Otras dos orillas
La rectora avis¨® a Torres Hurtado cuando hab¨ªa 200 inmigrantes, que lograron doblarse hasta que se estableci¨® el control policial
En el encierro de inmigrantes de la Universidad Pablo de Olavide chocan dos mundos. El hambriento y m¨ªsero del Sur, que se ha atrincherado en un trocito del Norte dedicado a cultivar el pensamiento. No son las ¨²nicas orillas de la protesta. Entre la rectora y el Delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa hay tambi¨¦n un mar de divergencias ideol¨®gicas.
Rosario Valpuesta (Sevilla, 1953) afronta el encierro desde una perspectiva humanitaria, sin mojarse en lo pol¨ªtico en sus declaraciones p¨²blicas -es un problema que no puede resolver la Universidad, ha dicho- pero implic¨¢ndose de lleno en facilitar una condiciones dignas a las 400 personas que se le han colado en el campus, con las ¨²nicas armas de una carpeta y una pegatina verde que les identificaba como supuestos asistentes a unas falsas Jornadas Multiculturales que celebraba la Asociaci¨®n Cultural Al-Andalus en Dos Hermanas. La rectora mira al Sur, al que incluso suele escapar durante sus vacaciones. Cuando mira a los 400 ve a las v¨ªctimas de un mundo que fomenta la desigualdad e ignora la miseria.
Jos¨¦ Torres Hurtado (P¨ª?ar, Granada, 1946) lleva desde 1996 vigilando el orden en un trocito del Norte, lo que incluye velar porque las puertas geogr¨¢ficas, o sea las fronteras, tengan cada vez menos resquicios de entrada para los que han nacido en paralelos menos afortunados. A la Delegaci¨®n del Gobierno en Andaluc¨ªa tambi¨¦n se le colaron los inmigrantes, a pesar de que la polic¨ªa hab¨ªa detectado semanas atr¨¢s movimientos de los promotores de la protesta en varias parroquias de Sevilla en las que buscaron apoyo para organizar un encierro en la antesala de la cumbre. Cuando Torres Hurtado mira a los 400 ve un problema de seguridad y a lo mejor un fallo.
As¨ª que la rectora y el Delegado son tambi¨¦n dos orillas distantes que, pese a ello, no se llevan mal. Desde que comenz¨® el encierro el lunes 10 han mantenido dos conversaciones telef¨®nicas. Y ya en la primera, la rectora dej¨® claro que una discusi¨®n entre ambos ser¨ªa un sinsentido habiendo como hay un mar de divergencias entre ambos. 'T¨² estas en un lado y yo en otro', le espet¨®, seg¨²n fuentes universitarias.
Cuando Valpuesta telefone¨® a Torres la ma?ana del lunes hab¨ªa alrededor de 200 inmigrantes en el campus. La rectora llam¨® al constatar lo que se avecinaba, una vez pasado el asombro inicial que cundi¨® entre los miembros de la comunidad universitaria que se cruzaron aquella ma?ana con decenas de magreb¨ªes y negros provistos de bolsas, carpetas y pegatina. Cuando la oficina de la rectora localiz¨® a alguien que acompa?ara a los inmigrantes para averiguar qu¨¦ ocurr¨ªa, la versi¨®n result¨® na?f: se trataba de una visita cultural de Al-Andalus. ?Para qu¨¦ llevan bolsas con ropa? 'Vienen directamente de Mauritania a un albergue de Dos Hermanas'. Ya todo era tan raro - bolsas de ropa, visita cultural y ni pizca de espa?ol entre los reci¨¦n llegados- que el equipo de la rectora cay¨® en la cuenta de que aquella visita inesperada aspiraba a prolongarse durante muchos d¨ªas. Avisada la rectora, su primera llamada fue al Delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa para informarle de que 200 inmigrantes se hab¨ªan plantado en el campus para encerrarse. Torres Hurtado le recomend¨® que pidiera el desalojo inmediato. Valpuesta se neg¨®. El Delegado le advirti¨® de que podr¨ªan llegar muchos m¨¢s y que se arrepentir¨ªa.
De hecho, llegaron m¨¢s. Desde que se avis¨® a la Delegaci¨®n del Gobierno hasta que se establecieron controles policiales en el exterior del recinto universitario todav¨ªa tuvieron tiempo de entrar otros 200. Hasta entrada la tarde estuvieron llegando taxis a la Universidad Pablo de Olavide con grupos de tres y cuatro inmigrantes. Los dise?adores del encierro, que se adscriben en la izquierda radical, hab¨ªan preparado el traslado desde Huelva de 600 inmigrantes, que deb¨ªan llegar a Sevilla de forma escalonada. Algunos de los encerrados hab¨ªan pasado ya varias noches a la intemperie en la capital andaluza mientras esperaban la se?al para desplazarse hasta el campus.
'Ni salen ni entran'. Esa fue la consigna que recibi¨® la polic¨ªa, seg¨²n explic¨® Torres Hurtado en sus primeras declaraciones p¨²blicas sobre el encierro, aunque ese cord¨®n de control todav¨ªa tard¨® bastantes horas en desplegarse, tantas que permitieron que los encerrados doblaran su n¨²mero desde el aviso del rectorado.
El mi¨¦rcoles la polic¨ªa irrumpi¨® en el campus para detener a un argelino. Se encrespan las dos orillas. La rectora, arropada por su equipo, denuncia la invasi¨®n policial en el campus y reitera que jam¨¢s pedir¨¢ el desalojo. A pesar de las fotograf¨ªas y las im¨¢genes que lo evidencian, el Delegado del Gobierno asegura que no entraron porque identifica campus con edificios. Con esa marejada de fondo se produce la segunda conversaci¨®n telef¨®nica entre Valpuesta y Torres Hurtado. Fuentes universitarias explican que la rectora le pide que aligere 'la tensi¨®n en la puerta' y que deje de vincularla a la organizaci¨®n del encierro. Tras este contacto, Torres Hurtado sigui¨® manteniendo que se hab¨ªa organizado con el apoyo de alguien vinculado a la universidad que no dio la noticia 'hasta que el hecho estaba consumado', pero desvincul¨® de ello a la rectora.
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