Alegre cr¨®nica del fracaso
Quien haya acudido a la llamada simult¨¢nea a la l¨¢grima y la sonrisa que hace de El hijo de la novia una pel¨ªcula vivificadora y de gran riqueza, descubrir¨¢ en El mismo amor, la misma lluvia, realizada por Juan Jos¨¦ Campanella en 1999, las ra¨ªces formales de aquel alarde de mezcla de emoci¨®n e inteligencia. Reconforta percibir que uno y otro filme proceden del mismo pa¨ªs, de la misma idea, de la misma sensibilidad y del mismo acuerdo entre la misma gente. Una vigorosa sensaci¨®n de autor¨ªa colectiva se escapa de ambas obras, porque los dos filmes son cine arrancado de la vida considerada como foco de contagio.
Es El mismo amor una suave tragedia primorosamente hecha en clave y tono de comedia. Despide desde su arranque dolor y emoci¨®n, alegr¨ªa y severidad. El encuentro en tres etapas entre los dos contendientes de esta preciosa partida hist¨®rica y sentimental, Ricardo Dar¨ªn y Soledad Villamil, es un prodigio de empleo de la gradualidad y de la astucia de la dilaci¨®n. Las definiciones de ambos -que son los ejes, flanqueados por Eduardo Blanco y Ulises Dumont y un reparto coral perfecto- son exactas y generan un irresistible flujo de amistad en quienes al conocerlos les reconocemos.
EL MISMO AMOR, LA MISMA LLUVIA
Director: Juan Jos¨¦ Campanella. Int¨¦rpretes: Eduardo Dar¨ªn, Soledad Villamil, Ulises Dumont, Eduardo Blanco. G¨¦nero: Drama, Argentina, 1999. Duraci¨®n: 85 minutos.
Dar¨ªn, al tel¨¦fono
La inteligencia estalla en los rostros de un pu?ado de int¨¦rpretes excepcionales; y basta el esplendor de la veloz transici¨®n de Dar¨ªn al tel¨¦fono, cuando recibe una triste noticia, para fijar con un mazazo de seda gestual todo lo que ocurre en el fondo de la pantalla.
Otro golpe emocional hecho con un simple toque de elegancia expresiva es el roce de unas manos entre los barrotes de una c¨¢rcel de la dictadura militar antiargentina. Basta eso para abrir de un tajo la oscura y hueca interioridad de aquella barbarie genocida, el soplo de horror del tiempo de donde arranca esta divertida y dolorida cr¨®nica del deterioro hist¨®rico de un pa¨ªs y del desgaste de los caracteres de su gente, su buena gente, su gente humana. Es una obra que se cierra con la misma maestr¨ªa con que se abre: en un prodigio de desenlace gradual, tras el que permanece intacta, bajo la percepci¨®n de un inabarcable infortunio colectivo, la imagen ¨¢gil y liberadora de la gente que tuvo que atravesar el estercolero pol¨ªtico argentino y sali¨® de ¨¦l herida, pero terca y libre, gente golpeada que echa a andar de nuevo y nosotros, ya fuera del cine, en las aceras, seguimos su aventura, o desventura, arrastrados por la fuerza de sus luminosas sombras.
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