Desayuno con diamantes
He vuelto al Nesquik. Cuando empec¨¦ a trabajar, hace lo menos veinte a?os, lo dej¨¦ y me pas¨¦ al caf¨¦ con leche, para que mis compa?eros no se rieran de m¨ª cuando ¨ªbamos a los bares a practicar el absentismo laboral, pero ahora que estoy inmersa en este proceso de perder la verg¨¹enza, me doy cuenta de que me he pasado veinte a?os desayunando una cosa que no me gustaba. He vuelto al Nesquik. Y a los cereales. Concretamente, al All Bran, que regula magistralmente mi movimiento intestinal. Me lo recomend¨® mi vecina tras la verja. Ya lo recomendaba hace tiempo en la tele la actriz Elsa Anka diciendo que con All Bran ella, personalmente, obraba de maravilla (por cierto, lo que es la tele, cada vez que veo a dicha actriz pienso, irremediablemente, en lo bien que obra), pero el caso es que, para m¨ª, lo que diga mi vecina va a misa, y lo que diga Elsa Anka me chupa un pie. Yo soy muy de los m¨ªos. Todas mis ma?anas empiezan as¨ª: el taz¨®n de cereales, el consabido movimiento intestinal, y la felicidad de saber que tanto mi vecina como yo estamos reguladas. Son cosas que s¨®lo puedes compartir con otras mujeres, porque delante de los hombres la mujer mujer no habla de sus intestinos, vamos, finge como que los intestinos no existieran; por tanto, este art¨ªculo lo definir¨ªa como pura literatura femenina (a ver si me invitan a un congreso). Pero a lo que iba, estaba masticando mis cereales en la cocina (cada cucharada hay que masticarla cincuenta veces para que haga efecto posterior), y mi santo tom¨¢ndose su caf¨¦ en el poyete. Esta costumbre m¨ªa de los cereales nos ha distanciado bastante. Dice que hago un ruido masticando que parezco una coneja. Y que desayunar con una coneja le perturba. Como ver¨¢n, estamos entrando en esa fase encantadora de la convivencia en la que todo lo que haga el otro te molesta y se te ocurren con facilidad comparaciones animales, tipo: 'Te est¨¢s poniendo como una cerda', 'roncas como una morsa', etc¨¦tera.
Antes del Hiperchollo, pasear era como una rutina
Total, que estaba masticando el pienso este que desayuno, que me dan ganas de pon¨¦rmelo en un cacharrito como el de Chiquit¨ªn (mi yorkie) y comer con ¨¦l en el suelo, m¨¢s que nada por desayunar acompa?ada, y al tiempo escuchaba la radio. Estaba hablando un escritor sobre lo enriquecedora que es la lectura frente a otras cosas tales como consumir compulsivamente en los centros comerciales siguiendo la tiran¨ªa del mercado que nos convierte en individuos sin alma, alienados, en fin, en un asco de individuos. No digo qu¨¦ escritor era por no significar y porque la verdad estas cosas las dicen tantos que es mejor que le pongan ustedes el nombre que quieran. Total, que para que vean el escaso efecto que tiene sobre m¨ª que me den una charla: mientras el escritor denunciaba esos males que se ciernen sobre la masa, yo me puse a pensar en que cada vez era m¨¢s feliz en este pueblo.
S¨ª, cada vez m¨¢s feliz, ?a qu¨¦ se deb¨ªa este cambio?, ?me hab¨ªa amoldado, me emocionaba el cultivo de tomates, me excitaba casualmente mi santo con la mochila de fumigaci¨®n a la espalda? No, todo eso segu¨ªa molest¨¢ndome como el primer d¨ªa. Mi felicidad se deb¨ªa a que...: ?han abierto un Hiperchollo en el pueblo! Antes del Hiperchollo, pasear era como una rutina insoportable, pero, ahora, mis pasos tienen un destino: el Hiperchollo. Me he comprado: una vaca de pl¨¢stico para meter los bastoncillos de las orejas, un hule de frutillas que me retrotrae, un felpudo que pone: 'Benvinguts' (no quedaba en castellano), una campana para llamar a mi santo a comer o a pernoctar o lo que se tercie y dos palanganas, una con la cara de Bisbal y la otra de Chenoa. Estas peque?as cosas, como dec¨ªa Serrat, que nos dejan un tiempo de rosas. Pero, cuidado, si me hacen una entrevista yo me declarar¨¦ en contra de los centros comerciales, aviso. Como cualquier escritor de culto. Nos has jod¨ªo.
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