EL INT?RPRETE
Los cirujanos empezaron en 1961, animados por las teor¨ªas del neurobi¨®logo norteamericano Roger Sperry (que recibir¨ªa el Premio Nobel 20 a?os m¨¢s tarde), a tratar a algunos pacientes muy graves de epilepsia con una operaci¨®n chocantemente dr¨¢stica: aislar sus dos hemisferios cerebrales sajando el gran haz de nervios que los mantiene conectados, llamado cuerpo calloso. Por incre¨ªble que parezca, la operaci¨®n se revel¨® bastante ¨²til. Los ataques epil¨¦pticos remiten, y los pacientes llevan una vida normal. Salvo por un detalle: los neurobi¨®logos no les dejan en paz f¨¢cilmente. Son demasiado interesantes.
Michael Gazzaniga, director de Neurociencias Cognitivas del Darmouth College (New Hampshire, Estados Unidos), ha hecho el siguiente experimento con varios de esos pacientes. El investigador les muestra a la vez dos im¨¢genes distintas: una en su campo visual izquierdo, otra en el derecho. En estos pacientes, la primera s¨®lo llega al hemisferio derecho, y la segunda s¨®lo llega al hemisferio izquierdo (en una persona normal pasa lo mismo inicialmente, pero el cuerpo calloso se ocupa enseguida de redistribuir la informaci¨®n por todo el cerebro). Por ejemplo, se muestra al hemisferio izquierdo una mano de pollo, y al derecho un paisaje nevado. Luego se muestra en el centro del campo visual (es decir, a ambos hemisferios cerebrales) una serie amplia de fotos distintas, y se le pide al paciente que coja con la mano las que mejor casan con las anteriores. La elecci¨®n obvia hubiera sido un pollo (para la mano de pollo) y una pala (para la nieve del paisaje).
Pues bien. Uno de los pacientes cogi¨® con su mano derecha (es decir, con las ¨®rdenes emitidas por su hemisferio cerebral izquierdo, que es el ¨²nico que hab¨ªa visto la mano de pollo) la foto del pollo, en efecto, como hubiera hecho usted mismo. Al mismo tiempo, la mano izquierda del paciente (es decir, su hemisferio cerebral derecho, que es el ¨²nico que hab¨ªa visto el paisaje nevado) elige la pala, como tambi¨¦n hubiera hecho usted. (A diferencia del paciente, usted no hubiera podido elegir ambas fotos a la vez, pero dejemos eso ahora).
Lo extraordinario ocurri¨® cuando Gazzaniga le pregunt¨® al paciente por qu¨¦ hab¨ªa elegido esas dos fotos. El paciente respondi¨®: 'Es muy sencillo. La mano del pollo casa con el pollo, y la pala es para limpiar el corral'.
?Qu¨¦ pasa aqu¨ª? Tengan en cuenta qui¨¦n est¨¢ hablando. Cuando habla, lo que hemos llamado 'el paciente' es en realidad su hemisferio izquierdo, que es el ¨²nico que sabe hablar (los centros del lenguaje suelen estar ah¨ª). Llamemos a ese hemisferio se?or Izquierdo y repasemos su experiencia durante la prueba. El se?or Izquierdo ha visto la mano de pollo, pero no ha visto ning¨²n paisaje nevado. Y despu¨¦s ha hecho lo correcto: elegir un pollo para casarlo con la mano del pollo. Pero luego ha visto que su otra mano cog¨ªa la foto de la pala, y no tiene ni idea de por qu¨¦ lo ha hecho. As¨ª que, cuando Gazzaniga le pide su versi¨®n, se inventa una historia m¨¢s o menos tragable. No se la inventa s¨®lo para que la oiga Gazzaniga, sino tambi¨¦n para s¨ª mismo: para encajar los hechos en una narraci¨®n y no perder la cordura. Para creer que la situaci¨®n est¨¢ bajo su control consciente, como todos nosotros creemos tener las riendas racionales de nuestra actividad mental (cosa que no es cierta en un 98%).
Ser¨ªa tentador conjeturar que si el otro hemisferio, el se?or Derecho, pudiera hablar, quiz¨¢ habr¨ªa respondido: 'Es muy simple. He elegido la pala porque casa con la nieve, y el pollo porque es de una raza alpina'. Pero no es as¨ª. Porque no es s¨®lo que el se?or Derecho no sepa hablar. Es que tampoco sabe construir ficciones narrativas.
La teor¨ªa de Gazzaniga, fundada en ¨¦se y otros muchos experimentos, es que el cerebro humano (el hemisferio izquierdo, para ser exactos) contiene un int¨¦rprete, un grupo de redes neuronales especializado en dotar de sentido a la actividad incesante de nuestro propio cerebro, inconsciente y autom¨¢tica en su inmensa mayor¨ªa.
La neurobiolog¨ªa contempor¨¢nea est¨¢ empezando a entender nuestro cerebro como un paquete de miles de aut¨®matas especializados en las miles de tareas, rutinas y subrutinas que procesan la informaci¨®n procedente de nuestros sentidos y de nuestra memoria, y que casi siempre responden a esa informaci¨®n generando acciones r¨¢pidas y autom¨¢ticas sobre las que nuestra consciencia tiene un control muy escaso. Si creemos tener todo ese caos bajo control consciente es gracias al int¨¦rprete de nuestro hemisferio izquierdo, una especie de cronista que ve perplejo lo que hacen los aut¨®matas y trata de encajar esas acciones en una ficci¨®n coherente: la ficci¨®n de su vida, lector.
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