Perejiles
Apetece escribir sobre Perejil, el islote de nuestros amores. Pero es mejor que lo hagan los pol¨ªticos. S¨®lo tengo una cosa clara: vendr¨¢n otros pe?ascos, las Chafarinas, Ceuta y Melilla.
Los verdaderos perejiles vienen ahora. Espa?a, la Uni¨®n Europea, tendr¨¢n que plantearse qu¨¦ hacer con los convenios comerciales existentes y los por negociar. Marruecos sue?a con inundar los mercados comunitarios de naranjas, tomates, calabacines. De trabajadores, ya lo hace y bienvenidos sean. En ello le va gran parte de su futuro. Pero cuando esto sucede la Comisi¨®n Europea estudia la reforma agraria presentada por el comisario Franz Fischler. Una reforma que tiene tambi¨¦n perejiles. De entrada y salvo que alguien demuestre lo contrario, Espa?a sale perjudicada y de nuestro pa¨ªs, especialmente, Andaluc¨ªa y Extremadura. Paulino Plata, el consejero andaluz de Agricultura, buen conocedor de lo que se nos viene encima, no quiere ver ni en pintura algunas de las propuestas de la reforma que se prepara.
Y tiene perejiles que sea, una vez m¨¢s, el ministro andaluz Miguel Arias Ca?ete el que lleve el peso de la negociaci¨®n espa?ola (reforma de la OCM del aceite, no acuerdo pesquero con Marruecos, algod¨®n, etc¨¦tera). No hay confianza en lo que pueda conseguir Ca?ete, uno de los ministros salvados de la quema, por el momento. Posiblemente Aznar no encontr¨® en su cuaderno azul ministrables suficientemente preparados, con capacidad para aguantar a Bruselas, tragarse los sapos y culebras del comisario de Agricultura de la UE. Poner cara de p¨®quer y mirar hacia otro lado cuando la reforma agraria nos haga la pu?eta.
Bien es cierto que en la reforma hay cosas deseables, como primar la calidad sobre la cantidad, defender el medio ambiente, agricultura sostenible, apoyo y medios para el desarrollo rural, pero hay otros aspectos que bien merecer¨ªan una reflexi¨®n m¨¢s profunda porque, una vez m¨¢s, ser¨¢n los pa¨ªses del norte de la UE los que impongan sus criterios sobre los del sur. Menos mal que en esta ocasi¨®n tenemos a Francia tambi¨¦n en contra. Y los franceses s¨ª parecen tener perejiles para plantear una reforma, necesaria, pero sensata.
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