Dietario de agosto (I)
Concepto. David Hare fue a Par¨ªs para ver un montaje de su obra The absence of War, que es una pieza casi documental sobre la gran derrota del laborista Neil Kinnock. En manos del director franc¨¦s, la obra acababa con una escena que Hare no reconoci¨®, porque no la hab¨ªa escrito: de una densa bruma emerg¨ªa una figura vagamente parecida a la reina Isabel I, rodeada de criaturas desnudas y hombres con paraguas, que se agitaban con raros espasmos. Hare le pregunt¨® al director sobre la inserci¨®n y el sentido de aquella escena. El director le dijo: 'Bueno, es lo que en Francia llamamos le concept. ?C¨®mo le llaman ustedes a eso en Inglaterra?'. 'No tenemos una palabra para eso', respondi¨®, muy brit¨¢nico, el dramaturgo.
Elevaci¨®n. Est¨¢n las obras que horadan en el dolor, en el malestar; que detectan y rajan y diseccionan; que echan sal en la herida para que nunca se cierre del todo. Y est¨¢n, al otro lado, las obras que te elevan, que te ayudan a vivir. Que te mejoran. Que ampl¨ªan tus sentidos, tu percepci¨®n. Jung dec¨ªa que los grandes psic¨®ticos se caracterizan por la llamada 'visi¨®n de t¨²nel'. La mirada se focaliza, obsesiva, sobre un sujeto o un objeto, y lo escruta con la ardiente (y helada) intensidad de un aparato de rayos X. Pero tambi¨¦n quema lo que hay alrededor, como una lupa reconcentrando un rayo de sol sobre el papel. Despu¨¦s, cuando esa mirada se levanta y contempla el mundo, todo se le convierte en signos, en met¨¢foras, en sat¨¦lites de un malestar ign¨ªfugo, contagioso. Hasta que comienza a ser leg¨ªtimo preguntarse si el malestar anida en el objeto o en la propia mirada. Es la mirada del adolescente, tan intensa como limitada. Porque no es completa, porque hay muchas y muy cambiantes cosas 'a los lados'.
Hay otra mirada; la mirada de la elevaci¨®n. Yo siempre he cre¨ªdo que el arte es una cuesti¨®n de elevaci¨®n. Est¨¦tica o moral, como prefieran, aunque ya nos ense?aron que las opciones est¨¦ticas siempre son opciones morales. La elevaci¨®n consiste, en palabras de Italo Calvino, en 'una vez detectado el infierno, se?alar todo lo que no es infierno, y darle espacio'. El arte es el p¨¢jaro al que acaban de sacar los ojos, pero tambi¨¦n el otro p¨¢jaro que, en ese mismo momento, cruza a trav¨¦s de la ventana.
Enunciaci¨®n. Situaciones que est¨¢n 'ah¨ª', en escena, plantadas por el autor, pero sin avanzar, sin desarrollar sus posibles vectores dram¨¢ticos. Quiz¨¢ porque el autor ha cre¨ªdo que le basta con enunciar su 'tema'; quiz¨¢ porque los personajes no han salido a escena para resolver sus conflictos, sino para convertirse en meros portavoces que expondr¨¢n, contrapuntadamente pero con ritmos peligrosamente id¨¦nticos, sus argumentos: largos mon¨®logos que explican m¨¢s que muestran, largas descripciones de ideas o de hechos muy 'bien escritas' pero faltas de esas im¨¢genes dram¨¢ticas que atrapan sensorialmente al espectador transformando una situaci¨®n en una emoci¨®n, un 'tema' en su destilado art¨ªstico. A un dramaturgo le pedimos im¨¢genes verdaderas, m¨¢s all¨¢ del 'buen estilo'.
Modernidad. Con unos cuantos a?os de vuelo, sueles distinguir a los cinco minutos si est¨¢s ante un espect¨¢culo 'de modernos' o un espect¨¢culo 'moderno', que no es lo mismo. Por una raz¨®n muy sencilla y muy poco racional, que te salta a la cara como un bicho: la diferencia abismal, e instant¨¢nea, entre esteticismo y belleza. El esteticismo es agradable; la belleza conmueve. M¨¢s razones: la percepci¨®n de la locura. La locura creativa. Los espect¨¢culos 'de modernos' juegan a la locura, a la fragmentaci¨®n, al multimedia enfebrecido. A menudo, debajo no hay nada m¨¢s que ruido; ruido y repetici¨®n disfrazada de vanguardia. Nada que no estuviera ya, por ejemplo, en los festivales de Nancy de finales de los setenta, en las innumerables funciones vistas desde entonces. En los espect¨¢culos realmente 'modernos', la aut¨¦ntica locura se instala en el escenario a los tres minutos. Como una llamada irresistible. Las palabras de los actores te trasladan a un lugar ver¨ªdico, tan ver¨ªdico e intenso como los que visitamos durante nuestros sue?os. La locura o su anverso: la calma, el ojo del hurac¨¢n, como un diamante. Una frase del director belga Jan Lauwers, un creador aut¨¦nticamente 'moderno': 'El arte sirve para detener el presente, la actualidad. Para crear momentos de reposo y dejar atr¨¢s, pacientemente, la confusi¨®n'. Una frase que enlaza, por encima del tiempo, con esta otra, de Rilke: 'Y lejos, detr¨¢s de todo el ruido, est¨¢ la patria de las obras de arte, la de los objetos extranjeros, silenciosos y pacientes, que se alzan curiosamente en medio de las cosas de la vida cotidiana, de las gentes ocupadas, los animales tranquilos y los ni?os que juegan'.
Subtexto. Lo que no se dice expl¨ªcitamente. O el contraste entre lo que se piensa y lo que se dice o se hace. Las madres son las reinas del subtexto. Cuando una madre dice, por tel¨¦fono: '?Sabes? He pensado en alquilar una camioneta para trasladar los muebles de la casa de verano. ?Qu¨¦ te parece?', est¨¢ diciendo, obviamente, 'si eres un hijo como Dios manda, correr¨¢s a ofrecerme tu coche para ese trabajo'.
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