'Si me lapidan, mi hija quedar¨¢ con el estigma de ser bastarda'
Amina Lawal es delgada y no muy alta. A sus 30 a?os, no sabe leer ni escribir. Vive en Kurami, un pueblo al norte de Nigeria. Su bien m¨¢s preciado es su hija, Wasila, quien el pasado 22 de marzo se convirti¨® en la prueba de cargo para que un tribunal isl¨¢mico la condenase a morir lapidada por adulterio. Pese a la gravedad del castigo, Amina se muestra optimista con los jueces de apelaci¨®n de la shar¨ªa (ley isl¨¢mica basada en el Cor¨¢n) que hoy decidir¨¢n sobre su condena. 'Conf¨ªo en los jueces de la apelaci¨®n porque parecen ser imparciales, a diferencia del que me conden¨® en Bakori. S¨®lo quer¨ªa convertirse en el primer juez de la shar¨ªa en condenar a muerte a una persona', afirma.
'No me pidieron que proporcionara testigos o pruebas y ning¨²n abogado me represent¨®'
Amina es la m¨¢s joven de 13 hermanos y fue educada para ser ama de casa, como la mayor¨ªa de las chicas de zonas rurales. Contrajo matrimonio con 14 a?os tras aprender el arte tradicional de las labores del hogar. De ese matrimonio, que dur¨® 12 a?os, tuvo dos hijos. Tras su divorcio, se fue a vivir con su madre, que se hab¨ªa vuelto a casar en Kurami despu¨¦s de la muerte de su marido, y permaneci¨® all¨ª un a?o, hasta que en septiembre de 1999 se cas¨® con su ¨²ltimo marido, Garba Magajin-Aska.
Los problemas de Amina comenzaron en junio de 2000, cuando su marido se divorci¨® de ella. 'Estuvimos casados diez meses. Yo sufr¨ªa hemorragias y ¨¦l no soportaba tener que pagar mi medicaci¨®n', cuenta Amina mientras da de mamar a su hija de ocho meses en la casa de barro de tres habitaciones que comparte con su madre, su padrastro, su hermanastro y la mujer de ¨¦ste.
En noviembre de 2000, cinco meses despu¨¦s de su divorcio, Yahaya Mohammed, sobrino lejano de su ¨²ltimo marido, empez¨® a cortejarla pese a las protestas de la familia de Yahaya, que se negaba a que el chico se casara con ella. ?l, sin embargo, les ignor¨® y sigui¨® cortej¨¢ndola durante once meses. 'Cuando ya fue evidente que su familia no le dejar¨ªa casarse conmigo, me sedujo y mantuvimos relaciones sexuales dos veces, eso es todo', afirma con voz suave esta t¨ªmida mujer.
El d¨ªa que alumbr¨® a su beb¨¦, en noviembre de 2001, el padrastro de Amina, Idi Mohammed, un hombre de 52 a?os que para poder vivir combina el trabajo de agricultor con el de barbero itinerante, se quej¨® al jefe del poblado y acus¨® a Yahaya de ser el responsable. Cuando Yahaya fue llevado ante el jefe, que quer¨ªa resolver el asunto antes de que se filtrara a la polic¨ªa, acept¨® su responsabilidad y prometi¨® encargarse del sustento de Amina y del beb¨¦. Sin embargo, m¨¢s tarde dej¨® de ayudarlas, siguiendo los dictados de sus familiares, que le advirtieron de que esa situaci¨®n le deshonrar¨ªa.
Unos d¨ªas despu¨¦s, Amina fue arrestada y llevada ante un tribunal de la shar¨ªa en Bakori. La detenci¨®n se debi¨® a un soplo de algunos vecinos pertenecientes a los comit¨¦s de vigilancia de la shar¨ªa, conocidos como hisba.
'En el tribunal confes¨¦ haber mantenido relaciones sexuales con Yahaya dos veces, pero el juez, Nasiru Bello Daji, no me explic¨® ni las implicaciones que ten¨ªan los cargos contra m¨ª ni mis derechos durante el juicio. De hecho, no me pidieron que proporcionara testigos o pruebas y ning¨²n abogado me represent¨®'. 'A Yahaya le fueron retirados todos los cargos cuando jur¨® ante el Cor¨¢n que no hab¨ªa mantenido relaciones sexuales conmigo en los once meses de cortejo. Lo hizo para librarse del castigo. Cuando refut¨¦ el juramento de Yahaya, el juez me desair¨® afirmando que el principal testigo en mi contra era el beb¨¦ que sosten¨ªa en mis brazos. Seis semanas despu¨¦s de la absoluci¨®n de Yahaya, el juez me conden¨® a muerte por lapidaci¨®n, acusada de adulterio, sentencia que he recurrido ante el tribunal supremo de la shar¨ªa en Funtua', relata Amina.
Desde que fue condenada a muerte, Amina se enfrenta a dos problemas: la carga psicol¨®gica y financiera que ha reca¨ªdo en sus padres y el futuro de su hija, Wasila, si no gana el juicio de apelaci¨®n. Sin formaci¨®n y pobre, Amina depende de sus padres para vivir, as¨ª como de la protecci¨®n de la organizaci¨®n no gubernamental WRAPA, grupo que se hace cargo de parte de su alimentaci¨®n y paga sus facturas m¨¦dicas y las del beb¨¦. Amina padece una ¨²lcera g¨¢strica que necesita constante medicaci¨®n.
'Me preocupa mucho el futuro de Wasila, que vivir¨¢ con el estigma de ser bastarda si pierdo mi recurso y me lapidan, lo que no creo que suceda porque conf¨ªo en que lo ganar¨¦, teniendo en cuenta la actitud de los jueces de apelaci¨®n, que han accedido a todas las peticiones de mi abogado, quien, desde mi punto de vista, est¨¢ trabajando duramente'.
Pese a lo que est¨¢ viviendo, Amina no cree que la aplicaci¨®n penal de la shar¨ªa discrimine a las mujeres y a los m¨¢s pobres, y cita el ejemplo de dos hombres condenados a muerte por adulterio en los Estados de Jigawa y Bauchi, al norte de Nigeria. 'No creo que la shar¨ªa sea discriminatoria. Hace poco, dos hombres fueron hallados culpables de adulterio en los Estados de Jigawa y Bauchi y condenados a muerte, aunque todav¨ªa no han sido ejecutados. Se le ha amputado la mano a muchas personas por robar y ninguna era mujer. Creo en la shar¨ªa como musulmana, pero el problema es la interpretaci¨®n que los jueces hagan de ella', afirma Amina. A pesar del problema sobre la paternidad de su hija, Amina est¨¢ orgullosa de ella y quiere que sepa la verdad.
'Me casar¨¦ tras ganar la apelaci¨®n'
Amina conf¨ªa en que ganar¨¢ la apelaci¨®n; por eso tiene planes para despu¨¦s del proceso: 'Tengo un pretendiente que se quiere casar conmigo, pero ya le he dicho que espere hasta que el juicio haya terminado. Me casar¨¦ tras ganar la apelaci¨®n', dice.
Los abogados ven muchas posibilidades de que eso ocurra. La defender¨¢ Alusa Unor Yawuri, versado en la shar¨ªa isl¨¢mica. Adem¨¢s, si la apelaci¨®n no prospera, el caso ir¨¢ al tribunal de apelaci¨®n de la shar¨ªa y, por ¨²ltimo, al Tribunal Supremo de Nigeria. El Gobierno federal se opone a la interpretaci¨®n de la shar¨ªa que hacen los 12 estados del norte, de mayor¨ªa musulmana.
La presi¨®n en el pueblo de Amina tambi¨¦n se ha suavizado. El rechazo inicial de la gente 'se ha reducido tanto que ahora la existencia me resulta incluso soportable. Creo que las dificultades ser¨¢n menos una vez que haya sido absuelta, y podr¨¦ rehacer mi vida', dice la mujer.
El caso de Amina Lawal ha despertado en todo el mundo la solidaridad de miles de personas, de la mano de las ONG que han iniciado campa?as de recogida de firmas para impedir que se consume la condena a muerte. Lo mismo que ocurri¨® con Safiya Huseini, condenada tambi¨¦n a morir apedreada, que fue absuelta en marzo.
El viernes pasado la secci¨®n espa?ola de Amnist¨ªa Internacional present¨® cerca de medio mill¨®n de firmas en apoyo de Amina. Las ONG defensoras de los derechos humanos no han cejado en su insistencia de emplazar al Gobierno federal nigeriano para que pare las actuaciones de los tribunales isl¨¢micos.
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