Doce arenques por un cordero
Islas Feroe, un ind¨®mito territorio dan¨¦s en el mar del Norte
Hay 45.000 personas censadas en las islas Feroe y todas comparten agua salada y terreno escarpado con 80.000 ovejas, tres millones y medio de aves y un sinf¨ªn de peces. Mar y monta?a dividen los oficios, s¨ª, pero eso no permite diferenciarlos. Sobre este escenario, es dif¨ªcil decir qui¨¦n pesca o qui¨¦n orde?a. M¨¢s a¨²n cuando en algunos rincones todav¨ªa se mantiene el trueque o lo que es lo mismo: doce arenques por un cordero. Orde?ar o pescar, ¨¦sa es la cuesti¨®n, aunque la estad¨ªstica todav¨ªa mantiene que el mayor sustento ha estado y est¨¢ en manos de los pescadores, esos feroenses con cara de ganaderos que habitan, desde tiempo inmemorial, un mar sin fondo.
Viven de, para y sobre el mar, un mar que les proporciona la vida, pero que en su d¨ªa supuso tambi¨¦n su m¨¢s poblado camposanto. Basta remontarse a los a?os veinte y a sus temporales para comprobar que los certificados de defunci¨®n marina acog¨ªan por entonces hasta al 2% de la poblaci¨®n. Hab¨ªa incluso pueblos que se quedaban sin varones de una sola tacada por culpa de una desafortunada ola. El escritor local Jorgen-Frantz Jacobsen lo sentenciaba as¨ª: 'Los feroenses tienen que elegir entre pescar o morir. As¨ª que pescan'.
El resultado de ese maridaje de agua y hierba es sin duda un largo etc¨¦tera: praderas saladas, fiordos estrechos, embarcaderos naturales de piedra, cascadas que vierten al mar, acantilados que superan con creces los 500 metros... Todo salpicado de pueblos min¨²sculos y conectados, adem¨¢s, con un eficaz y puntual¨ªsimo servicio de ferry y autob¨²s que permite ir de punta a punta del archipi¨¦lago en el mismo d¨ªa. Hay excursiones para navegar bajo las mism¨ªsimas faldas de los acantilados, otras permiten avistar focas allende los mares, y se puede tambi¨¦n descender a los nidos de los frailecillos para cazarlos con un gigantesco y aparatoso cazamariposas. Adem¨¢s, cada rinc¨®n esconde su propia historia, algunas mitol¨®gicas -como la de aquel monte al que nadie sube desde que un ¨¢guila rapt¨® a un beb¨¦-, otras m¨¢s paganas -como la de aquel acantilado del que cay¨® un vecino cuando, refugiado en la noche, lanzaba la basura al mar.
El puerto de Thor
Hay pueblos donde vive una sola persona, otros con dos habitantes que, seg¨²n cuentan, se han retirado el saludo, y algunas islas han quedado ya desiertas, mejor dicho, deshabitadas, ya que todav¨ªa siguen por all¨ª las ovejas que llevaron los monjes irlandeses y los p¨¢jaros que llegaron y llegan por sus propias alas.
Un tercio de la poblaci¨®n se ha ido concentrando en la capital: T¨®rshavn, 'el puerto de Thor'. Tiene casas de colores, pocas alturas, ruinas de fortines, la sede del Gobierno, la del Parlamento, un pu?ado de museos... En fin, no mucho que ver, pero bastante que o¨ªr. Por ejemplo, a los viejos del lugar con sus lamentos por la p¨¦rdida de las viejas costumbres. La todav¨ªa moderada urbanizaci¨®n les ha incrustado en la capital dos pizzer¨ªas, un par de kebabs, un cibercaf¨¦ y un delito por semana. All¨ª est¨¢ tambi¨¦n la ¨²nica c¨¢rcel de las islas. Es de dimensiones peque?as, como todo aqu¨ª, excepto el mar. Alberga tan s¨®lo a una decena de inquilinos. De momento no hay mayores problemas. Th¨®rshavn sigue siendo, adem¨¢s de la capital m¨¢s peque?a de Europa, la m¨¢s tranquila. Sus pobladores son, sobre todo, amigos de lo propio.
La noche en la principal y quiz¨¢ ¨²nica ciudad de las islas es tranquila pero animada. Hay cinco discotecas, siete bares, bastante alcoholismo despu¨¦s de muchos a?os de luterana ley seca y, eso s¨ª, ning¨²n burdel. Todos los habitantes se conocen, saben lo que hace el vecino, y para algunos, eso tiene m¨¢s ventajas que inconvenientes: 'Sentirse seguro y parte del todo', repiten muchos. Otros, sin embargo, se agobian: 'No es f¨¢cil, por ejemplo, ser homosexual en estas tierras, teniendo adem¨¢s tan cerca Copenhague'.
T¨®rshavn es adem¨¢s el ¨²nico lugar con ¨¢rboles en todo el archipi¨¦lago. Las casas lo permiten, pues tapan el viento. El resto de las islas es s¨®lo hierba, flores, brezos y ar¨¢ndanos. La temperatura media es de ocho grados cent¨ªgrados: once en julio y tres en enero. Eso s¨ª, llueve durante 280 d¨ªas al a?o y la humedad presenta todas sus vertientes imaginables: desde llovizna, chaparr¨®n, neblina, chubasco, bruma o tormenta hasta lluvia a un lado de la carretera y sol al otro.
Este archipi¨¦lago rocoso y todav¨ªa dan¨¦s conforma un territorio aut¨®nomo desde 1948, con Gobierno, Parlamento, bandera, moneda, lengua e himno propios. Algunos apasionados del f¨²tbol, bastantes filat¨¦licos y muchos ornit¨®logos podr¨ªan situar sus islas sobre un mapa: en pleno Atl¨¢ntico Norte, entre Escocia e Islandia. Tambi¨¦n los ecologistas: cada a?o, m¨¢s de mil ejemplares de ballena calder¨®n son conducidos hacia las playas, all¨ª quedan varados y acto seguido se les deg¨¹ella. En 1985, el Gobierno local lleg¨® a recibir hasta mil cartas diarias con protestas enviadas desde el extranjero. El buz¨®n oficial se satur¨® de improperios, y la presi¨®n internacional oblig¨® a los feroenses a depurar las t¨¦cnicas de las matanzas. Hoy aseguran que los cortes se hacen m¨¢s limpios y que los cuchillos no son tan descomunales. S¨®lo lo aseguran porque nada de eso se ve. Su principal tradici¨®n, conocida como grind¨¢dap, se desarrolla hoy lejos de la presencia de extra?os, y los informativos locales ya no abren tampoco con aquellas im¨¢genes de un mar de fiesta te?ido en sangre.
Algunos relacionan esas matanzas o por lo menos su pasi¨®n con un pasado vikingo. No es as¨ª. Los drakkars cruzaron por estos mares, eso es cierto, incluso dejaron sus vestigios, pero nunca llegaron a instalarse. Los aut¨¦nticos pobladores de estas islas fueron primero monjes irlandeses, despu¨¦s granjeros n¨®rdicos, y as¨ª hasta nuestros d¨ªas. En aquella ¨¦poca, para llegar hasta estos pagos era necesario atiborrarse de ri?ones de foca si se quer¨ªa prevenir el escorbuto. Hoy, la traves¨ªa es bastante m¨¢s c¨®moda. Lo mejor es hacerla desde Copenhague en dos horas de avi¨®n o en ferry desde Hanstholm si uno est¨¢ dispuesto a poner a prueba su est¨®mago durante 36 horas.
GU?A PR?CTICA
- Moneda: Una corona feroense equivale a 7,43 euros. Tambi¨¦n se admiten coronas danesas, que tienen el mismo valor que las feroenses. - Poblaci¨®n: 45.000 personas. - Prefijo telef¨®nico: 00 298. - Extensi¨®n: 1.399 kil¨®metros cuadrados y 1.100 kil¨®metros de costa (nunca se est¨¢ a m¨¢s de cinco kil¨®metros del mar).
- SAS (902 11 71 92). Vuelos ida y vuelta entre Espa?a y Copenhague, desde 304 euros, m¨¢s tasas. Para volar entre Copenhague y el archipi¨¦lago: - Atlantic Airways (33 37 00 y 33 38 00). 416 euros, incluidas las tasas. - Maersk Air (34 00 00). 416 euros, incluidas las tasas. En ferry desde Hanstholm: - Smyril Line (34 59 00). 331 euros.
- Red de albergues (31 89 00; www.farhostel.fo). Informaci¨®n sobre nueve albergues juveniles. - Tora Tourist (31 55 05; www.tora.fo). Central de Bed & Breakfast. - Koltur (32 81 90; www.puffin.fo/koltur). Alojamiento en granjas. - Hotel F?royar (31 75 00). Vi? Oyggjarvegin. T¨®rshavn. E-mail: hotel-fo@post.olivant.fo. Unos 120 euros. - Hotel Hafnia (31 32 33). ?arvegur, 4-10. T¨®rshavn. E-mail: hafnia@hafnia.fo. Unos 120 euros.
- Restaurante Lonin (44 49 44). En Elduv¨ªk. Recomendable para los que se atrevan con los platos fuertes de la comida local: frailecillo y ballena. Unos 25 euros. - Restaurante La Carreta (42 46 10). En Vestmanna. De nombre paraguayo. Buenas carnes. Unos 20 euros.
- The Faroe Islands Tourist Board (31 60 55; www.tourist.fo). En Copenhague: 00 45 33 14 83 83; www.faroeislands.com. - Embajada danesa en Madrid (914 31 84 45).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.