La memoria de los verdugos
Lee Woon-jae y Hong Myung-bo ya se hab¨ªan enfrentado a Espa?a en torneos anteriores

Lee Woon-jae, el rostro que Joaqu¨ªn no olvidar¨¢, y Hong Myung-bo, cuyo empeine atormentar¨¢ a Casillas, tienen una peculiar relaci¨®n con Espa?a, su rival en los cuartos de final, y Alemania, su adversario en las semifinales, desde hace tiempo. De una u otra forma, ambos pa¨ªses han marcado sus carreras. El destino les persigue, pero su ¨¢nimo es otro. Como ha enfatizado Guus Hiddink, lo mejor que le ha sucedido a los surcoreanos es 'haber perdido su complejo de inferioridad'. Tanto uno como otro, dos veteranos, han vivido la era del barbecho.
Lee Woon-jae, el h¨¦roe nacional tras detener el penalti decisivo a los de Camacho, conoci¨® Espa?a en 1992, cuando comenz¨® su despegue en los Juegos de Barcelona, en los que Corea disput¨® la primera fase y se fue sin perder ning¨²n partido. Empat¨® frente a Suecia y Marruecos (1-1) y contra Paraguay (0-0) y qued¨® tercera de su grupo. Por entonces, era un estudiante de la Universidad de Kyung Hee para el que el f¨²tbol era algo tan secundario como para la mayor¨ªa de sus compatriotas. Nada que ver con la exaltaci¨®n actual.
El portero dio el salto en los JJ OO de Barcelona 92 y el defensa marc¨® un gol al equipo de Clemente en EE UU 94
Tras aquella experiencia, se mantuvo en el equipo de la Universidad, desde el que logr¨® un puesto en el Mundial de Estados Unidos 94 con 21 a?os. Fue de suplente de Choi, pero el 27 de junio, en Dallas, su carrera peg¨® un giro brusco. Corea se med¨ªa a Alemania y, en un pis-pas, puso en marcha la apisonadora: 3-0. La humillaci¨®n se intu¨ªa. El t¨¦cnico surcoreano se carg¨® a Choi antes del descanso y dio vida a Lee Woon-jae, que hab¨ªa debutado tres meses antes en un amistoso contra Estados Unidos. El encuentro termin¨® 3-2. El joven universitario fue elevado a los altares. Por entonces, todo un tiempo sin un tanto era una proeza.
Despu¨¦s se consolid¨® en la Liga nacional hasta que una apendicitis le mand¨® al hospital y le priv¨® de jugar en Francia 98. Reci¨¦n aterrizado, Hiddink le rescat¨® sin vacilaciones. Ha tenido menos protagonismo que sus compa?eros de la delantera. Pero fue aparecer Joaqu¨ªn y mantener el pulso sereno, dejarse caer para el lado correcto y convertirse en la mosca de todas las televisiones del pa¨ªs.
Las relaciones de Hong Myung-bo, de 33 a?os, con Espa?a vienen de largo. Todo empez¨® en Udine (Italia), cuando el hoy capit¨¢n surcoreano asisti¨® en directo a la triada de Michel. Se fue apabullado, aunque titular en los tres partidos de su selecci¨®n, que los perdi¨® todos y s¨®lo anot¨® un gol, precisamente a Zubizarreta.
Muy valorado por su visi¨®n desde la posici¨®n de libre y su temple para jugar con sentido, fue bautizado como el Beckenbauer de Asia cuando en 1992 fue elegido el mejor futbolista de su Liga. Pero ser¨ªa en 1994, y de nuevo con los espa?oles como testigos, cuando despegara de forma definitiva. La Espa?a de Clemente debutaba en el torneo frente a Corea. Todo apuntaba a su victoria y se puso con un 2-0. Pero el lance acab¨® 2-2. Uno de los goles lo marc¨® Hong. Nueve d¨ªas despu¨¦s, frente a Alemania, en aquella previsible goleada que fren¨® Lee, volvi¨® a marcar. Ning¨²n surcoreano hab¨ªa logrado jam¨¢s dos goles en los Mundiales. Su haza?a le dispar¨® en el mercado y la poderosa Liga japonesa le enganch¨® entre 1997 y 2001. Entre medias, jug¨® otros tres encuentros mundialistas en Francia 98, sin victoria alguna, por supuesto, ya que hasta esta cita Corea jam¨¢s hab¨ªa ganado un partido.
Una lesi¨®n y sus 33 a?os estuvieron a punto de privarle de semejante placer. Inicialmente, Hiddink no cont¨® con ¨¦l. No le agradaba en exceso la peculiar relaci¨®n que tienen los j¨®venes con los veteranos, un rasgo de la sociedad surcoreana, donde los novatos guardan enormes distancias con los curtidos como Hong, con 130 encuentros internacionales. Pero finalmente apost¨® por ¨¦l. Y le concedi¨® el tiro de gracia contra Espa?a. El capit¨¢n no fall¨®. Hab¨ªa esperado demasiado tiempo como para desperdiciar tal oportunidad.
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