Lucha despiadada por llegar ¨²ltimo
Igor Flores, farolillo rojo pese a los intentos del let¨®n Piziks por desplazarle
La simetr¨ªa es f¨¢cil, un Igor (Gonz¨¢lez de Galdeano) ha destacado por arriba -quinto- y otro Igor (Flores) ha aparecido por abajo -farolillo rojo-. La historia no es tan sencilla. Ni Flores tan malo.
El primer lunes de julio estaba Flores (de 28 a?os, hermano mayor de Iker, otro corredor del Euskaltel-Euskadi, ganador del Tour del Porvenir de 2000) pensando ya en las fiestas de su pueblo (Urdiain, en Navarra) y en tomarse unas esperadas vacaciones despu¨¦s de una trabajada primera parte de la temporada (ya gan¨® una etapa en Mallorca, en febrero) cuando recibi¨® un telefonazo de Juli¨¢n Gorospe, su director. '?Est¨¢s dispuesto a venirte a sufrir al Tour?', le pregunt¨®, sin saber, quiz¨¢s, cu¨¢n premonitorio era ese infinitivo, sufrir. Un hombre fijo para la carrera, ??igo Landaluze, se hab¨ªa roto la clav¨ªcula la v¨ªspera, en Salamanca, en el Campeonato de Espa?a, y hab¨ªa que sustituirlo. Igor Flores, ciclista entusiasta, no lo dud¨®. Pas¨® el martes en las fiestas del pueblo, y el mi¨¦rcoles viaj¨® al Tour, a su primer Tour.
Viaj¨® cansado y quiz¨¢s pasado de forma, pero no pensando en sufrir. Pero empez¨® mal. Sufri¨® en el pr¨®logo y sigui¨® sufriendo en el llano. Y empez¨® a sufrir de verdad en la monta?a, en los Pirineos. Igor nunca ha sido un gran escalador, pero se defiende. As¨ª pas¨® el primer d¨ªa pirenaico, el del Tourmalet, y as¨ª esperaba pasar el segundo, el de los 200 kil¨®metros, el de los terribles cinco coles. Pero en el primero, en el de Ment¨¦, cerca de donde Oca?a se cay¨® en 1971, Igor Flores pinch¨®. Pinch¨® y se qued¨® solo esperando una rueda de repuesto. Cuando le lleg¨®, el pelot¨®n ya no estaba. No se le ve¨ªa delante. Con ¨¦l, detr¨¢s, s¨®lo quedaban la ambulancia y el cami¨®n escoba. Por delante, 150 kil¨®metros en solitario. Pero resisti¨® y lleg¨®. El ¨²ltimo, 43 minutos m¨¢s tarde que Armstrong, pero dentro del control. En los Alpes sigui¨® mal y, sin darse cuenta, se encontr¨® con el farolillo rojo. 'No luch¨¦ por ¨¦l', dice. 'No as¨ª mi mayor rival, el let¨®n Piziks, que hizo algo que yo no har¨ªa nunca. Fue en la etapa de Bourg en Bresse. Yo me qued¨¦ descolgado en un repecho y de pronto veo que se me pone a rueda Piziks. Yo sigo, me vuelvo, y ya no est¨¢ Piziks. ?D¨®nde estar¨¢? Pens¨¦ en esconderme entre el p¨²blico para ponerme detr¨¢s cuando pasara. Desist¨ª, porque ven¨ªan los coches de los equipos y le vi entre ellos. ?l no me vio. Y llegu¨¦ m¨¢s tarde'.
Hace 80 a?os, Malabrocca, un italiano astuto, hizo de lograr la maglia nera (apelativo italiano para el ¨²ltimo) del Giro un verdadero arte. Se escond¨ªa en los pajares, se echaba a dormir en las cunetas. Por entonces, ¨¦poca de hambre, el ¨²ltimo estaba patrocinado por una marca que entregaba libras de chocolate de premio. Ahora, el premio es puramente medi¨¢tico. 'El equipo me ha animado mucho para que quedara ¨²ltimo', dice Flores. 'Me han hecho m¨¢s entrevistas que nunca en mi vida'. Desde Quevedo en 1992, ning¨²n espa?ol era el farolillo rojo.
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