Donde la biolog¨ªa y la cultura se confunden
Cuando decimos sexo, pensamos en..., bueno, en eso que est¨¢ pensando. Partiendo de un origen m¨¢s bien modesto como un hecho gen¨¦tico y celular, el sexo, contra todo pron¨®stico, ha ganado en complejidad hasta convertirse en sexualidad, una de las fuerzas vivas de la cultura humana, junto con la alimentaci¨®n, la lucha y el instinto de supervivencia.
?En qu¨¦ consiste el sexo desde el punto de vista biol¨®gico? Sencillamente en el intercambio de informaci¨®n gen¨¦tica entre dos organismos para crear descendencia. Definido de este modo, el sexo lo practican desde las bacterias hasta los mam¨ªferos.
Nuestra sociedad ha hecho del sexo un producto m¨¢s de consumo, aprovechando la poderosa llamada que nos empuja a la reproducci¨®n. Olores, colores y sabores son monedas de cambio fisiol¨®gicas que utilizan los animales para buscar pareja, por lo que no es extra?o que la industria cosm¨¦tica haya aprovechado estas estrategias naturales como negocio lucrativo. Cuando nos ponemos un perfume estamos haci¨¦ndonos eco de cientos de millones de a?os de evoluci¨®n: el sexo se invent¨® cuando no hab¨ªa en nuestro planeta m¨¢s que organismos unicelulares.
Cuando nos ponemos un perfume, nos hacemos eco de millones de a?os de evoluci¨®n: el sexo se invent¨® cuando en la Tierra s¨®lo hab¨ªa organismos unicelulares
En la especie humana se ha desarrollado una estrategia que favorece el sexo por placer para maximizar las posibilidades de tener hijos
La reproducci¨®n sexual aumenta la variabilidad gen¨¦tica de la especie y al mismo tiempo se encarga de deshacerse de las mutaciones perjudiciales
El sexo va m¨¢s all¨¢ de la posesi¨®n o no de un cromosoma. En los mam¨ªferos tambi¨¦n influye el flujo hormonal durante el desarrollo y el crecimiento
La gran mayor¨ªa de animales y plantas se reproducen sexualmente; para hacerlo, necesitan formar unas c¨¦lulas llamadas gametos que poseen la peculiar propiedad de almacenar ¨²nicamente la mitad de la informaci¨®n gen¨¦tica que normalmente hay en las c¨¦lulas del cuerpo. Esto crea dos desventajas que se han dado en denominar la paradoja del sexo. Por un lado, la formaci¨®n de gametos le cuesta mucha energ¨ªa al organismo, adem¨¢s del gasto que supone para una especie en su conjunto mantener dos sexos en vez de uno. Por otro, al tener que mezclar la informaci¨®n gen¨¦tica, se reduce a la mitad la contribuci¨®n que cada padre deja a su hijo. En la tercera generaci¨®n s¨®lo un cuarto de los genes de cada padre ha quedado en la descendencia. En cambio, en la reproducci¨®n asexual han pasado todos los genes. Entonces, ?por qu¨¦ se ha mantenido la reproducci¨®n sexual a lo largo de la evoluci¨®n?
Al fin y al cabo, hay otras estrategias reproductivas, como la gemaci¨®n, la reproducci¨®n por esquejes o la partenog¨¦nesis, que han sobrevivido hasta hoy y hay numerosas especies que las practican, sobre todo en plantas y animales invertebrados. En muchas ocasiones, dependiendo de las condiciones del medio, los organismos pueden elegir entre la partenog¨¦nesis y el sexo. En los vertebrados, donde hay m¨¢s de 40.000 especies en la actualidad, s¨®lo 22 especies de peces, 23 de anfibios y 29 de reptiles se reproducen asexualmente.
Por ejemplo, el g¨¦nero Cnemidophorus, que son unas lagartijas americanas cuyas poblaciones est¨¢n compuestas exclusivamente por hembras y se reproducen de manera asexuada, mediante partenog¨¦nesis. Estas lagartijas son, en esencia, clones, puesto que las hijas son gen¨¦ticamente equivalentes a las madres.
Estas excepciones del mundo animal tienen muchas dificultades para sobrevivir en caso de un cambio repentino de las condiciones del ambiente porque su variabilidad gen¨¦tica es escasa. As¨ª pues, la explicaci¨®n a la paradoja planteada descansa en la herencia. La reproducci¨®n sexual aumenta la variabilidad gen¨¦tica de la especie y al mismo tiempo se encarga de deshacerse de las mutaciones perjudiciales.
Sexo y divisi¨®n del trabajo
El cuerpo de los primeros seres vivos estaba formado s¨®lo por una c¨¦lula. Esto significaba que ella sola deb¨ªa hacer todas las labores: comer y excretar, comunicarse con el exterior y reaccionar a sus influencias, y dividirse para no romper la cadena de la vida. Cuando aparecieron hace m¨¢s de 600 millones de a?os los animales, formados de muchas c¨¦lulas, una consecuencia inmediata fue la especializaci¨®n y la divisi¨®n del trabajo. Por ejemplo, aparecieron c¨¦lulas dedicadas ¨²nicamente a la obtenci¨®n y procesamiento de los alimentos y otras especializadas en la comunicaci¨®n con el exterior y el procesamiento de la informaci¨®n. Con el tiempo, estos tipos celulares se organizaron en estructuras de gran complejidad para formar tejidos, ¨®rganos como el coraz¨®n y el cerebro y aparatos como el digestivo.
La aparici¨®n de c¨¦lulas especializadas en la reproducci¨®n constituy¨® un logro evolutivo extraordinario. Con ellas, los organismos multicelulares pasaron a tener dos grandes grupos de c¨¦lulas. Uno est¨¢ encargado de las funciones para la supervivencia del individuo: comer, beber, sentir. El otro es responsable de la supervivencia de la especie a trav¨¦s de la reproducci¨®n. El primer grupo de c¨¦lulas forma la l¨ªnea som¨¢tica, mientras que el segundo constituye la l¨ªnea germinal. Dentro de esta ¨²ltima figuran unas c¨¦lulas llamadas gametos (¨®vulos en las hembras y espermatozoides en los machos), que se forman en un proceso denominado meiosis, un modo peculiar de divisi¨®n de las c¨¦lulas, que las deja con s¨®lo la mitad de la informaci¨®n gen¨¦tica.
Durante la meiosis se produce un hecho de particular importancia, denominado recombinaci¨®n gen¨¦tica, que permite a los gametos resultantes reunir material gen¨¦tico tanto del padre como de la madre (ver gr¨¢fico). El resultado directo de la recombinaci¨®n g¨¦nica es la generaci¨®n de variabilidad en la descendencia, lo que favorece la adaptaci¨®n a un ambiente cambiante.
La reproducci¨®n sexual requiere dos sexos diferentes. Ya hemos mencionado que eso constituye un problema para la especie porque la mitad de su biomasa son machos, ¨²tiles ¨²nicamente para fertilizar a las hembras, que son las que llevan el peso de la reproducci¨®n. La decisi¨®n de un embri¨®n de convertirse en macho o en hembra depende de la especie. En la mayor¨ªa de los mam¨ªferos la determinaci¨®n del sexo es gen¨¦tica, dependiendo de la presencia del cromosoma Y en los individuos machos. En otros grupos de animales es un problema de temperatura. En los cocodrilos, por ejemplo, el embri¨®n se convertir¨¢ en hembra a temperaturas bajas y en macho a temperaturas m¨¢s altas, mientras que en tortugas es justo al rev¨¦s.
Con todo, no es s¨®lo la presencia de los cromosomas correspondientes lo que determina que un individuo muestre las caracter¨ªsticas de uno u otro sexo. En los mam¨ªferos tambi¨¦n influye el flujo hormonal durante el desarrollo y el crecimiento. As¨ª, puede darse el caso de individuos que, a pesar de ser gen¨¦ticamente de un sexo, presentan los rasgos externos de otro. El sexo va m¨¢s all¨¢ de la posesi¨®n o no de un cromosoma.
La naturaleza ha creado tantas estrategias para la reproducci¨®n como pueda uno imaginar. En algunas especies, los machos mantienen una ¨²nica pareja durante toda su vida (asegur¨¢ndose que la energ¨ªa que va a invertir en el cuidado de los hijos har¨¢ que sus genes se propaguen), mientras que en otras especies cambian continuamente, con la esperanza de que en alguna de las aventuras promiscuas alguna hembra quede embarazada.
Igualmente, para las hembras hay de todo. Si elige pareja estable es para invertir en un macho que sabr¨¢ cuidar de sus hijos, proveyendo comida y protecci¨®n. Tambi¨¦n las hay que, cuando est¨¢n en celo, intentar¨¢n aparearse con tantos machos como sea posible.
Tambi¨¦n hay estrategias hermafroditas, en las que el mismo organismo es capaz de formar los gametos femenino y masculino. Y hay estrategias asexuadas, en las que la descendencia son clones del progenitor. La partenog¨¦nesis es una de ellas, bastante extendida entre los invertebrados, pero tambi¨¦n presente en vertebrados. En este caso, el ovocito de la hembra comenzar¨¢ a desarrollarse sin necesidad de ser fecundado por el gameto masculino. Todav¨ªa hay m¨¢s. Algunos organismos han desarrollado una extra?a estrategia: la hembra, tras ser fecundada por el macho, lo mata.
El mensaje de la naturaleza con todo esto es claro: la reproducci¨®n puede llevarse a cabo usando distintas estrategias y el sexo es, simplemente, una m¨¢s.
Tomando la descencencia como referencia se han desarrollado dos estrategias b¨¢sicas. Unas especies priman la cantidad sobre la calidad. Los peces son un buen ejemplo de ello. Las hembras depositan miles de huevos sin fecundar y los machos esparcen millones de espermatozoides sobre ellos. El resultado son muchos peces que individualmente tendr¨¢n pocas probabilidades de sobrevivir.
La segunda estrategia prima la calidad: poca descendencia acompa?ada de unas pautas de conducta que aseguren la supervivencia de los peque?os. Es el caso de la especie humana. En ella, sus peculiares caracter¨ªsticas han favorecido un comportamiento adicional: el sexo por placer (tambi¨¦n presente en otros primates). Como elemento de placer, el sexo est¨¢ presente en la escena cultural humana como una de sus fuerzas b¨¢sicas.
El sexo como actividad social se sit¨²a por tanto en dos planos: el placer y la reproducci¨®n. El segundo es obviamente importante para la supervivencia de la especie. Y el sexo por placer no es sino un modo de asegurar que el segundo se llevar¨¢ a cabo en especies en las que la fertilidad femenina no resulta aparente.
Casi todos los mam¨ªferos manifiestan los periodos de fertilidad de un modo aparente, con cortejos, con cambios f¨ªsicos tales como el agrandamiento de los genitales femeninos o segregando fuertes olores. En el caso de la especie humana esta se?al de fertilidad no existe, por lo que nunca podemos saber, mediante se?ales externas, cu¨¢ndo una mujer se encuentra en el periodo de fertilidad (normalmente una ventana de una semana escasa alrededor del d¨ªa de ovulaci¨®n). As¨ª se ha desarrollado una estrategia consistente en favorecer el sexo por placer para maximizar las posibilidades de tener hijos.
Pero una vez m¨¢s, la especie humana ha sabido transcender el legado biol¨®gico y separar ambos planos de manera clara. El sexo se ha convertido en un hecho cultural, social y a veces familiar que puede quedar tan lejos de la reproducci¨®n como la mujer y el hombre decidan.
Los gametos y la fecundaci¨®n
UNA C?LULA HUMANA de la l¨ªnea som¨¢tica posee 46 cromosomas que forman 23 parejas, la mitad procedente del padre y la otra mitad de la madre. En otras palabras, la informaci¨®n gen¨¦tica se encuentra duplicada gracias a la contribuci¨®n de cada progenitor. De estas 23 parejas de cromosomas hay una cuya combinaci¨®n determina el sexo gen¨¦tico de la persona que la lleva. Una persona con la pareja XX se convertir¨¢ en mujer, mientras que una con la pareja XY se convertir¨¢ en hombre. Sin embargo, ciertas c¨¦lulas de la l¨ªnea germinal, los gametos, poseen s¨®lo 23 cromosomas. Esto significa que cuando se forma un gameto femenino (durante el desarrollo embrionario), los ovocitos resultantes tienen todos un cromosoma X. Pero cuando se genera un gameto masculino (desde la pubertad hasta bien entrada la vejez), un 50% de los espermatozoides resultantes tiene un cromosoma X y el otro 50%, un cromosoma Y. En el momento de la fecundaci¨®n, el material gen¨¦tico del ovocito se une al material gen¨¦tico del espermatozoide. El resultado es un zigoto con 46 cromosomas que comenzar¨¢ el desarrollo de un individuo con una informaci¨®n gen¨¦tica ¨²nica.
El comportamiento homosexual
LA ORIENTACI?N SEXUAL hacia individuos del mismo sexo es un comportamiento natural que se observa en multitud de seres, especialmente en aves y mam¨ªferos. Este comportamiento se ha querido explicar desde diversos puntos de vista, apelando a la presencia de un determinado gen o, simplemente, rechaz¨¢ndola y estigmatiz¨¢ndola como comportamiento antinatural. En los seres humanos no hay una sola causa que propicie este comportamiento, sino m¨²ltiples. La causa biol¨®gica m¨¢s mencionada es el grado de exposici¨®n a hormonas masculinas durante el desarrollo del feto en la madre, que influye en la formaci¨®n del cerebro. Tambi¨¦n se ha relacionado una regi¨®n del cromosoma X (denominada Xq28) con la orientaci¨®n sexual hacia individuos del mismo sexo. Estas observaciones no pasan de ser, como mucho, un elemento m¨¢s en una compleja red de causas y efectos en donde nuestra experiencia como individuos dentro del intricado tejido social a?ade un elemento de complejidad singular. La b¨²squeda de un gen de la orientaci¨®n sexual es una b¨²squeda cuanto menos incompleta, si no est¨¦ril.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.