Lisboa recuerda a Wernicke
El teatro S?o Carlos de Lisboa ha culminado su temporada l¨ªrica con un espect¨¢culo, Ay, Amor, que combina dos obras de Manuel de Falla: la versi¨®n de 1915 de El amor brujo y la ¨®pera La vida breve. La producci¨®n, procedente de los teatros de Basilea y Bruselas, est¨¢ dise?ada por el director alem¨¢n Herbert Wernicke, fallecido el pasado 16 de abril mientras preparaba la puesta en escena del oratorio Israel en Egipto, de H?ndel, y del que el teatro lusitano hab¨ªa ofrecido esta misma temporada su versi¨®n de Falstaff, de Verdi, estrenada el pasado verano en el Festival de Aix-en-Provence. A Wernicke est¨¢n dedicadas estas representaciones. Sus asistentes W. Lang y R. Gubser extendieron un trozo de tela negra en una esquina del escenario a modo de cresp¨®n en los saludos finales.
Justific¨® Wernicke el t¨ªtulo Ay, Amor por los abundantes quej¨ªos iniciales de amores no correspondidos propios del cante hondo. De esta situaci¨®n participan los argumentos de El amor brujo y La vida breve. El director alem¨¢n se plantea una s¨ªntesis de m¨²sicas cultas y populares. No elude los t¨®picos, utilizados de fondo como una galer¨ªa de estampas. El torero, el guitarrista, los nazarenos. Todo est¨¢ envuelto en un perfume de amor y muerte. Y en el centro del ritual, los protagonistas, con sus sentimientos desgarrados. Hay una intenci¨®n de combinar las esencias de la tragedia cl¨¢sica con las manifestaciones m¨¢s populares. La fiesta, la danza, act¨²an de catalizadores de un fatalismo inevitable. El fuego, la luz de unos farolillos, el movimiento vertiginoso del baile, acompa?an unos ecos lorquianos, que una nana final subraya. Los hallazgos dram¨¢ticos abundan, pero a veces prevalece el distanciamiento, incluso alg¨²n amago de frialdad.
El calor lo pone la portuguesa Elisabete Matos con una prestaci¨®n irresistible, llena de fuerza y temperamento, en el personaje de Salud. Es la reina dram¨¢tica de una noche a la que Josep Pons aporta tensi¨®n y equilibrio sonoro en su direcci¨®n musical, con desajustes m¨ªnimos y aciertos evidentes. La cantaora Ginesa Ortega no acaba de convencer a este comentarista. Le falta garra y su administraci¨®n de los tiempos y ornamentos es, como m¨ªnimo, discutible. Mabel Perelstein compone teatralmente una Abuela impecable y la bailaora Natalia Ferrandiz se mueve con soltura por la plataforma inclinada donde se cuecen los dramas.
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