La oreja de la bronca
?Qu¨¦ se puede hacer si cada toro ten¨ªa dos furias por pitones y no llevaban dentro nada de bravura?
La corrida enviada a Pamplona por el marqu¨¦s de Domecq puede que sea buena para el carnicero, mas de pocos argumentos de casta para los toreros y, por ende, para el respetable. Los seis toros dieron el pego, no val¨ªan nada. Adem¨¢s, el cuarto, que le correspondi¨® a Luis Francisco Espl¨¢, no dej¨® de mirarle al torero en todo momento. Tal le miraba, que al irse tras la espada a matar el animal fue a por el pecho del matador, sac¨¢ndole la camisa y se la puso como si fuera un babero de ni?o. Como la espada hab¨ªa entrado en su sitio le bast¨® con un certero descabello para mandar a mejor vida a aquel marrajo de toro. A continuaci¨®n pas¨® a la enfermer¨ªa, m¨¢s que nada por precauci¨®n, de la que volvi¨® a salir para la lidia del sexto toro, que correspond¨ªa a Luis Miguel Encabo.
Domecq / Espl¨¢, Liria, Encabo
Toros del Marqu¨¦s de Domecq, muy bien presentados, sin clase, mansos y varios con peligro. Luis Francisco Espl¨¢: cuatro pinchazos, estocada ca¨ªda y dos descabellos (silencio); estocada corta y un descabello (aplausos). Pep¨ªn Liria: media estocada y tres descabellos (silencio); estocada (oreja). Luis Miguel Encabo: estocada ca¨ªda (aplausos); estocada trasera (aplausos). Plaza de toros de Pamplona, 7 de julio. Segunda de feria. Lleno.
Luis Francisco Espl¨¢, en su primer toro no pudo acoplarse con la franela. Se puede decir que no pudo con el ejemplar del marqu¨¦s.
A Pep¨ªn Liria le toc¨® en suerte tal vez el ¨²nico toro algo potable. Sin embargo, el diestro murciano no estuvo demasiado fino, sobre todo porque en las tres tandas de derechazos que dio empezaba bien los pases y acababa ahog¨¢ndole. Dos buenos naturales y otros dos con enganchones. Instrument¨® algunos pases circulares, pero lo que pasaba all¨ª es que no hizo el toreo que ped¨ªa el toro, el cual no era un dechado de bravura; sin embargo, algo m¨¢s s¨ª pudo hacer con ¨¦l. Curiosamente, en el quinto de la tarde, su segundo, a Pep¨ªn Liria le dieron una oreja, totalmente injusta, a no ser que fuera para paliar desde la presidencia la bronca que gran parte del p¨²blico de sol le endilg¨® a la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, en cuanto compareci¨® en su desempe?o de presidenta de la corrida. Pep¨ªn, en ese toro, pese a que se hinc¨® de rodillas al iniciar la faena, autom¨¢ticamente perdi¨® la muleta. Trat¨® de darse el arrim¨®n, aunque con pocos fundamentos. Volvi¨® a seguir ahog¨¢ndole al toro, y exponiendo, pero sin emoci¨®n. Como dec¨ªa el maestro Juan Belmonte: 'Cuando un torero se arrodilla mucho es porque la guitarra no le deja tocar bien'.
Luis Miguel Encabo, que sustitu¨ªa a Enrique Ponce, peg¨® un mitin con las banderillas. Decididamente no era su tarde con los palitroques. No obstante, hay que abonar en su haber el que tratara de torear a la ver¨®nica con lentitud y con gusto. Respecto a sus faenas es verdad que los pases m¨¢s templados los ejecut¨® ¨¦l, en especial en su primero. Anotamos dos series de naturales bastante aceptables en el ¨²ltimo de la tarde.
La oreja otorgada, como hemos dicho injustamente, a Pep¨ªn Liria parte del inicio de la corrida. Nada m¨¢s salir la alcaldesa, desde los tendidos de la solana, cargados de euforia et¨ªlica y de la otra, arremetieron a improperios con la dama del palco. Como reacci¨®n a ese abroncamiento del sol, una gran parte del p¨²blico de sombra fue apagando poco a poco, o intent¨¢ndolo, aquellas subidas de tono abroncado. Sin duda, como la tarde misma, las voces eran tan ardientes como el ron. Cada ciudad conoce a sus ediles y les juzga a tenor de las creencias que cada uno tiene en su cabeza y en su coraz¨®n. Ha pasado toda la vida en todos los sitios. Acu¨¦rdense de las disputas entre sajones y normandos en la Francia antigua. Y yendo a la noticia misma del d¨ªa, el conflicto que tuvieron ayer en Irlanda los protestantes con los cat¨®licos, o los cat¨®licos con los orangistas.
Lo malo de todo esto para la fiesta es que esas disputas por un edil aqu¨ª y otro all¨¢ no dejan que se le ponga en la picota p¨²blicamente al ganadero que mand¨® aquellas toneladas de carne inservible. ?D¨®nde est¨¢ la verdad? ?Quiz¨¢ se debe buscar la verdad que hay detr¨¢s de la verdad?
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