Juan Jos¨¦ Mill¨¢s asegura que "el escritor honesto siempre escribe a ciegas"
El autor de 'Dos mujeres en Praga' descubre las costuras de la creaci¨®n literaria en la UIMP
Son m¨¢s de treinta alumnos los que se han matriculado. La mayor¨ªa son j¨®venes. Las sesiones duran, cada ma?ana, de diez a dos, y por la tarde se extienden entre las cuatro y media y las siete. El taller de creaci¨®n literaria se llama T¨¦cnicas del relato breve. Lo dirige Juan Jos¨¦ Mill¨¢s (Valencia, 1946) y es una iniciativa at¨ªpica en el contexto de los cursos de verano de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo (UIMP), de Santander, en el sentido en que la propuesta no tiene nada de acad¨¦mico y el 'profesor' aprende tanto como los 'alumnos'.
?Se puede aprender a escribir? Esa vieja pregunta ha vuelto una vez m¨¢s a llevarse al laboratorio de la experiencia en el taller que Juan Jos¨¦ Mill¨¢s dirige en el Palacio de la Magdalena, de Santander. El autor de El jard¨ªn vac¨ªo, El desorden de tu nombre o La soledad era esto, entre otros t¨ªtulos, columnista habitual de EL PA?S y explorador de las relaciones entre literatura y vida en su programa de la cadena Ser (que luego traslada de forma sint¨¦tica a Babelia), ha abandonado durante una semana su gabinete de escritor para entrar en contacto con un grupo de personas que quiere aventurarse en los caminos de la creaci¨®n literaria. 'Lo primero que hay que hacer en este taller es desaprender', coment¨® Mill¨¢s en la rueda de prensa que ofreci¨® ayer. 'Desembarazarse de las ideas recibidas, de los clich¨¦s y t¨®picos, de esa noci¨®n tan resbaladiza de lo bonito', a?adi¨®.
No hay normas en el oficio de escribir. 'De lo que se trata es de aprender a agudizar el olfato', dijo Mill¨¢s. La propia literatura es un misterio que no siempre es f¨¢cil de conquistar. En ese sentido, el escritor record¨® un min¨²sculo texto del que se hab¨ªa servido hace un tiempo para escribir una columna. Se trataba de un papel arrugado encontrado a uno de los marineros que se hundieron en el Kursk, el submarino ruso que se fue a pique en agosto de 2000. 'El agua nos llega ahora por los tobillos. Nos queda aire para unas pocas horas. Se acaba de apagar la luz. Escribo a ciegas'. ?sas eran, m¨¢s o menos, las ¨²ltimas l¨ªneas de aquel breve relato que impact¨® a Mill¨¢s por su eficacia literaria. 'Un escritor honesto siempre escribe a ciegas', coment¨® despu¨¦s.
Tradici¨®n y subjetividad
Y si se escribe a ciegas, ?qu¨¦ sentido tiene un taller de creaci¨®n literaria? La sesi¨®n de la ma?ana de ayer empez¨® puntual en el aula Santo Mauro. Enseguida, uno de los participantes ley¨® un breve relato que respond¨ªa a una consigna propuesta por el director: escribir sobre la cama de los padres. Luego todo el mundo se puso a hablar. ?Por qu¨¦ me gusta? ?Por qu¨¦ no me gusta? ?Deber¨ªa haberme gustado? 'Hay que empezar por lo m¨¢s sencillo, el gusto propio, y poco a poco ir conformando unos criterios de objetividad', explicaba Mill¨¢s. Descubrir, por ejemplo, qu¨¦ pertenece en el texto a la tradici¨®n recibida y qu¨¦ a la subjetividad del que lo escribe. Si el relato est¨¢ lleno de t¨®picos o si revela una mirada propia. Analizar la coherencia de los elementos que lo componen.
La textura de una p¨¢gina. A esa idea se remite con frecuencia Mill¨¢s mientras se comentan los relatos escritos por los que participan en el taller. 'Es necesario adquirir una distancia frente a la impresi¨®n inicial que nos produce un texto. Hay que levantar el vuelo para poder observar lo que se ha escrito a distancia de p¨¢jaro. Es entonces cuando se aprecia la textura de la p¨¢gina, y se puede valorar si la relaci¨®n de los distintos elementos que la componen son adecuados o inadecuados', explica.
El trago de leer sus textos en p¨²blico no lo llevan mal los que participan en este singular laboratorio. La consigna es que los autores no pueden justificarse. Hablan los dem¨¢s. Y no se cortan un pelo. Cada cual tiene que argumentar sus opiniones. Hay relatos que recurren a palabras y a frases que ya se han ido desgastando por su uso. Y chirr¨ªan. La b¨²squeda de 'lo literario' es un arma arrojadiza. 'Hay que tener en cuenta', dice Mill¨¢s, 'que el lenguaje quiere manifestarse y que se sirve de nuestras manos para hacerlo. Pero lo que importa es encontrar la propia voz, no dejar que sea el lenguaje el que nos hable'.
Cont¨® Mill¨¢s que en la tarde del primer d¨ªa ni siquiera pararon para descansar porque la cuesti¨®n que trataban los ten¨ªa a todos atrapados. Lo que importa es aprender de los errores. De vez en cuando, el escritor da un poco de 'te¨®rica'. 'En un cuento es fundamental la estructura. Es un conjunto de elementos que dependen unos de otros. Si quitas uno, los dem¨¢s lo padecen de inmediato. De lo que se trata es de ser conscientes de las costuras de un texto. De c¨®mo casan sus distintas piezas. Si lo hacen de una forma burda o coherente'. La primera obligaci¨®n que Mill¨¢s ha impuesto a los que participan en el taller es dr¨¢stica: ser antiliterarios. Y lo justifica: 'La idea que se tiene de lo literario suele ser nefasta'.
Las cosas que nos rodean
Durante la ma?ana, y tal como van saliendo las cosas, Mill¨¢s sugiere otra estratagema. Escribir de las cosas desde su periferia. 'Los objetos que nos rodean dicen a menudo m¨¢s de nosotros que nosotros mismos'. Un poco despu¨¦s, y tras la discusi¨®n de otro de los relatos le¨ªdos, se llega a la conclusi¨®n de que s¨®lo funciona si se le quita el primer folio y medio. La f¨®rmula es empezar por lo pr¨¢ctico, y apoyarlo con un poco de teor¨ªa. Mill¨¢s desarroll¨® ayer el concepto del punto de vista. O lo que es lo mismo: la distinci¨®n entre escritor y narrador. En los pr¨®ximos d¨ªas abordar¨¢ otros asuntos. Contingencia y necesidad. Realidad y ficci¨®n. Reportaje period¨ªstico y cuento. Y habr¨¢ otras propuestas pr¨¢cticas: escribir un relato sobre el miedo, otro que tenga como protagonista un objeto y el ¨²ltimo, un reportaje sobre el curso.
El caso es que si no se aprende a escribir, por lo menos se aprende a leer, dec¨ªa uno de los participantes. 'Con la escritura pasa como cuando uno naufraga', comentaba Mill¨¢s. 'S¨®lo sabe que est¨¢ al comienzo de algo. Tiene el olfato y es de lo ¨²nico que puede servirse para ponerse a nadar'. El desaf¨ªo es llegar a alguna parte.
Los beneficios de la brevedad
'Hace un tiempo, las columnas que escribo en el peri¨®dico ten¨ªa que dictarlas a una secretaria', cont¨® ayer Mill¨¢s en su taller del Palacio de la Magdalena. 'Normalmente me ajustaba, pero un d¨ªa me sobraban cuatro l¨ªneas, as¨ª que tuve que cortar. Me qued¨¦ inquieto, por lo que volv¨ª a leer el texto que acababa de masacrar y descubr¨ª que hab¨ªa mejorado. Se me ocurri¨®, entonces, hacer un ejercicio. Cortar otras cuatro l¨ªneas. Lo hice, y el texto mejor¨® todav¨ªa m¨¢s. As¨ª que liquid¨¦ otras cuatro. La columna menguada funcionaba mejor. Cort¨¦ otras cuatro l¨ªneas y otras cuatro... Hasta darme cuenta de que aquella columna era de verdad buena cuando no ten¨ªa ninguna'. El humor de Mill¨¢s est¨¢ presente en el taller de Mill¨¢s. Y uno de los asuntos que surgi¨® ayer fue el de la eficacia de la brevedad. 'Cuando llegas a casa y abres el caj¨®n de herramientas del escritor, siempre que coges un sustantivo lleva pegado al lado un adjetivo. Lo importante es darse cuenta. Y quitarlo de all¨ª, cortarlo, pisotearlo. Intentar, en la medida de lo posible, que ese adjetivo no vuelva al caj¨®n'. No es un mal paso para empezar.
De otro de los desaf¨ªos de los que habl¨® Mill¨¢s fue de 'encontrar el tono'. 'A veces no sabes lo que pasa con una novela, y es que no has dado con el punto de vista adecuado. Puede ocurrir, como me ocurri¨® en Visi¨®n del ahogado, que est¨¦s presentando a unos personajes como hermanos cuando en realidad son un matrimonio sin hijos'.
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