RATTLE DIRIGE EN LUCERNA EL ESTRENO DE LA 'D?CIMA' DE HANS WERNER HENZE
La seducci¨®n es el hilo conductor de un festival que convoca en la ciudad suiza la mayor concentraci¨®n de grandes orquestas y estrellas de la direcci¨®n.
Lucerna ha planteado este verano un espectacular festival bajo el signo de la seducci¨®n. Ciclos de conciertos en torno al tema, exposiciones con historias de dormitorio o fascinaci¨®n a trav¨¦s del perfume, simposios en que se analiza el carisma desde Mar¨ªa Callas hasta Elvis Presley o la atracci¨®n fatal de personajes como Don Giovanni, Lul¨² y Salom¨¦. La seducci¨®n da para mucho y hasta la propia Lucerna, la ciudad suiza por excelencia con su lago y sus monta?as, insiste en contemplarse desde otros ¨¢ngulos con un festival (fringe) alternativo.
La gran seducci¨®n viene, no obstante, de la programaci¨®n del festival, con la mayor concentraci¨®n de primeras orquestas y figuras de la direcci¨®n que cabe imaginar. Cinco orquestas est¨¢n etiquetadas como 'residentes', con el compromiso de tres programas diferentes y varias actividades paralelas. Son la Filarm¨®nica de Berl¨ªn con Boulez, la de Viena con Jansons, la de Los ?ngeles con Salonen, la Concertgebouw de Amsterdam con Chailly y la Sinf¨®nica de Chicago con Barenboim. Por si no fuera suficiente pasan tambi¨¦n por Lucerna Levine con la Orquesta del Metropolitan de Nueva York, Gergiev con la del Mariinsky de San Petersburgo, Dohn¨¢nyi con la Philharmonia de Londres y, en fin, Abbado con la Gustav Mahler y Rattle con la Orquesta de Birmingham. Treinta y dos conciertos sinf¨®nicos estelares, alrededor de un centenar de espect¨¢culos y una cifra de espectadores en torno a los 100.000 marcan las coordenadas num¨¦ricas del Festival de Lucerna, un festival que tendr¨¢ su propia orquesta a partir del pr¨®ximo verano, con la direcci¨®n titular de Claudio Abbado y un plantel de m¨²sicos superstars elegido con lupa, desde el violinista Kolja Blacher hasta la clarinetista Sabine Meyer.
El compositor alem¨¢n Hans Werner Henze (1926) pas¨® la cifra fat¨ªdica de las nueve primeras sinfon¨ªas sin despeinarse. Lleva ya en esto mucho tiempo. La primera edici¨®n de su Primera es de 1947. En su asombroso palmar¨¦s sinf¨®nico hay hitos como la Quinta estrenada por Bernstein y la Filarm¨®nica de Nueva York en 1962; la S¨¦ptima, con motivo del centenario de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn en 1984; la Octava con Ozawa en Boston en 1993, y la Novena, tambi¨¦n con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn e I. Metzmacher dedicada a los 'h¨¦roes y m¨¢rtires del antifascismo alem¨¢n'. La D¨¦cima supera, en una primera impresi¨®n, a las anteriores.
Fue un encargo del mecenas suizo Paul Sacher y consta de cuatro movimientos: una tormenta, un himno, una danza y un sue?o. El primero de ellos se pudo escuchar en el verano de 2000 en Birmingham, Viena y Londres. La obra tiene en su totalidad una duraci¨®n de unos 40 minutos. Formalmente se sit¨²a en la gran tradici¨®n sinf¨®nica alemana, de la que Henze es su continuador natural. Las evocaciones, los di¨¢logos musicales entre pasado y presente son frecuentes, pero todos ellos integrados en la personalidad sonora de Henze. El tejido orquestal es compacto y rico. La extraordinaria t¨¦cnica no impide la comunicaci¨®n inmediata desde la belleza del sonido. El desarrollo es sutil y complejo, sabio. Simon Rattle la dirige con una claridad meridiana al frente de una impoluta Orquesta de Birmingham, con la que despu¨¦s se luci¨® en Una vida de h¨¦roe, de Richard Strauss.
La asociaci¨®n Strauss-Henze buscada por Rattle fue muy oportuna para reforzar afinidades de tratamiento orquestal. Como oportuna fue, asimismo, la combinaci¨®n Beethoven-Henze en un concierto matinal de c¨¢mara, a modo de preludio del estreno, con el joven y l¨ªmpido cuarteto Amar. Escuchar, por ejemplo, el Cuarteto n¨²mero 5 de Henze, de 1976, dedicado a Benjamin Britten, ilustra sobre un rigor constructivo que viene de lejos. Verdaderamente, Henze no es s¨®lo un maestro. Es ya un cl¨¢sico.
El auditorio de Lucerna dise?ado por Jean Nouvel -la mejor sala de conciertos del mundo, en expresi¨®n de Riccardo Muti- es el centro de operaciones del festival. Veinticuatro horas antes del concierto de Rattle, compareci¨® James Levine con la Orquesta del Metropolitan de Nueva York en un programa espec¨ªficamente americano. Levine no se priv¨® de introducir una pieza de John Cage entre dos oberturas de ¨®pera (impecable la de La fuerza del destino, de Verdi; atractiva sin m¨¢s la de Los maestros cantores, de Wagner), la escena l¨ªrica de La muerte de Cleopatra, de Berlioz, con una fabulosa Olga Borodina y la suite sinf¨®nica de Lul¨². En todas ellas Levine, al frente de la Orquesta del MET, sac¨® a flote su gran talento.
Tradici¨®n y modernidad
El Festival de Lucerna no es ¨²nicamente el mayor desfile de grandes orquestas del planeta. Se atiende cada a?o de manera destacada a un int¨¦rprete y a dos compositores de generaciones diferentes. Este a?o los elegidos son el pianista Alfred Brendel y los compositores Pierre Boulez y Olga Neuwirth, joven austriaca de 34 a?os, en la cresta de la ola de la modernidad. El a?o pasado la pareja de compositores estaba formada por el veterano Elliot Carter y por el joven surafricano residente en Suiza Hans Peter Kyburz, y para el pr¨®ximo est¨¢n anunciados Heiner Goebbels e Isabelle Mundry. La m¨²sica de nuestro tiempo convive con naturalidad con las grandes obras del XIX y primera mitad del XX. Incluso hay alguna audacia como la invitaci¨®n al famoso dj de Washington Spooky, que tendr¨¢ un recital propio y otro manipulando a trav¨¦s de computador algunas composiciones de Boulez y Neuwirth en el m¨¢s puro estilo tecno. El cine tiene tambi¨¦n su presencia en el festival, con t¨ªtulos de tema oper¨ªstico como Mois¨¦s y Aar¨®n, de Straub, o Parsifal, de Syberberg.
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