La arquitectura 'spanish'
Desde Girona hasta Huelva a lo largo de toda la costa, en las islas Baleares, en Canarias, pero tambi¨¦n en el norte, y en numerosos lugares del interior: por todas partes vemos paisajes sustancialmente alterados por la arquitectura tur¨ªstica. Se trata de chal¨¦s y bloques de apartamentos, hoteles, centros recreativos e instalaciones deportivas. Tambi¨¦n hay iglesias, algunas mezquitas y plazas de toros; hasta museos, como el Guggenheim bilba¨ªno, son dif¨ªciles de concebir al margen de la industria del turismo de masas. La presencia de estos edificios es apabullante, y nadie discute que tienen una importante repercusi¨®n econ¨®mica y social. ?C¨®mo es posible entonces que se les haya prestado una atenci¨®n tan escasa? ?Por qu¨¦ vienen siendo ignorados, en t¨¦rminos generales, por el establecimiento cultural?
Para responder a esas preguntas es preciso indagar en la naturaleza misma de tales construcciones. Los pol¨ªticos, promotores y soci¨®logos consideran esto como un asunto econ¨®mico, y no ven razones para ocuparse de los aspectos 'est¨¦ticos'. Los arquitectos cultos y los cr¨ªticos de arte, de otro lado, menosprecian la apoteosis de tipismo barato o de ostentaci¨®n hortera que detectan en el fen¨®meno, y no intentan analizar, desde ning¨²n punto de vista, algo tan claramente rechazable como eso. Unos y otros son incapaces de ver la notable singularidad de una arquitectura que tiene precisamente en su forma una de sus principales razones de existencia.
Claro que cuentan los aspectos funcionales: los hoteles tienden a ser confortables y eficaces, y los apartamentos o casas de las urbanizaciones pretenden adaptarse a las premisas corbuserianas de la vivienda como 'maquina de habitar'. Por eso se cuidan mucho cosas como el agua corriente, la ventilaci¨®n, las cocinas y cuartos de ba?o, la distribuci¨®n, la calidad de ciertos materiales, etc¨¦tera. Y todo ello en un espacio m¨¢s reducido, normalmente, que el de la arquitectura no tur¨ªstica. Cada apartamento costero ideal es como la miniatura de una mansi¨®n de lujo, supuestamente ordinaria. Y as¨ª es como detectamos uno de sus rasgos m¨¢s originales: es una arquitectura duradera, pero de utilizaci¨®n estacional. No son campamentos desmontables, pero tampoco son cosas tan permanentes como las ciudades efectivas. Esta caracter¨ªstica hace que muchas urbanizaciones tur¨ªsticas parezcan como maquetas (o parodias) de los barrios o de las ciudades verdaderas. La escala suele ser m¨¢s reducida, pero mayor importancia tiene el hecho de que, al no existir ah¨ª las instituciones pol¨ªticas de las urbes verdaderas, no se pueden gestionar de ning¨²n modo los servicios y los conflictos de la vida real. Podr¨ªamos hablar de un funcionalismo arquitect¨®nico miniaturizado y de una abolici¨®n de ese tejido pol¨ªtico democr¨¢tico que ha hecho posible la vida en com¨²n del ciudadano, desde las polis griegas hasta los municipios contempor¨¢neos.
El turismo, en fin, proporcio
na el modelo de una gesti¨®n urbana totalmente privatizada. Los ciudadanos son s¨®lo clientes cuyos deseos son tratados como caprichos, que es l¨®gico satisfacer con el argumento, convertido en dogma, de que 'quien paga manda'. Aparentemente, pues se trata en realidad de ofrecer entretenimientos y servicios dentro de un cat¨¢logo limitado, de una oferta que se ha decidido de antemano como deseable para usuarios protot¨ªpicos. La arquitectura del turismo de masas es, pues, un instrumento prodigioso de igualaci¨®n y de control de los deseos: no opera sobre la materia prima de los anhelos individuales, sino sobre los estereotipos del consumo, previamente inducidos en las masas europeas y norteamericanas.
Todos sabemos c¨®mo se hace eso: cine, televisi¨®n y mucha publicidad, abierta o subliminal. Es muy interesante comprobar que este trabajo, lento y constante, se ha venido haciendo desde hace mucho tiempo. Los decorados de Hollywood, por ejemplo, se anticiparon al crear, desde principios de los a?os veinte, im¨¢genes fascinantes de la arquitectura spanish. Algunos actores y actrices como Rodolfo Valentino o Dolores del R¨ªo se hicieron casas reales con estilemas pr¨®ximos a aquellos decorados, y as¨ª se estimul¨® una avalancha de creaciones arquitect¨®nicas de toda ¨ªndole vinculadas a ese universo de fantas¨ªa y sue?os de placer mediterr¨¢neo. Aquellas invenciones saltaron luego a Espa?a, la supuesta patria del invento, y aqu¨ª se hibridaron con ciertas tradiciones populares efectivas. Durante los a?os treinta y cuarenta hubo interesantes intentos de sistematizar una arquitectura tur¨ªstica, junto a los men¨²s y los trajes regionales (como lo demuestra, entre otros, el caso de N¨¦stor para las Canarias), pero la guerra civil y luego la II Guerra Mundial frenaron aquellas tendencias. Lista como estaba la coctelera creativa del tipismo estandarizado, s¨®lo faltaba el pistoletazo de salida del franquismo desarrollista, que se dio en los sesenta, para que ese repertorio de formas 'andaluzas', 'ibicencas', o m¨¢s gen¨¦ricamente 'espa?olas', se multiplicara de un modo prodigioso por todos los rincones de nuestra geograf¨ªa. Era importante que aquella arquitectura contuviese altas dosis de exotismo (para los extranjeros, y tambi¨¦n para los espa?oles urbanizados) y que pareciese muy aut¨¦nticamente aut¨®ctona, o tradicional.
De ah¨ª la proliferaci¨®n infini
ta de cubiertas con el uso invariable de la teja ¨¢rabe, una cierta tendencia a la asimetr¨ªa, con el chinarro y el enjalbegado en los muros exteriores, y la absurda man¨ªa de que las entradas de las urbanizaciones tuvieran un aire de rancho mexicano o de misi¨®n californiana. Algunos adosados tienen in¨²tiles hastiales, a modo de diminutos campanarios. El porqu¨¦ de todo ello est¨¢ en ese 'inconsciente f¨ªlmico' al que ya hemos aludido, y que tambi¨¦n ha sido determinante para la introducci¨®n de c¨²pulas semiesf¨¦ricas (m¨¢s bien norteafricanas), que se han multiplicado en algunas urbanizaciones a partir de los a?os ochenta.
Es f¨¢cil comprender el desd¨¦n hacia estos contenedores estandarizados de sue?os baratos de placer y de ociosidad. La verdad es que la met¨¢stasis acelerada de esta arquitectura ha convertido a Espa?a en un gran parque tem¨¢tico de s¨ª misma, atizando el fuego de todos los estereotipos. Hasta la casa de nuestro pr¨ªncipe heredero, recientemente inaugurada, participa de esta corriente de tipismo kitsch, para esc¨¢ndalo de arquitectos e intelectuales ilustrados. Pero ojo a una consideraci¨®n: ha sido en Espa?a donde se ha inventado, y desde donde se ha exportado luego a otros muchos pa¨ªses, ese modelo de industria tur¨ªstica sin el que no parece ya concebible el modo de vida occidental. He aqu¨ª (me temo) nuestra mayor contribuci¨®n reciente a la historia universal: si los alemanes aportaron la hamburguesa, o los italianos la pizza americana, nosotros hemos creado la arquitectura del turismo de masas. ?Deber¨ªamos incluirla en el 'patrimonio nacional'?
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