Horizonte despejado
Espa?a, liderada por un espl¨¦ndido Ra¨²l, liquida la primera fase con una sencilla victoria sobre Sur¨¢frica
Espa?a liquid¨® la primera fase del Mundial con una sencilla victoria frente a Sur¨¢frica, que hizo todo lo posible por perder. Qui¨¦n lo dir¨ªa, cuando necesitaba un empate para pasar a la siguiente ronda. No es que su actitud fuera deficiente, su problema era alg¨²n jugador. Arendse, m¨¢s que nadie. Arendse jug¨® de portero, pero se pas¨® la noche haciendo amigos en el equipo espa?ol. Protagoniz¨® la jugada c¨®mica del Mundial en el primer gol y regal¨® la porter¨ªa en el tiro libre de Mendieta. En el tercero hizo el tancredo, aunque la principal responsabidad fue del central. De ¨¦l y de Ra¨²l, que no perdona.
Arendse fue una carga excesiva para su equipo, nada sobrado de clase por otra parte. Energ¨ªa no les falt¨®, ni unas cuantas patadas mal dadas, de las que tom¨® nota Mendieta principalmente. Mendieta jug¨® por la izquierda en un equipo que tuvo sitio para todo el mundo. Con el viento en las velas, Camacho dio entrada a todos los suplentes con la excepci¨®n de Ricardo y Contreras. De los titulares del primer partido s¨®lo jugaron Casillas, Nadal y Ra¨²l. Est¨¢ claro que lo de Ra¨²l es un desaf¨ªo en toda regla. Quiere protagonizarlo todo. No quiere descansos ni faenas de medio pelo. Marc¨® dos goles a los surafricanos y dirigi¨® las operaciones con un despliegue febril. Juega como los iluminados, sin dar tregua a nadie, con un arrebato que s¨®lo puede ser contagioso. A su alrededor no hay m¨¢s remedio que funcionar a todo gas o, de lo contrario, la comparaci¨®n con Ra¨²l ser¨¢ inevitable.
Quiz¨¢ todo vaya de carril, pero cuatro goles en tres partidos obligan a preguntarse por la solvencia de la defensa
Como Ra¨²l predica con el ejemplo, no es posible discutirle su liderazgo. Frente a Sur¨¢frica estuvo atento a todo. Al sorprendente error de Arendse en el primer gol. Mendieta corri¨® el pase hacia Ra¨²l, pero lleg¨® antes el portero, que se lanz¨® al suelo y tuvo tiempo de perder la pelota tres veces. O ten¨ªa las manos enjabonadas o el hombre no ha nacido para ser portero. Se le escurri¨® el bal¨®n en cada intento de atraparlo, y Ra¨²l reba?ando. Lo raro es que fuera otro. Siempre es ¨¦l quien saca beneficio de estas jugadas absurdas. Otros no van, no acuden, no tienen la fe o el instinto. No se puede hablar de casualidad cuando ocurre tantas veces. Pues bien, Ra¨²l se llev¨® la pelota y la dej¨® en la red ante el estupor de los surafricanos.
El gol produjo dos efectos. Por un lado, liber¨® a un equipo con numerosos suplentes. Por otro, les liber¨® demasiado. A Espa?a le falt¨® durante el primer tiempo el punto de energ¨ªa para poner m¨¢s distancia con su rival. El juego era correcto, con Xavi en su papel. Por los extremos, Joaqu¨ªn amenazaba de vez en cuando, pero sin continuidad. Y, en el otro lado, Mendieta tuvo que dirimir un grave conflicto con Nzama, fogoso lateral que no perdon¨® una patada. Entre que volaban los tacos y que no es su perfil natural, Mendieta se gan¨® el sueldo con una actuaci¨®n irregular. Ha perdido el punto de sus buenos tiempos en el Valencia, pero su actividad fue notable durante todo el encuentro. Y hasta se dio el gusto de marcar el segundo gol, un tiro libre con el portero en plan regalador: Arendse abandon¨® el palo que le correspond¨ªa y mir¨® como entraba la pelota. Aqu¨ª, un amigo.
El tanto de Mendieta resolvi¨® una fase de mal juego de la selecci¨®n. Los surafricanos atacaron porque no les quedaba m¨¢s remedio y anotaron el empate en una de esas acciones que le ponen a Camacho al borde de un ataque de nervios. Nadie despej¨® aquel bal¨®n cruzado, que vol¨® entre las cabezas de toda la defensa espa?ola y acab¨® en la red. Quiz¨¢ todo vaya de carril para Espa?a, pero cuatro goles en tres partidos obligan a preguntarse por la solvencia de la defensa, la l¨ªnea menos engrasada del equipo. Tampoco se respondi¨® bien en el segundo gol surafricano, de c¨®rner nada menos. A Camacho se lo llevaban los demonios porque no encuentra la manera de que Espa?a apruebe ese examen.
Pese al tanto de McCarthy, la diferencia entre los dos equipos era abrumadora. Cada aceler¨®n de Espa?a supon¨ªa otro gol. No necesit¨® mucho tiempo para lograr el tercero. Joaqu¨ªn se escap¨® por dentro y elev¨® la pelota sobre el ¨¢rea, donde pugnaban un central y Ra¨²l. No hay m¨¢s que hablar: Ra¨²l le gan¨® un metro, o el defensa se lo concedi¨® por falta de recursos, y cabece¨® con fiereza. Todo lo dem¨¢s fue un agradable recorrido hasta el final del partido.
Sergio sustituy¨® a Albelda, irrelevante durante toda la noche, y Luque tuvo sus minutos. Era el equipo b al completo, salvo Helguera, de central en esta ocasi¨®n, y Nadal, que ha recibido la m¨¢xima confianza de Camacho. Junto a Casillas es el ¨²nico que ha disputado todos los minutos de esta perfecta primera fase: todos los partidos ganados, gente descansada y el horizonte m¨¢s claro que nunca. O sea, como nunca.
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