POR EL MAESTRAZGO M?S BRAVO
Las tierras altas de Castell¨®n y Teruel esconden un paisaje de bre?as y violentas ca?adas que ara?an r¨ªos de aguas muy fr¨ªas. Por aqu¨ª merodearon carlistas y curas trabucaires bajo un sol que abrasa a los lagartos y hace cantar a las chicharras.
Hay almas llanas y almas monta?osas, almas de mar y almas de tierra adentro. Durante la infancia el alma a¨²n est¨¢ fuera del cuerpo, en medio de la naturaleza. Se necesita tiempo para conquistarla. De pronto, un d¨ªa te conviertes en un explorador adolescente y al final de un viaje te descubres a ti mismo en medio de un paisaje.
De ni?o cre¨ªa que lo m¨¢s natural era tener el mar. Desde el tejado de casa ve¨ªa su curva azul y en ese horizonte de la Plana de Castell¨®n hab¨ªa una playa adonde me llevaban en tartana los domingos de verano. Sobre la arena de Villa Alegr¨ªa, en Moncofa, cuya luz me her¨ªa los ojos, no hab¨ªa ninguna posibilidad de hacerse preguntas todav¨ªa. No hay filosof¨ªa en el para¨ªso. Fue en la adolescencia, durante la primera excursi¨®n por el Maestrazgo, cuando entre bre?as descarnadas, mas¨ªas abandonadas, ca?adas violentas, lagartos abrasados, carrascas con chicharras, bajo un fulgor de plantas silvestres muy arom¨¢ticas, comenc¨¦ a interrogarme. Desde entonces, cada viaje que he realizado a esas tierras altas de Castell¨®n y de Teruel ha sido como volver a un camino de perfecci¨®n, sentimental e inici¨¢tico.
All¨ª cay¨® una granizada envuelta en m¨²ltiples rayos que se perd¨ªan en el fondo de la sima de la Cantera
En alg¨²n caj¨®n de casa Amada, en La Iglesuela del Cid, a¨²n quedar¨¢n algunas fotos amarillas de aquellos veranos de los a?os cincuenta que pas¨¦ en esa fonda. La alcoba y el comedor estaban en el primer piso, el suelo era blando, de yeso, los armarios ol¨ªan a alcanfor y all¨ª hab¨ªa un aparador en cuyo espejo a¨²n recuerdo reflejada mi imagen adolescente junto al botijo de agua fresca sobre un pa?o de ganchillo. Para llegar hasta all¨ª desde Castell¨®n ten¨ªa que dejar atr¨¢s la sierra d'En Garcer¨¢n y de Espaneguera, con Alboc¨¢sser y Benasal, y ascender junto a la rambla de la Viuda. Este camino comenzaba a hacerse herm¨¦tico en el coll de Ares del Maestre, donde antiguamente, cuando se sub¨ªa en diligencia, seg¨²n contaban, en la casa de postas hab¨ªa que doblar el tiro de mulas. Despu¨¦s de Ares est¨¢ Villafranca, en cuyo t¨¦rmino el regato de las Truchas establece el l¨ªmite administrativo con Teruel.
El Maestrazgo geopol¨ªtico que mira el mar tiene su capital en San Mateo, pero el que s¨®lo mira el azul duro del cielo comienza a desarrollar su alma de piedra encabritada en Cantavieja, fortaleza inexpugnable del carlista Cabrera, y no termina hasta Villarluengo e incluso m¨¢s all¨¢; por un lado, el ca?¨®n de Malburgo te lleva hasta el nacimiento del r¨ªo Pitarque, y por otro, contin¨²a el estrecho del r¨ªo Guadalope, que no alcanza la planicie de Alcorisa y Calanda hacia Alca?iz sino despu¨¦s de llegar a Ejulbe.
He vuelto a hacer ese viaje. Tuve suerte de que la meteorolog¨ªa se pusiera de mi parte. Los vencejos volaban altos y gritaban mucho alrededor del campanario de Cantavieja y a la media hora de rodar por unas tierras brav¨ªas y desoladas, cabalgando el propio paisaje que siempre estaba abajo, aparecieron unas nubes muy cargadas sobre la sierra Palomita y la muela Monch¨¦n. Una tormenta de verano cuyos truenos resonaran en las hoces profundas era un espect¨¢culo que yo recordaba de mis primeros tiempos de fascinaci¨®n por la naturaleza. El Maestrazgo m¨¢s cabr¨ªo me volvi¨® a conceder esa merced. Primero se estableci¨® una niebla al coronar el puerto de Cuarto Pelao y poco despu¨¦s retumbaron los timbales al llegar a la Ca?ada de Benatanduz, el pueblo m¨¢s alto, y all¨ª cay¨® una granizada envuelta en m¨²ltiples rayos que se perd¨ªan en el fondo de la sima de la Cantera, a 300 metros de profundidad.
Volvieron a gritar los vencejos cuando escamp¨® sobre Villarluengo, un pueblo colgado en otro abismo, y en la plaza los dos quintos que quedan en el lugar, ayudados por todos los vecinos, hab¨ªan erigido un tronco de pino en la plaza como uno de los ritos f¨¢licos en la pasada noche de San Juan. Villarluengo tiene una iglesia con dos torres y un balc¨®n de los Forasteros sobre la hoz del r¨ªo Palomitas que se abre a la muela Mujer. Siete kil¨®metros m¨¢s all¨¢, descendiendo hacia el cauce del Pitarque, en el lecho de un violento ca?¨®n, comenzaron a sonar sus aguas, domadas por una piscifactor¨ªa, y enseguida apareci¨® dentro de una arboleda muy densa el albergue La Trucha, construido sobre una antigua f¨¢brica de papel continuo.
Una de mis obsesiones de juventud, nunca realizada hasta ahora, fue recorrer el camino desde Villarluengo hasta el nacimiento del Pitarque. La ruta, bien marcada, arranca desde el pueblo, enhiesto en una arista de la vaguada que lleva el nombre del r¨ªo y la excursi¨®n dura poco m¨¢s de una hora a buen paso por el desfiladero del Malburgo. A media ladera discurre la senda, unas veces descarnada entre bre?as a pleno sol y otras sumergida por una sombra de frutales, y va siempre acompa?ada por el sonido del agua que se oye abajo cubierta por una densa masa de arces, fresnos y tilos. A medio camino hay una ermita, y sobre ella, en el poco cielo que dejan ver los altos paredones calizos, vuela una colonia de buitres con la debida majestad.
Anunciado con previas cascadas que revientan a media altura en el acantilado, al final de un t¨²nel de helechos, cerezos salvajes, serbales y avellanos aparecen de pronto extensas l¨¢minas de agua muy fr¨ªa bajo las altas cavernas de piedra y al fondo se ve brotar el caudal violento del r¨ªo. Uno llega all¨ª y nada m¨¢s, se moja los pies y se come un bocadillo, pero durante el camino se ha visto sobrecogido por muchas soberbias catedrales calc¨¢reas con arbotantes y contrafuertes, pin¨¢culos y crester¨ªas que la erosi¨®n ha creado a lo largo de la profunda hoz, un paisaje extremadamente violento que te lleva al primer temblor religioso de los trogloditas. Estas cavernas fueron los primeros templos.
Desde Villarluengo hasta Ejulbe se asciende por el cauce del Guadalopillo. Apenas abandona uno el albergue La Trucha, se encuentra con el puente romano Vao y a pocos kil¨®metros aparecen los ?rganos de Montoro, otro de los grandes espect¨¢culos de la naturaleza m¨¢gica. Las paredes de los acantilados por cuyo seno discurre la carretera tienen unas gigantescas estr¨ªas plagadas sobre s¨ª mismas formando tubos por donde el viento levanta hacia el espacio una m¨²sica terrible. ?ste es el Maestrazgo m¨¢s herm¨¦tico; sin duda, el m¨¢s bravo. Pueblos encastillados, con torres de iglesias desmesuradas, abandonados a la soledad. Plantas silvestres desconocidas, cabras montaraces, tierras de carlistas y curas trabucaires, de cecina de ternera y mantas morellanas, de mulos con t¨¢banos y mas¨ªas derruidas donde se hicieron fuertes los maquis.
A medida que se desarrolla la vida, el paisaje que a uno le construy¨® por dentro se va haciendo cada vez m¨¢s espiritual y llega un momento en que se confunde con la conciencia: esta fusi¨®n es la que crea el alma del viajero, que siempre so?ar¨¢ con volver a ese itinerario interior. Es lo que a m¨ª me sucede con el Maeztrazgo.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
Datos b¨¢sicos
El Maestrazgo es una comarca natural que comprende 55 municipios de Castell¨®n y Teruel.
C¨®mo ir
Desde Vinar¨®s, en la costa, por la N-232; desde Teruel, por la N-234.
Dormir y comer
La asociaci¨®n de turismo rural Maestur (964 185 243; www.maestrazgo.arrakis.es/maestur) ofrece alojamiento en casas rurales de la zona.
Fonda Guimer¨¢ (964 178 269). Agust¨ªn Pastor, 28. Mirambel. La habitaci¨®n doble, 24 euros. Tambi¨¦n sirven comidas: unos ocho euros el men¨².
Hospeder¨ªa de La Iglesuela del Cid (964 443 476). En el rehabilitado palacio de Matutano. La doble, 96,70 euros; con media pensi¨®n, 114 euros.
Casa Amada (964 443 373). Fuentenueva, 10. La Iglesuela del Cid. Acogedora fonda familiar. Treinta euros la doble; men¨², 10 euros.
Restaurante Buj (964 185 033). Maestrazgo, 6. Cantavieja. Cocina de mercado. Entre 20 y 30 euros.
Balfag¨®n (964 185 076). Maestrazgo, 20. Cantavieja. La doble, 42 euros; Men¨² degustaci¨®n: 24 euros.
Informaci¨®n
Mancomunidad Tur¨ªstica del Maestrazgo (964 359 883; www.elmaestrazgo.com).
ISIDORO MERINO
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