Librer¨ªas que marcan ¨¦poca
Al inicio de los ochenta, yo acababa de instalarme en Barcelona, ciudad que apenas conoc¨ªa. Unos amigos me invitaron a acompa?arles a la presentaci¨®n de un libro en una librer¨ªa de la Diagonal. Cinc d'Oros, dec¨ªa el r¨®tulo. Entramos por un largo pasillo tapizado de libros, al fondo del cual se apretujaban, en un espacio reducido, mujeres j¨®venes con largas faldas indias y brazaletes en los tobillos, y hombres cuyos rostros se ocultaban tras melenas, barbas y gafas de concha gruesa y oscura. Despu¨¦s del acto, mis amigos me presentaron a poetas y soci¨®logos, historiadores y fil¨®sofos, periodistas y estudiantes. All¨ª conoc¨ª a una joven poeta de rasgos delicados con quien fuimos amigas hasta su muerte: Maria Merc¨¨ Mar?al.
Hay librer¨ªas que han sabido adaptar su gesti¨®n a los nuevos tiempos y otras han tenido que cerrar
Aquel d¨ªa supe la historia de la librer¨ªa: durante los ¨²ltimos a?os del franquismo, era en la Cinc d'Oros donde se encontraban los libros prohibidos en Espa?a, sobre todo de ensayo, que llegaban clandestinamente de Par¨ªs y de Iberoam¨¦rica. Mis amigos me mostraron en el exterior de la librer¨ªa las huellas de varios atentados cometidos por la extrema derecha.
Al familiarizarme con el mundo del libro en Barcelona comprend¨ª que la vocaci¨®n de la Cinc d'Oros -dar acceso a libros extranjeros, informar y debatir en una ¨¦poca de desinformaci¨®n e ignorancia impuestas- era compartida por varias editoriales. Anagrama era un caso paradigm¨¢tico. En los setenta, su director, Jorge Herralde, editaba libros de ensayo, escritos b¨¢sicamente por autores extranjeros, de tendencias izquierdistas, mal vistos por la Espa?a franquista.
Cuando el viento helado del franquismo qued¨® atr¨¢s, Anagrama, con su fino olfato, junto con otras editoriales, como Tusquets, comenz¨® a editar m¨¢s y m¨¢s narrativa, sin olvidar completamente el ensayo. Lo social y lo colectivo perd¨ªan peso en favor de los destinos individuales, mejor retratados por la novela, y con el transcurrir de los ochenta el compromiso pol¨ªtico cedi¨® ante la supremac¨ªa de lo econ¨®mico.
No todos supieron verlo ni adaptarse, y llegaron los d¨ªas en que, al entrar en Cinc d'Oros, yo ya no encontraba rostros conocidos, ni los libros que buscaba en aquel preciso momento, y las presentaciones de libros m¨¢s concurridas se trasladaron a las librer¨ªas Laie y Ona. Las mujeres se cortaron las faldas y el pelo, los hombres se afeitaron las barbas y las nucas y pronto se raparon las cabezas. Los tiempos cambiaron y, si las editoriales mencionadas supieron adaptarse a lo nuevo, la gerencia de Cinc d'Oros, no. Los lectores se fueron a otras librer¨ªas y, al final, Cinc d'Oros cerr¨® sus puertas. La superaron otras que supieron adaptar mejor su gesti¨®n al aire de los tiempos.
En los ¨²ltimos tres o cuatro a?os, el panorama de las librer¨ªas de Barcelona est¨¢ cambiando radicalmente. En su oferta de libros y de librer¨ªas, al igual que en su propuesta cultural en general, la capital catalana se parece cada vez m¨¢s a las grandes metr¨®polis europeas, y no tiene nada que ver con la simp¨¢tica pero algo provinciana ciudad que yo encontr¨¦ cuando a¨²n ol¨ªa a dictadura. Y es que las dictaduras, todas, tienen la voluntad de convertir lo brillante en mate, lo multicolor en gris y el yo en un nosotros obedientemente mediocre.
Laie, FNAC, la Casa del Llibre, la Central... cada una tiene su car¨¢cter propio. Me gusta visitar la librer¨ªa Laie con tiempo para, luego, tomarme un t¨¦ en el acogedor caf¨¦ del primer piso y hojear los vol¨²menes que acabo de comprar. Me gusta deambular por los pasillos llenos de libros de las tres FNAC, aunque, por bien equipadas que est¨¦n, todav¨ªa no han sabido seducirme. La gigantesca Casa del Llibre se ha convertido en un lugar donde uno suele encontrar lo que busca, y las bien informadas vendedoras te ayudan si es que no est¨¢n ocupadas con cinco clientes a la vez. Hoy por hoy, las librer¨ªas citadas -a las que cabe a?adir el nuevo proyecto de la Central en el Raval y la renovaci¨®n de la Catal¨°nia a manos de Robafaves-, los libreros, demuestran que en iniciativas y en apuestas est¨¢n tomando la delantera a los editores.
Entro en el semis¨®tano de la Central. Mientras examino las mesas con las novedades de poes¨ªa y narrativa, me saludan varios amigos. Observo tambi¨¦n las mesas con las actualidades y los cl¨¢sicos en cinco idiomas europeos. Quisiera comprarme 50 libros, ahora mismo; con dificultad me limito a cinco y los dejo en el mostrador. Subo por las escaleras a la elegante primera planta modernista: cuando escritores del prestigio de Claudio Magris vienen a Barcelona a presentar sus libros, lo hacen aqu¨ª, en el primer piso de la Central.
Busco un manual de filosof¨ªa presocr¨¢tica: Antonio, el propietario de la librer¨ªa, me trae una monta?a de vol¨²menes que hablan del tema y me presenta un informe exhaustivo sobre cada uno de ellos, a media voz y con su t¨ªmida sonrisa. Paseo la vista por las estanter¨ªas llenas a rebosar: aqu¨ª est¨¢n las tendencias m¨¢s actuales del ensayo mundial. Si la Cinc d'Oros llenaba el vac¨ªo en el pensamiento pol¨ªtico durante la dictadura y despu¨¦s de ella, la Central atiende al lector exigente en el marco de la democracia consolidada.
S¨ª, definitivamente la Central es lo que, hace un cuarto de siglo, fue Cinc d'Oros: la sala de fiestas del intelecto barcelon¨¦s.
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