Grandes ventajas del hockey subacu¨¢tico
El pr¨®ximo 15 de julio, en Calgary, Canad¨¢, empieza el Campeonato del Mundo de Hockey Subacu¨¢tico. Se trata de una variante bajo el agua, del conocido juego consistente en empujar una pelota o disco, con un stick, para introducirlo en una porter¨ªa. La ¨²nica manera que tendr¨¢n los hinchas de seguir el desarrollo de los partidos ser¨¢ a trav¨¦s de pantallas televisivas conectadas a c¨¢maras submarinas. No les extra?ar¨¢, pues, que siendo un deporte tan raro y adem¨¢s submarino, se haya implantado en Catalu?a. La selecci¨®n espa?ola masculina, que competir¨¢ por el t¨ªtulo mundial, est¨¢ formada en su totalidad por catalanes, si exceptuamos a un delantero irland¨¦s y al preparador; el franc¨¦s Laurent Alquier, que fue el que introdujo este deporte aqu¨ª.
La selecci¨®n espa?ola est¨¢ compuesta por catalanes con la excepci¨®n de un delantero de origen irland¨¦s y el preparador, que es franc¨¦s
Asisto a un partido de entrenamiento de la selecci¨®n, en la piscina del Centre C¨ªvic de Can Felipa. Consta de dos partes de 15 minutos. Los jugadores, seis por equipo m¨¢s cuatro reservas, llevan un stick sujeto a la mano (para no perderlo), gorro y ba?ador reglamentarios, guantes de lana forrados de silicona (caseros), gafas de buceo, tubo y aletas patrocinadas por la empresa Tecnisub (supongo que una po¨¦tica contracci¨®n de 'tecnolog¨ªa submarina'). La mayor¨ªa usa, adem¨¢s, calcetines blancos para las rozaduras en los pies. Un ¨¢rbitro observa el encuentro desde el exterior, y dentro de la piscina hay otros dos, con gorro rojo, que se comunican con ¨¦l a trav¨¦s de signos convencionales. Entre otras cosas, controlan que los jugadores no cometan las t¨ªpicas faltas submarinas como 'quitarle las aletas al contrario' o 'insultar' (hemos de suponer que el insulto bajo el agua es a base de m¨ªmica obscena).
Empieza el partido y l¨®gicamente, al no haber c¨¢maras de televisi¨®n, lo ¨²nico que veo son unos se?ores que cada siete segundos sacan la cabeza para respirar. No se diferencian de unos buscadores de ostras. Cuando marcan un gol, vuelven a colocar el disco en su sitio, salen y se alinean en los extremos de la piscina. Es el momento que aprovechan para decirse todo lo que no se han podido decir abajo: 'Somos un bocadillo' oigo que le grita uno a otro: 'Yo soy un trozo de pan, t¨² eres el otro trozo de pan y el contrario es el jam¨®n'. Trabajar en tres dimensiones les obliga a expresarse en lenguaje metaf¨®rico. Para que no me aburra, los suplentes departen conmigo: 'En los Juegos Ol¨ªmpicos de Sydney estuvieron a punto de convertir el hockey sub en deporte de exhibici¨®n', me cuentan riendo: 'Y si en unos juegos un deporte es de exhibici¨®n, en los siguientes ya es ol¨ªmpico. Pero cuesta hacer una exhibici¨®n de algo tan dif¨ªcil de exhibir'. Una chica a?ade: 'La ventaja de ser tan minoritarios, es que nunca tendremos el problema de la reventa de entradas'. Ya en el descanso, me explican que un partido visto a trav¨¦s de las pantallas de televisi¨®n pierde. Tampoco les parece ¨®ptima la soluci¨®n australiana, que consiste en jugar en una piscina desmontable, transparente. Opinan que lo apropiado ser¨ªa ver el partido desde dentro. Una de las componentes del equipo femenino logr¨® convencer a sus allegados para que presenciaran un campeonato metidos en el agua, en ba?ador, agarrados a unas boyas, y con gafas de buceo. Pero no me parece lo m¨¢s c¨®modo para los padres y abuelos de los jugadores (sin duda sus principales fans). Es un sistema que tiene tambi¨¦n el inconveniente de casi descartar la asistencia a los partidos de alcaldes y miembros de familias reales, que no suelen sentirse c¨®modos, como nosotras, en biquini. Por eso me atrevo a sugerir una idea, que aunque puede parecer descabellada, no lo es m¨¢s que el propio hockey submarino. Se tratar¨ªa de construir unas gradas, con asientos provistos de cinturones de seguridad que se colocar¨ªan dentro de la piscina. Los hinchas ir¨ªan equipados con bombonas de ox¨ªgeno y trajes de neopreno que se les vender¨ªan junto con la entrada. Al ocupar su asiento se pondr¨ªan el cintur¨®n, que s¨®lo se desabrochar¨ªan en caso de querer ir al lavabo. En este caso subir¨ªan flotando y, despu¨¦s de pasar por la c¨¢mara de descompresi¨®n, miccionar¨ªan. No ser¨ªa mala idea acordonar una zona para los hooligans (a los alborotadores bastar¨ªa con cerrarles ligeramente el paso de ox¨ªgeno). Si bien en un partido submarino el p¨²blico no puede gritar lo de 'oe oe oe', ni tocar el bombo o la trompeta, s¨ª que puede en cambio, hacer la ola. La grada (desmontable) servir¨ªa tambi¨¦n para los encuentros de rugby subacu¨¢tico, deporte que en Catalu?a tiene tantos seguidores como el hockey. El precio de una bombona de ox¨ªgeno de 12 litros con dos salidas en V y rosca M25 es de 175 euros. Un traje de oferta, biforrado con rizo, te sale por 455,50. Las gafas, por unos 70 euros. Si sumamos a esto el cursillo obligatorio de inmersi¨®n, tenemos que una entrada preferente costar¨ªa unos 1.000 euros, y una econ¨®mica, 500 (el traje, entonces, ser¨ªa alquilado). Es mucho m¨¢s cara que el tiquet de una cena ben¨¦fica con el Pr¨ªncipe Carlos, pero eso no har¨ªa m¨¢s que incentivar la popularidad del deporte. Si prospera, podremos empezar a sumergir para siempre otros juegos como el f¨²tbol. Qu¨¦ agradable ser¨ªa el Mundial bajo el agua. Sobre todo las ruedas de prensa. Adem¨¢s, con Camacho en un banquillo submarino, se habr¨ªa acabado para siempre lo de hablar de sus axilas.
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