Elogio del que ayuda a morir: por qu¨¦ los cuidadores protagonizan la cultura actual
De lo nuevo de Pedro Almod¨®var al ¨²ltimo libro de Didier Eribon, los acompa?antes de enfermos terminales adoptan papeles protagonistas en el cine y la literatura actuales, s¨ªntoma de una preocupaci¨®n creciente en la sociedad
La escena es silenciosa, pero est¨¢ cargada de tensi¨®n. ¡°?Ayudarte a qu¨¦?¡±, exclama la escritora a la que interpreta Julianne Moore, incr¨¦dula, en el bar de la Film Society de Nueva York antes de ver una pel¨ªcula de arte y ensayo. La reportera de guerra a la que encarna Tilda Swinton, enferma de un c¨¢ncer incurable, acaba de pedirle lo indecible: que la ayude a poner fin a sus d¨ªas. La protagonista de La habitaci¨®n de al lado cree merecer ¡°una buena muerte¡±. Es decir, una defunci¨®n programada, sin sufrimiento. ?Por qu¨¦ no llama a su hija? ¡°No quiero imponerle mi agon¨ªa. No se lo merece¡±. Puestos a elegir, prefiere que la cuide esta amiga de juventud a la que perdi¨® de vista a?os atr¨¢s, reencontrada por azar en una metr¨®polis sobre la que caen copos de nieve rosados.
La escogida es un ejemplo absoluto de empat¨ªa, como nos ha demostrado una primera secuencia de aspecto falsamente anodino, en la que esa autora ha firmado un libro a una desconocida, una joven lectora ad¨²ltera, con una compasi¨®n inigualable. Esta futura cuidadora con los rasgos benevolentes de Moore, que velar¨¢ a la enferma terminal en una sociedad deshumanizada donde cada uno parece librado a su suerte, es el coraz¨®n de la pel¨ªcula, el espejo donde el espectador se reconoce a s¨ª mismo. Observa en ella lo que hizo o no hizo, lo que est¨¢ haciendo ahora o tal vez har¨¢ cuando alguien enferme a su alrededor, una hip¨®tesis casi segura. Podr¨ªa haber sido una pel¨ªcula deprimente, pero es todo lo contrario: una reflexi¨®n sobre lo que realmente da valor a la vida.
Pedro Almod¨®var: ¡°El mero hecho de estar presente se ha convertido en una de las grandes ayudas que podemos ofrecer a los dem¨¢s. A veces es incluso la ¨²nica¡±
¡°Yo tambi¨¦n preferir¨ªa que me cuidase un extra?o¡±, admit¨ªa Pedro Almod¨®var, a finales de noviembre, en la sala dedicada a sus pel¨ªculas en el Academy Museum, en Los ?ngeles, durante un breve descanso de su intensa campa?a promocional para los premios de la temporada. ¡°Me gusta m¨¢s la idea de que me cuide un desconocido que un familiar, tu pareja, un hijo o una hija. Por pudor, primeramente, pero tambi¨¦n porque estar¨ªa m¨¢s c¨®modo. A nadie le gusta sentirse un peso tan pesado con los suyos¡±, a?ad¨ªa el director. A su lado, se proyectaba la escena del cementerio de Volver, seguida de otra donde aparec¨ªa la madre convaleciente en el hospital de Dolor y gloria. Las dos trazan la evoluci¨®n de un cine cada vez m¨¢s enfocado en la finitud.
¡°Es l¨®gico que este tema nos inquiete. Somos cada vez m¨¢s viejos y estamos cada vez m¨¢s solos¡±, afirma Almod¨®var. ¡°El tema del acompa?amiento siempre me ha interesado. Pienso en esos toreros de otro tiempo que dec¨ªan que su arte consist¨ªa en acompa?ar al animal hacia la muerte. La idea de acompa?ar y cuidar me parece crucial, sobre todo en un momento como el actual, donde nos bombardean con mensajes de odio y divisi¨®n. El mero hecho de estar presente se ha convertido en una de las grandes ayudas que podemos ofrecer a los dem¨¢s. A veces es incluso la ¨²nica¡±.
Los cuidados en la antesala de la muerte han emergido como el gran tema del cine espa?ol de los ¨²ltimos meses. Adem¨¢s de La habitaci¨®n de al lado, otras dos pel¨ªculas han tratado este asunto: Los destellos, de Pilar Palomero, y Polvo ser¨¢n, de Carlos Marqu¨¦s-Marcet. En la primera, una mujer decide cuidar de su ex, enfermo terminal sin ninguna red de apoyo, por abnegaci¨®n y por amor a su hija. En la segunda, una veterana actriz con un tumor letal en el cerebro acude a una asociaci¨®n de suicidio asistido en Suiza junto a su marido, que decide, en un gesto de solidaridad extrema, irse del mundo con ella, ante la incomprensi¨®n del resto de su familia. En temporadas anteriores, otras pel¨ªculas abordaron el mismo tema. Por ejemplo, Cinco lobitos, r¨¦quiem por una mujer vasca a la que su desorientada hija milenial deb¨ªa atender, haci¨¦ndose mayor de golpe. O el documental La memoria infinita, sobre el periodista Augusto G¨®ngora, diagnosticado con Alzheimer, del que cuidar¨¢ con devoci¨®n su esposa, la actriz Paulina Urrutia. El cine internacional no es ajeno a esta cuesti¨®n: la reci¨¦n estrenada Oh, Canada, dirigida por Paul Schrader, tambi¨¦n habla de una muerte inminente, como lo nuevo de Costa-Gavras, El ¨²ltimo suspiro, relato sobre la eutanasia que llegar¨¢ a los cines en febrero.
Por descontado, no puede decirse que la muerte sea una novedad argumental. Pero tal vez s¨ª lo sea el desplazamiento del punto de vista habitual, el nuevo protagonismo de la persona que acompa?a y presta cuidados, al que los escritores y cineastas est¨¢n dotando de entidad pol¨ªtica. ¡°Me interesaba, ante todo, hablar de una buena persona¡±, afirma Pilar Palomero, que se inspir¨® en el cuento Un coraz¨®n demasiado grande, de la escritora Eider Rodr¨ªguez, en el que detect¨® ecos de su propia experiencia ante la muerte de su padre. Para Palomero, la abundancia de relatos sobre la enfermedad terminal y los cuidados paliativos habla, en realidad, de otros temas. ¡°La nuestra es una sociedad envejecida y somos las primeras generaciones que nos preguntamos si queremos vivir tanto tiempo, a medida que la esperanza de vida aumenta. Y tendemos cada vez m¨¢s al narcisismo, por lo que existe un miedo a acabar solos nuestros d¨ªas, cuando llegue el momento¡±, explica.
Pilar Palomero: ¡°Los cuidados tienen una ra¨ªz religiosa, pero hoy sobrepasan las creencias que tenga uno. La explicaci¨®n es mucho m¨¢s sencilla: las cosas, en el mundo actual, no est¨¢n funcionando¡±
Tanto a Palomero como a Carlos Marqu¨¦s-Marcet, la muerte les sigue pareciendo un tab¨². ¡°Lo hemos hablado y a los dos nos aconsejaron evitar esa palabra y usar eufemismos. Pero luego, con la pel¨ªcula estrenada, detect¨¦ muchas ganas de hablar del tema, de abandonar una conversaci¨®n que se ha vuelto muy ortop¨¦dica¡±, apunta la directora, que tambi¨¦n quiso alejar los cuidados de la caridad. ¡°Tienen esa ra¨ªz religiosa, y es una herencia con la que hemos tenido que lidiar, pero creo que hoy este tema sobrepasa todas las creencias que tenga uno. La explicaci¨®n es mucho m¨¢s sencilla, basta con mirar a tu alrededor: las cosas, en el mundo actual, no est¨¢n funcionando¡±. Con todo, es innegable que los actuales cuidadores ¡ªo, m¨¢s a menudo, cuidadoras¡ª, t¨¦rmino omnipresente en las sociedades occidentales de hoy, cuentan con muchos precedentes en el repertorio judeocristiano, siempre asociados al sacrificio, la compasi¨®n y la misericordia. El propio Jesucristo san¨® y acompa?¨® a los sufrientes, como luego har¨ªan con ¨¦l Mar¨ªa Magdalena, Juana o incluso el soldado Longinos, que le perfor¨® el costado con una lanza para asegurarse de que hab¨ªa muerto y terminar as¨ª con un sufrimiento innecesario.
En la literatura, esos cuidados los han encarnado un sinf¨ªn de sirvientes y enfermeras, como el joven campesino Guerassim en La muerte de Iv¨¢n Ilich, de Le¨®n Tolst¨®i, que ayudaba al protagonista a desenvolverse en las actividades que ya no pod¨ªa desempe?ar por su enfermedad. O en Dublineses, cuyo relato final, ¡®Los muertos¡¯, cita con profusi¨®n Almod¨®var en su pel¨ªcula, aunque la estructura familiar que describi¨® James Joyce en su cuento brille por su ausencia en esta historia contempor¨¢nea sobre una mujer y una hija enemistadas, lo que ha eximido a la segunda de la responsabilidad de cuidar de la primera. Hace a?os que no se ven ni se hablan. En Los destellos tambi¨¦n se ha desmoronado el modelo de familia nuclear, el del matrimonio unido hasta la muerte y la descendencia dedicada al cuidado de sus padres. En la pel¨ªcula, Isabel debe ocuparse de un hombre con el que hace a?os que no tiene relaci¨®n porque no tiene a nadie m¨¢s. Su hija, que todav¨ªa est¨¢ en la universidad, es demasiado joven y precaria para hacerse cargo de ¨¦l. La pel¨ªcula refleja nuevas realidades para las que, hasta no hace mucho, no hab¨ªa representaci¨®n. ¡°Tal vez no estemos hablando tanto de la muerte como de una nueva soledad¡±, se plantea Palomero.
S¨ª que siguen juntos, despu¨¦s de 40 a?os de matrimonio, los protagonistas de Polvo ser¨¢n, aunque su larga alianza no sea suficiente para aliviar la angustia provocada por la muerte inminente de una y la soledad absoluta que sentir¨¢ el otro cuando ya no est¨¦. Aun as¨ª, la pel¨ªcula describe la muerte como una coproducci¨®n, como un proceso vivido a dos hasta las ¨²ltimas consecuencias. ¡°Hemos querido desmontar el t¨®pico de la muerte solitaria. En realidad, hoy es poco habitual que un enfermo se enfrente solo a este proceso¡±, asegura Carlos Marqu¨¦s-Marcet. ¡°Hasta el siglo XIX, era com¨²n reunir a toda la familia en torno a la muerte, y la idea del testamento surgi¨® precisamente de la necesidad de organizar el final. El enfermo era, en muchos casos, el director de su propia despedida. Eso se interrumpi¨® en el siglo XX, tal vez porque la muerte se convirti¨® en un sinsentido frente a la acumulaci¨®n de bienes materiales. Y no lo digo como una cr¨ªtica al capitalismo, sino como una simple constataci¨®n¡±.
Marqu¨¦s-Marcet observa una evoluci¨®n desde los a?os setenta. ¡°Todo cambio cultural es lento, pero est¨¢ yendo relativamente r¨¢pido. La incomodidad ante la muerte sigue existiendo, pero tambi¨¦n he encontrado mucha comprensi¨®n. Hab¨ªa cierta reticencia, pero cuando el espectador se enfrentaba al tema y ven¨ªa a ver Polvo ser¨¢n, se abr¨ªa algo en su interior. Hubo gente que me dijo que dorm¨ªa mejor. Eso demuestra que, aunque la muerte cause incomodidad, hablar de ella nos hace sentirnos bien¡±.
Carlos Marqu¨¦s-Marcet: ¡°Hemos querido desmontar el t¨®pico de la muerte solitaria. En realidad, hoy es poco habitual que un enfermo se enfrente solo a ese proceso¡±
La literatura reciente se ha sumado sin reservas a este movimiento, del nuevo libro de Paloma D¨ªaz-Mas (Las fracturas doradas, que narra la muerte repentina de su hermano) al retrato del destacado soci¨®logo franc¨¦s Didier Eribon sobre los ¨²ltimos d¨ªas de su madre (Vida, vejez y muerte de una mujer del pueblo). Sin dejar de lado relatos de j¨®venes autores como Paliativo, del d¨²o llamado Samuel Dacanda, o Vivero, del chileno A. J. Ponce, o bien el superventas El ni?o que se enfad¨® con la muerte, del onc¨®logo Enric Benito, o C¨®mo acompa?ar a morir, de Ana Vidal Egea, una gu¨ªa pr¨¢ctica para cuidadores y otras doulas del final de la vida, nuevo oficio con futuro.
Muchos de ellos se inscriben dentro de los preceptos de la ¨¦tica de los cuidados, el reconocimiento de la vulnerabilidad ajena y la atenci¨®n al pr¨®jimo. Y desaf¨ªan la escuela de ra¨ªz nihilista y existencialista tan arraigada en el siglo XX, que teoriz¨® sobre la soledad irremediable ante la muerte sustentada en citas c¨¦lebres de Sartre, Cioran, Heidegger y Ortega y Gasset. No es extra?o que esta abundancia de obras llegue tras una pandemia: las epidemias y otras grandes alertas de salud p¨²blica siempre se han infiltrado en el arte y la literatura, como demuestran la peste negra, la revoluci¨®n industrial o las crisis del c¨¢ncer y del sida en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Se oponen tambi¨¦n, como las pel¨ªculas mencionadas, a la l¨®gica neoliberal del individuo aislado y autosuficiente, encargado de gestionar su propio bienestar en medio de una privatizaci¨®n desenfrenada de los servicios p¨²blicos y, con frecuencia, atrapado en la precariedad emocional y financiera. How Bad Can It Get?, reza el t¨ªtulo del ensayo que firma John Turturro en la pel¨ªcula de Almod¨®var. ?Hasta qu¨¦ punto puede empeorar esto? Es la pregunta que plantea ese volumen ficticio y catastrofista que habla del fin del planeta, pero tambi¨¦n, en un paralelismo vertiginoso, del de nuestra existencia. La pel¨ªcula trata de encontrar una respuesta comparando lo que sucede en el mundo y lo que ocurre en el interior de cada habitaci¨®n, en la propia como en la de al lado: podemos ignorar los gritos de auxilio que o¨ªmos al otro lado de la pared o bien prestarles un poco de atenci¨®n. Y llega a una conclusi¨®n poco original, aunque casi subversiva en esta temperatura cultural: la idea, simple pero radical, de permanecer juntos.
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