Mil a?os de soledad
Una ciudad isl¨¢mica abandonada en el siglo XI sigue casi intacta cerca del Tajo, en el lejano oeste de Toledo
No es mucho lo que se sabe sobre el origen de la ciudad de Vascos, pero s¨ª lo suficiente para afirmar que el parecido de su nombre con cualquier gentilicio actual es pura coincidencia.
Sobrecoge pensar que la ciudad de Vascos era id¨¦ntica a la nuestra, Madrid, en tiempos de los omeyas: una urbe de la marca media andalus¨ª, o del Tajo, con m¨¢s de un kil¨®metro de murallas y altiva alcazaba. All¨ª viv¨ªan, oraban, mol¨ªan, curt¨ªan, esquilaban, se ba?aban y enterraban a sus muertos m¨¢s de 3.000 mahometanos.
Mil a?os despu¨¦s de la reconquista cristiana del valle del Tajo (Toledo cay¨® en 1085), Madrid es una capital bulliciosa, tal vez demasiado, con tres millones de almas; Vascos, una ruina dejada de la mano de Al¨¢ en el lejano oeste toledano, intacta y misteriosa como la raz¨®n de su abandono.
Navalmoralejo es un sitio id¨®neo para sestear a la sombra de una encina
Navalmoralejo, municipio en el que yacen las ruinas, parece un sitio id¨®neo para sestear a la sombra de una encina so?ando sue?os inspirados por las ubres t¨²rgidas y campaneantes de cabras y ovejas, pero realmente extra?o para albergar una ciudad fortificada de 3.000 habitantes, por muy pastores que fueran.
No obstante, en el centro de interpretaci¨®n que hay instalado en el pueblo se informa de que esta zona del Tajo era anta?o un lugar de paso estrat¨¦gico y muy concurrido, como lo demuestran los d¨®lmenes exhumados, los vestigios romanos y visig¨®ticos, o el anciano puente que da nombre a la vecina localidad de El Puente del Arzobispo.
Ocho kil¨®metros despu¨¦s de cruzar el Tajo por este bello puente g¨®tico de 11 ojos, se presenta a mano derecha el desv¨ªo a Navalmoralejo y, a la izquierda, la pista de tierra que conduce a la ciudad de Vascos. A los dos kil¨®metros de avanzar por ella, se ofrece la oportunidad de aparcar junto a una granja, pues el camino empeora a partir de aqu¨ª a ojos vistas. En todo caso, s¨®lo restan tres kil¨®metros de pl¨¢cido paseo (o de penoso rally) por una hermosa dehesa de encinas salpicada de p¨¦treos mojones, se?ales de tumbas orientadas hacia La Meca que estupefactan por su n¨²mero y por haber sobrevivido -si el verbo es aplicable a una necr¨®polis- en estos campos arados, plantados de olivos y almendros, pastoreados y agujereados por los conejos a lo largo de casi mil a?os.
No menos estupor produce hallar, al cabo de la pista, la muralla de dos metros de espesor y cicl¨®peos sillares que ci?e Vascos y que en tiempos estuvo reforzada con 43 torres.
Y la sorpresa crece cuando, al rodear el per¨ªmetro interior de la cerca hacia la izquierda y alcanzar su punto m¨¢s bajo, se descubre tras la puerta oeste los restos de los Ba?os de la Mora -se?alados por la b¨®veda de un recinto termal- y, aguas abajo del regato que los nutr¨ªa, los de las curtidur¨ªas, que por su mal olor estaban condenadas a los arrabales.
Continuando la gira intramuros, se sube en un decir Jes¨²s (o Mahoma, que es lo propio) a la alcazaba, encaramada ¨¦sta en un pe?a cortada a plomo sobre el barranco del r¨ªo Huso, profundo foso en el que se re¨²nen sus pocas aguas con las muchas del Tajo, detenidas ambas por la cercana presa de Azut¨¢n. Una puerta que conserva el arranque de un arco de herradura da acceso a esta fortaleza reservada para el gobernador de la plaza y su tropa, que dispon¨ªan de grandes aljibes y mezquita propia, cuyas naves se pueden reconstruir con la imaginaci¨®n a partir de varias columnas truncadas.
La vuelta se completa atravesando la zona actual de excavaciones arqueol¨®gicas -un d¨¦dalo de callejas y casas supuestamente nobles, por hallarse junto a la alcazaba- y bordeando el tramo m¨¢s alto de la muralla para echar un ¨²ltimo vistazo a la garganta del Huso, silenciosa y oscura como la muerte que rodea mil ciudades y entra en una.
S¨®lo s¨¢bados por la ma?ana
D¨®nde. Las ruinas de Vascos se hallan en el t¨¦rmino toledano de Navalmoralejo, a 174 kil¨®metros de Madrid yendo por la carretera de Extremadura (N-V) hasta Oropesa, donde hay que desviarse hacia el sur por la CM-4100. Hacia el kil¨®metro 21, ocho despu¨¦s de El Puente del Arzobispo, se encuentra indicado el desv¨ªo a Navalmoralejo y, justo enfrente, sin m¨¢s se?al que una flecha negra, la pista de tierra que lleva en cinco kil¨®metros hasta el yacimiento.
Cu¨¢ndo. Hay que madrugar, pues la visita s¨®lo est¨¢ permitida los s¨¢bados de 9.00 a 14.00, desde el 19 de mayo hasta finales de enero. El paseo por las ruinas es de un kil¨®metro, al que hay que a?adir otros seis (ida y vuelta) si se aparca junto a la primera granja que aparece por la pista de acceso. En total, dos horas de camino, con un desnivel de 100 metros y una dificultad muy baja.
Qui¨¦n. La familia que regenta el bar del centro social de Navalmoralejo guarda las llaves del Centro de Interpretaci¨®n de Vascos, que puede visitarse cualquier d¨ªa del a?o. M¨¢s informaci¨®n, en la Oficina de Turismo de El Puente del Arzobispo (tel¨¦fono 925 43 66 06).
Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hoja 15-26 del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o la equivalente (654) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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