El camino hacia los Pactos de la Moncloa
El deterioro econ¨®mico, una inflaci¨®n de casi el 30% y la aparici¨®n del paro obligaron al gran acuerdo nacional
Entraba Espa?a en 1977 con unas enormes ganas de democracia, pero terriblemente zarandeada por la crisis econ¨®mica mundial. Cuatro a?os antes, el encarecimiento de los precios del petr¨®leo tras la guerra del Yon Kippur entre ¨¢rabes e israel¨ªes hab¨ªa impactado en todas las econom¨ªas y en el caso espa?ol hab¨ªa dejado el pa¨ªs al descubierto. Salieron todos los problemas a relucir y los milagros franquistas se desvanecieron irremisiblemente. Los pol¨ªticos que se hab¨ªan encargado de modernizar el pa¨ªs y los partidos de izquierda reci¨¦n instalados en la vida nacional se encontraron con un miedo atroz a que la crisis arruinara el proceso de transici¨®n.
?C¨®mo estaba entonces Espa?a? Los datos fundamentales de la econom¨ªa resultaron no ser tan reales como ofrec¨ªan las cifras oficiales. El d¨¦ficit p¨²blico (en torno al 2%) no era demasiado alarmante, pero no contemplaba el que estaba encubierto en muchos organismos aut¨®nomos o en empresas p¨²blicas como Renfe y otras industrias que luego tendr¨ªan que pasar por la reconversi¨®n; hab¨ªa mucha inflaci¨®n oculta porque estaba reprimida por la hoy desaparecida Junta Superior de Precios; hab¨ªan vuelto muchos emigrantes, en parte atra¨ªdos por la apertura,pero principalmente porque la crisis del petr¨®leo tambi¨¦n hac¨ªa mella en los pa¨ªses en los que estaban contratados.
Los sindicatos no estuvieron en aquella firma. Se prefiri¨® que el pacto fuera pol¨ªtico
En 1977, el Producto Interior Bruto (PIB) era de 9,1 billones de pesetas de entonces, con un PIB por habitante equivalente a 3.000 d¨®lares (ahora supera los 14.000). El crecimiento en t¨¦rminos reales era del 2,8% y parec¨ªa s¨®lido, pero el consumo privado (fuerza principal de la econom¨ªa) era menor, en torno al 1,5%. Veinticinco a?os despu¨¦s, a final de 2001, el PIB espa?ol superaba los 100 billones de pesetas y para este a?o est¨¢ previsto los 114 billones, aunque ya hay que hablar en euros (unos 688.900 millones), la nueva moneda que ha sustituido a la vieja peseta y que viene a ilustrar los cambios de los tiempos, con una Espa?a ya integrada en Europa. El tipo de cambio del d¨®lar rondaba las 75 pesetas por d¨®lar.
Lo peor se reflej¨® en los precios al consumo. La inflaci¨®n, dejada de la mano de los gobernantes, se dispar¨®. En algunos momentos a lo largo del a?o lleg¨® a superar el 30%, aunque acab¨® aquel 1977 con un 26,4% de aumento, algo que ahora -tambi¨¦n entonces- pone los pelos de punta. Pero es que el Banco de Espa?a, encargado de controlar los precios con la pol¨ªtica monetaria, ten¨ªa entonces una actitud muy laxa, lo que en definitiva financiaba el crecimiento de la inflaci¨®n. Los tipos de inter¨¦s para cr¨¦ditos personales superaban el 10%, aunque no tardar¨ªan en rebasar el 20% poco despu¨¦s.
Apareci¨® entonces otro de los graves problemas estructurales de la econom¨ªa espa?ola, que se ha instalado a lo largo de los 25 a?os pasados: el desempleo. En 1973, los parados rondaban los 325.000, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA). De repente se lleg¨® a 627.990 parados de diciembre de 1976; 760.060 un a?o despu¨¦s, para superar el mill¨®n a finales de 1978. La tasa sobre la poblaci¨®n activa era a finales de 1977 de 5,69%, ahora es del 11,47%, pero por medio -aparte de recientes reformas de recuento- se lleg¨® al r¨¦cord trimestral del 24,55% al final de marzo de 1994.
La poblaci¨®n, por lo dem¨¢s, era joven. El boom de nacimientos de los ¨²ltimos cincuenta y primeros sesenta hizo que para las fechas de las primeras elecciones generales del 15-J, el 25% de los habitantes de Espa?a tuviera menos de 18 a?os (ahora ese porcentaje es menor del 15%). Adem¨¢s, todav¨ªa el peso del sector primario era alto. De los 12,5 millones de trabajadores ocupados (m¨¢s de 16 en la actualidad) que hab¨ªa en 1977, 2,5 millones lo estaban en agricultura (ahora hay menos de un mill¨®n) y m¨¢s del 5,3 millones ya estaban en el sector servicios, cuando en la actualidad superan los 9 millones. El turismo, la primera industria nacional, trajo a Espa?a 34 millones de visitantes, m¨¢s o menos la mitad de los que recalaron en 2001.
El tejido empresarial era una mezcla de monopolios y oligopolios, controlados en su mayor parte por el capital p¨²blico. Era una econom¨ªa enormemente intervencionista y muy r¨ªgida que no ten¨ªa capacidad competitiva. La decisi¨®n del Gobierno de Adolfo Su¨¢rez reci¨¦n salido de las urnas el 15-J de devaluar la peseta casi un 20% era un s¨ªntoma claro de la cr¨ªtica situaci¨®n que viv¨ªa el pa¨ªs.
Todo estaba roto o medio roto. Con los precios desbocados y la estructura social maltratada no cab¨ªa otra salida que buscar un gran acuerdo nacional con la participaci¨®n de todas las fuerzas sociales. Tras las elecciones del 15-J ganadas por UCD, Adolfo Su¨¢rez nombr¨® a Enrique Fuentes Quintana vicepresidente al frente del ¨¢rea econ¨®mica y a Fernando Abril Martorell encargado del ¨¢rea pol¨ªtica. Se puso en marcha toda la maquinaria para corregir las grandes lacras que lastraban la econom¨ªa espa?ola: la inflaci¨®n, el desempleo y el fuerte d¨¦ficit exterior, que superaba los 11.000 millones de d¨®lares. Estaban en marcha los Pactos de la Moncloa.
Se trataba de involucrar a todos, a los partidos de izquierda (el PCE hab¨ªa sido legalizado en la Semana Santa de aquel a?o); a los sindicatos, reci¨¦n salidos de las catacumbas, y a los empresarios, que acababan de constituir la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales (CEOE). 'La idea era un ajuste general para luego abordar una Constituci¨®n para todos y no que estuviera partida, ¨¦se era el sentido profundo de aquellos pactos', dice Jos¨¦ Luis Leal, entonces director general de Pol¨ªtica Econ¨®mica. Leal form¨® el equipo que redact¨® el documento t¨¦cnico base para los pactos junto a Manuel Lagares, subsecretario de Econom¨ªa; Luis ?ngel Rojo, director del Servicio de Estudios del Banco de Espa?a, y Blas Calzada, director general de Estad¨ªstica.
El documento t¨¦cnico ten¨ªa que pasar la aprobaci¨®n pol¨ªtica. Fernando Abril se encargar¨ªa de negociar con los partidos de la oposici¨®n. Fue primero con Santiago Carrillo, secretario general del PCE, lo que no gust¨® mucho al PSOE, que hab¨ªa salido de las elecciones generales con una clara perspectiva de alcanzar el poder sin pasar mucho tiempo. Quiz¨¢ por ello mostr¨® bastantes reticencias a dar su respaldo, cuando la propia UGT (el sindicato ligado tradicionalmente al partido socialista) no los ve¨ªa mal. Sin embargo, Felipe Gonz¨¢lez accedi¨® a firmar los Pactos. 'Hab¨ªa un evidente riesgo de descarrilamiento, los ingresos no iban bien, la balanza exterior presentaba un enorme d¨¦ficit, empezaba a aflorar el desempleo..., la situaci¨®n era insostenible', sostiene Carlos Solchaga, que pasados los a?os ser¨ªa ministro de Industria y de Econom¨ªa con el PSOE. Tambi¨¦n firmaron Enrique Tierno Galv¨¢n (PSP) y los grupos catal¨¢n y vasco.
Los sindicatos no estuvieron en aquella hist¨®rica foto de la firma en La Moncloa. Se prefiri¨®, recuerda hoy alguno de los protagonistas, que los pactos tuvieran m¨¢s una r¨²brica pol¨ªtica por parte de las fuerzas representadas en el Parlamento. Eso no quer¨ªa decir que las organizaciones sindicales (Nicol¨¢s Redondo lideraba UGT y Marcelino Camacho, CC OO) y la patronal CEOE quedaran al margen. 'Siempre prestaron un s¨®lido apoyo', dice Leal. Entre otras decisiones importantes, los sindicatos aceptaron un aumento salarial del 22% (20 puntos m¨¢s dos de deslizamiento) cuando la inflaci¨®n acabar¨ªa ese a?o con el 26,4%. No resultaba muy explicable que los sueldos subieran menos que la inflaci¨®n y ello motiv¨® que Camacho dijera aquello de 'las matem¨¢ticas de la burgues¨ªa'. Pero los sindicatos firmeron y tuvieron que soportar que en alguna f¨¢brica m¨¢s de un militante les arrojara el carnet a la cara.
Probablemente el sacrificio era porque no s¨®lo era salario real de lo que se hablaba. 'Hab¨ªa que considerar tambi¨¦n el salario social; es decir, aumentar el gasto social en cap¨ªtulos que mejoraban notablemente el estado de bienestar', seg¨²n Solchaga. Pero el Gobierno, con el sistema franquista de impuestos indirectos la presi¨®n fiscal no supon¨ªa nada m¨¢s que el 22% del PIB (frente al 37% actual), lo que arrojaba ingresos suficientes para hacer frente a los compromisos de gastos a los que el Gobierno de Su¨¢rez se estaba comprometiendo con los sindicatos.
Los pactos, aprobados finalmente el 27 de octubre de 1977, abordaron tambi¨¦n la implantaci¨®n de un sistema fiscal moderno, y de ello se encarg¨® especialmente Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez como ministro de Hacienda. Junto a Fuentes Quintana, el desaparecido pol¨ªtico cre¨® el modelo actual de IRPF.
Los Pactos de la Moncloa, que no se prorrogaron quiz¨¢ por razones electorales, fueron un cambio fundamental que sirvi¨®, m¨¢s all¨¢ del consenso pol¨ªtico y de la correcci¨®n de algunos desequilibrios, 'para sanear la econom¨ªa y sentar las bases para acercarse a Europa y el posterior crecimiento', apostilla Leal, quien luego ser¨ªa ministro de Econom¨ªa con UCD. La cirug¨ªa result¨® eficaz en la inflaci¨®n, que se redujo dr¨¢sticamente hasta el 16,5% y empez¨® a contener tanto del d¨¦ficit p¨²blico como el exterior. Pero no pudo evitar el aumento del paro.
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