un quehacer de gentes terriblemente pragm¨¢ticas y fr¨ªas, calculadoras y de escasos escr¨²pulos, donde no habr¨¢ ya sitio para esos otros anacronismos que ¨¦l tambi¨¦n encarn¨®: la caballerosidad, las buenas maneras, el idealismo, el patriotismo, la elegancia.
? Mario Vargas Llosa, 2002. ? Derechos mundiales de prensa en toda las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2002.
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