Rojo y negro
Son muy pocas las oportunidades de escuchar las ¨®peras breves en los teatros, ya que su escasa duraci¨®n obliga a los programadores a buscar en el repertorio un complemento id¨®neo: Pagliacci y Cavalleria rusticana, por ejemplo, se han convertido as¨ª en una aut¨¦ntica pareja de hecho. En menos de una hora se desarrolla toda la peripecia de El castillo de Barbazul, la ¨²nica ¨®pera de B¨¦la Bart¨®k, que cuenta adem¨¢s con el agravante en contra de su exiguo n¨²mero de personajes y de estar escrita en un idioma -el h¨²ngaro- que limita extraordinariamente la elecci¨®n de cantantes. Sin embargo, lo que sobre el papel parecen impedimentos, partitura y libreto en mano se tornan maravillas. B¨¦la Bart¨®k y B¨¦la Bal¨¢zs nos legaron no s¨®lo una de las m¨¢s grandes ¨®peras del siglo XX, sino uno de los ejemplos m¨¢s sobresalientes de adecuaci¨®n entre m¨²sica y texto, de despojamiento de cualquier elemento accesorio, adem¨¢s de una de las mejores excepciones con las que rebatir la vieja creencia de que nada en la ¨®pera resulta cre¨ªble, interesante o veros¨ªmil.
En El castillo de Barbazul no asoma el artificio, es cierto, pero su trama s¨ª incita a desentra?ar la mara?a de s¨ªmbolos caracter¨ªsticos de algunos dramas de la ¨¦poca (casi siempre en la estela de Pell¨¦as et M¨¦lisande, de Maurice Maeterlinck). El origen del argumento es un cuento de apariencia inocua, aunque con ribetes mucho menos infantiles que La bella durmiente o Pulgarcito, incluido tambi¨¦n en las Histoires ou Contes du Temps pass¨¦, de Charles Perrault. En el relato original, la joven esposa de Barbazul abre en su ausencia la ¨²nica puerta de la mansi¨®n que aqu¨¦l le hab¨ªa prohibido franquear ya que, de incumplir su orden, 'no habr¨¢ nada que no pod¨¢is esperar de mi c¨®lera'. En el interior encuentra, degolladas, a todas sus anteriores esposas. A su regreso, como la llave se hab¨ªa te?ido de una sangre imposible de limpiar ('cuando se quitaba la sangre de un sitio, aparec¨ªa en otro', escribe Perrault), Barbazul descubre que su mujer hab¨ªa entrado en el gabinete prohibido y se dispone a matarla, aunque logra salvarse in extremis gracias a la llegada de sus dos hermanos.
B¨¦la Bal¨¢zs transforma radicalmente en su libreto este argumento hasta convertirlo en una met¨¢fora de la soledad, de la imposibilidad del amor y el conocimiento mutuo y sin reservas entre dos personas. La elecci¨®n del nombre de la protagonista no puede ser casual: frente a Barbazul, que asesina a sus mujeres, Bal¨¢zs sit¨²a a Judith, que mat¨® a Holofernes. La acci¨®n, reducida al m¨ªnimo, se centra en la apertura sucesiva de las siete enormes puertas que pueden verse en el interior del l¨®brego castillo. Cada una de las puertas -los misterios del alma del duque- alberga un secreto, y Judith se empe?a en descubrirlos para que la mansi¨®n, 'glacial y sombr¨ªa', inh¨®spita a sus ojos, pueda llenarse de luz y de calor.
A partir de ese momento vemos desfilar, en primer lugar, la c¨¢mara de torturas y un sinf¨ªn de armas y armaduras. Todo, incluso las paredes, rezuma sangre, una constante a lo largo de la ¨®pera, pero Judith no se arredra en su af¨¢n de llegar al fondo del alma de su amado. Las siguientes tres puertas revelan los tesoros del duque, un jard¨ªn secreto y una vista esplendorosa de todas sus posesiones, trasunto de su riqueza espiritual. Es aqu¨ª cuando Barbazul, redimido y liberado, quiere abrazar a Judith que, sin embargo, en vez de admirar la luz que ahora inunda la estancia, s¨®lo sigue viendo sombras llenas de sangre. La sexta puerta esconde un silencioso lago formado por l¨¢grimas, lo que aumenta las sospechas que alberga Judith sobre el tr¨¢gico fin de sus antecesoras. Su insistencia en abrir la s¨¦ptima y ¨²ltima puerta es la que acarrear¨¢ su propia destrucci¨®n: las tres esposas anteriores salen del interior, vivas, engalanadas y espectrales. Barbazul alaba su belleza y recuerda de qu¨¦ manera fue encontr¨¢ndolas al amanecer, al mediod¨ªa y al atardecer. El c¨ªrculo se cierra, porque dice haber hallado a Judith a medianoche, y tras adornarla con joyas, ofrecerle todas sus posesiones y declararla la m¨¢s hermosa de sus mujeres, la joven se encamina con sus compa?eras al interior de la s¨¦ptima puerta, que vuelve a cerrarse para siempre: 'Y ahora ser¨¢ de noche eternamente', canta Barbazul al final de la ¨®pera.
B¨¦la Bart¨®k arrop¨® este
texto con una m¨²sica n¨ªtidamente estructurada -tonal y tem¨¢ticamente- en torno a las siete puertas y con un motivo -el de la sangre- que act¨²a como elemento unificador, aunque el h¨²ngaro lo emplea de un modo muy diferente al leitmotiv de Wagner, cuya m¨²sica consideraba 'de estructura demasiado pesada, de esp¨ªritu demasiado alem¨¢n'. El enraizamiento de su estilo en la m¨²sica folcl¨®rica, tan presente aqu¨ª en la escritura vocal, es lo que liber¨® a su obra de un anclaje excesivo en la tradici¨®n. Y, aun manteni¨¦ndose fiel en gran medida a la tonalidad, Bart¨®k tampoco dud¨® en recurrir a la disonancia, como en el brutal estallido orquestal con 10 de los 12 sonidos posibles de la escala cuando Barbazul dirige su ¨²ltima frase a Judith, para acentuar los momentos de mayor tensi¨®n.
Entre la composici¨®n de la ¨®pera en 1911 y su estreno, siete a?os despu¨¦s, Bart¨®k no ces¨® de revisar su partitura, y muy especialmente el final, en el que sab¨ªa que converg¨ªa buena parte del significado simb¨®lico del drama. Zolt¨¢n Kod¨¢ly, el destinatario original del libreto de Bal¨¢zs, escribi¨® una cr¨ªtica del estreno en la que afirmaba que los arcos de m¨²sica y texto se fortalec¨ªan mutuamente en un 'grandioso arco iris doble', un s¨ªmil lleno de color y optimismo para una obra dominada de principio a fin por el rojo de la sangre y el negro de nuestros abismos interiores.
Puertas y m¨¢s puertas
LA LEYENDA de Barbazul ha dado lugar a un sinn¨²mero de tratamientos literarios y musicales. Los a?os del tr¨¢nsito del siglo XIX al XX fueron especialmente fecundos, aunque obras musicales, teatrales y novelas aparecen firmados casi siempre por nombres menores. Un tratamiento oper¨ªstico muy diferente al de Bart¨®k y Bal¨¢zs es Ariane et Barbe-bleu, con m¨²sica de Paul Dukas y libreto de Maurice Maeterlinck a partir de su obra hom¨®nima, en la que las diversas mujeres del protagonista proceden de anteriores obras del escritor belga (M¨¦lisande entre ellas, por supuesto). Menos conocidos son el relato corto Ritter Blaubart, de Alfred D?blin, el autor de Berlin Alexanderplatz, o la comedia musical Little Miss Bluebeard, en la que colabor¨® con una canci¨®n -la deliciosa I won't say I will but I won't say I won't- nada menos que George Gershwin. George Steiner titul¨® uno de sus libros menos divulgados, fruto de unas conferencias que imparti¨® en la Universidad de Kent en 1971, En el castillo de Barbazul. Estas 'notas para la redefinici¨®n de la cultura', una secuela del famoso libro de T. S. Eliot, quieren emular el movimiento de una figura musical: un vacilante arco ascendente y descendente en la orquesta al final de la ¨®pera de Bart¨®k, porque 'en relaci¨®n con una teor¨ªa de la cultura', afirma Steiner, 'parecemos encontrarnos donde se halla la Judith de Bart¨®k cuando pide abrir de noche la ¨²ltima puerta'.
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