?Existe fascismo en Espa?a?
A ra¨ªz de las victorias de partidos de ultraderecha en varios pa¨ªses de la UE, ha surgido un debate en nuestro pa¨ªs que se centra en los peligros que supone el resurgimiento del fascismo en Europa a trav¨¦s de partidos como el de Heider en Austria (que ha alabado al r¨¦gimen nazi), el de Fini en Italia (que no ha condenado al r¨¦gimen fascista italiano) y el de Le Pen (que tampoco ha condenado el r¨¦gimen colaboracionista de Vichy), entre otros. En un intento de tranquilizar la conciencia democr¨¢tica supuestamente existente en nuestro pa¨ªs, varios medios de informaci¨®n han se?alado, con cierto orgullo, la ausencia de un partido o movimiento fascista en Espa?a que tenga un seguimiento importante entre nuestra poblaci¨®n. Se olvida en esta afirmaci¨®n que el fascismo existe en Espa?a y tiene gran visibilidad. Me explicar¨¦. Escribo estas l¨ªneas desde un hotel de Santa Cruz de Tenerife situado en la avenida principal de esta ciudad, llamada Rambla del General Franco. Me consta que ha habido varios intentos de cambiarle el nombre como resultado de las peticiones realizadas por fuerzas democr¨¢ticas, intentos fallidos debido a la resistencia a realizar este cambio por las autoridades municipales conservadoras, que argumentan que el r¨¦gimen franquista no fue un r¨¦gimen fascista, opini¨®n generalizada en Espa?a. Es importante se?alar, sin embargo, que tal distinci¨®n s¨®lo se hace en nuestro pa¨ªs. En la gran mayor¨ªa de los pa¨ªses democr¨¢ticos el golpe militar de 1936 y la dictadura que estableci¨® se conocen como fascistas. S¨®lo dos ejemplos recientes. The New York Times, en una rese?a reciente, present¨® al se?or Fraga Iribarne como 'ministro del r¨¦gimen fascista liderado por el general Franco'. Y cuando la cadena televisiva m¨¢s importante de EE UU (ABC) present¨® al se?or Samaranch, lo introdujo como 'una figura prominente en el r¨¦gimen fascista del general Franco'. Lo mismo ocurre en la gran mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, donde no se llama hitlerismo al r¨¦gimen nazi alem¨¢n, ni mussolinismo al r¨¦gimen fascista italiano, ni franquismo al r¨¦gimen fascista espa?ol. Es m¨¢s, las Naciones Unidas definieron en su d¨ªa el r¨¦gimen instaurado por Franco en Espa?a como fascista.
En Espa?a, sin embargo, ha habido un proyecto exitoso por parte de las fuerzas conservadoras espa?olas de redefinir aquel r¨¦gimen, y aun cuando algunas de estas fuerzas est¨¢n dispuestas a reconocer que tal r¨¦gimen s¨ª fue fascista al principio, a?aden, sin embargo, que fue variando de orientaci¨®n y dej¨® de serlo m¨¢s tarde, mostrando, como prueba de su argumento, la paulatina p¨¦rdida de influencia del partido fascista, la Falange. Tal afirmaci¨®n pasa por alto varios hechos esenciales. Uno es que la Falange fue sustituida por el Movimiento Nacional, que incorpor¨® muchos componentes de la Falange, desde el lenguaje hasta los s¨ªmbolos del movimiento fascista. En realidad, hasta bien entrada la d¨¦cada de los a?os setenta, las entradas a todas las poblaciones espa?olas estaban marcadas por el s¨ªmbolo fascista, y los funcionarios del Estado (desde carteros a catedr¨¢ticos) ten¨ªan que firmar lealtad al Movimiento Nacional (exigencia a la que algunos nos negamos, forz¨¢ndonos a vivir en el exilio por muchos a?os). Tal r¨¦gimen no era s¨®lo autoritario, sino tambi¨¦n altamente totalitario; es decir, intent¨® afectar con una ideolog¨ªa totalizante (que inclu¨ªa un nacionalismo exacerbado orgulloso de su pasado imperialista, as¨ª como un antiliberalismo, racismo, antilaicisismo, antiizquierdismo y fundamentalismo religioso que presentaba a un caudillo dotado de dotes sobrehumanas, nombrado por Dios) a todas las dimensiones del ser humano, desde la sexualidad hasta el lenguaje y la identidad, tal como documento en mi art¨ªculo 'Franquismo o fascismo', en Claves, n¨²mero 115. Es m¨¢s, debido al gran poder de la Iglesia espa?ola en el Estado espa?ol (cuyos obispos estaban nombrados por el dictador y cuyos sacerdotes estaban pagados por el Estado), ¨¦ste era, ideol¨®gicamente, altamente intervencionista (m¨¢s incluso que lo fuera el Estado de la Alemania nazi o de la Italia fascista) e intent¨® configurar los valores de toda la sociedad. Ni que decir tiene que aquel r¨¦gimen fue perdiendo su intensidad ideol¨®gica, aunque incluy¨® elementos fundamentales de su ideolog¨ªa hasta su ¨²ltimo d¨ªa. Es interesante notar que las mismas voces que cuestionan el car¨¢cter fascista del r¨¦gimen liderado por el general Franco (aun reconociendo que s¨ª lo fuera al principio de su existencia) no dudan en llamar comunista al r¨¦gimen existente en la Uni¨®n Sovi¨¦tica desde sus inicios hasta su colapso, aun cuando la distancia ideol¨®gica entre un Stalin y un Gorbachov es mucho mayor que la existente entre el Franco de 1939 y el de 1975. En realidad, el supuesto vac¨ªo ideol¨®gico del r¨¦gimen dictatorial espa?ol se apoyaba -como tambi¨¦n ocurri¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica- en unas redes de complicidades interpersonales e institucionales motivadas por la mera supervivencia en el poder. Y en ambos casos, la nomenclatura que sosten¨ªa aquel Estado pas¨® a ocupar lugares claves en la estructura econ¨®mica y pol¨ªtica del r¨¦gimen posterior. Este caparaz¨®n ideol¨®gico era sostenido por una brutal represi¨®n que continu¨® hasta el ¨²ltimo d¨ªa de aquel r¨¦gimen (por cada asesinato pol¨ªtico que el r¨¦gimen fascista italiano realiz¨®, el Estado fascista espa?ol durante el periodo 1939-1975 realiz¨® 10.000). Ello explica que la gran mayor¨ªa de los gobiernos y parlamentos democr¨¢ticos en Europa hayan condenado aquel r¨¦gimen junto con los reg¨ªmenes nazi y fascista italiano. Incluso hoy vemos, por ejemplo, que la derecha europea como la de Chirac no quiere el apoyo de la ultraderecha como la de Le Pen. No as¨ª en Espa?a, donde el partido gobernante y sus aliados conservadores espa?oles no han condenado el r¨¦gimen fascista espa?ol (la mayor¨ªa de los s¨ªmbolos fascistas aparecen en los territorios gobernados por tales partidos pol¨ªticos), y ello como resultado de su deseo de no antagonizar a sectores importantes fascistas (franquistas) que les votan y que representan un porcentaje considerable de sus votos. No acuso a tales partidos conservadores de ser fascistas, sino de carecer de sensibilidad democr¨¢tica por no condenar el fascismo (franquismo), el cual contin¨²a visible y vivo en muchas partes de Espa?a. Es m¨¢s, esta negaci¨®n a condenar el fascismo y la enorme violencia terrorista llevada a cabo por aquel Estado hace perder poder moral a su condena de otros partidos que est¨¢n apoyando la violencia y el terror.
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Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Pompeu Fab
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