Mi casa, mi campo
El campo por excelencia para los madrile?os capitalinos fue durante mucho tiempo el acotado de la Casa de Campo; all¨ª, generaciones y generaciones de ni?os urbanos, hijos del empedrado y del asfalto, tomaban contacto por primera vez con la Naturaleza, tan sabia que no necesitaba alcorques para que medraran los ¨¢rboles, ni macetas para que crecieran las plantas. A los madrile?os les bastaba con este campo semisalvaje que les abri¨® sus puertas en 1931 despu¨¦s de haber sido desde 1560 Real Sitio, finca de recreo, cazadero y a veces picadero de sus majestades.
Con la apertura p¨²blica de la Casa de Campo, Madrid, dec¨ªan sus ex¨¦getas, consegu¨ªa lo ¨²nico que le faltaba para alcanzar la perfecci¨®n, para convertirse en ese para¨ªso terrenal que los madrile?os de casta, seg¨²n el dicho popular, a?oran m¨¢s all¨¢ de la muerte, desde las gradas del leg¨ªtimo para¨ªso celestial, que no ser¨ªa tan paradis¨ªaco para ellos si no contara con un agujerito por el que asomarse a la ciudad de sus vidas con un punto de nostalgia. Con la Casa de Campo, los madrile?os ya no tendr¨ªan nada que envidiar a sus parientes de pueblo, ellos tambi¨¦n ten¨ªan el campo a las puertas de su casa.
No dur¨® mucho la alegr¨ªa. Cinco a?os despu¨¦s, durante aquella guerra civil que organizaron militares incivilizados y cainitas, la Casa de Campo sirvi¨® de escenario a la contienda, lo buc¨®lico dio paso a lo b¨¦lico, cuando los sublevados, los facciosos, instalaron su mort¨ªfera maquinaria en el Cerro de Garabitas, la cota m¨¢s alta del entorno. Las bombas derribaron o arruinaron las antiguas casas de labor, la Casa de Vacas y la Faisanera y las iglesias de Rodajos y la Torrecilla, y afectaron gravemente a la casa-administraci¨®n, y los incendios arrasaron bosques y provocaron la muerte de miles de animales. En resumen, seg¨²n la amena y detallada gu¨ªa de la Casa de Campo de Beatriz Tejero Villarreal: 'En tan s¨®lo unos d¨ªas se borran las huellas de tres siglos y medio de historia. Los principales enclaves y edificios hist¨®ricos de la Casa de Campo quedan destruidos. A mediados de 1939, desolaci¨®n es el adjetivo que mejor define la apariencia que presenta este antiguo Real Sitio'.
Durante la posguerra m¨¢s larga que vieron los tiempos -1939-1975-, la Casa de Campo, reabierta en 1946 despu¨¦s de una colosal operaci¨®n limpieza, volvi¨® a ser incautada por el Estado y luego arrendada a perpetuidad al Excelent¨ªsimo Ayuntamiento de Madrid, que en connivencia con excelent¨ªsimos depredadores y especuladores inici¨® su colonizaci¨®n cerc¨¢ndola con nuevos barrios y urbanizaciones, enclaves privilegiados por la ampliaci¨®n del ferrocarril metropolitano, una ampliaci¨®n pol¨¦mica y en apariencia il¨®gica, ya que exist¨ªan en Madrid populosos barrios ya construidos, incomunicados y en pleno crecimiento. Una vez m¨¢s, la l¨®gica del lucro y de la especulaci¨®n se impon¨ªa como argumento, el ferrocarril suburbano paraba en las m¨¢rgenes del lago y en la Venta del Bat¨¢n para acercar a los ciudadanos de Madrid a su campo favorito, pero sobre todo para acarrear a las cuentas de los constructores enormes sumas de dinero.
La Casa de Campo sigue siendo hoy vivero diario de noticias, casi siempre malas noticias, las buenas casi nunca lo son, afirma un controvertible axioma period¨ªstico. Incluso hay noticias que se dan por buenas, como la construcci¨®n de un nuevo carril-bici, y se revelan malas cuando los sufridos ciclistas, sus te¨®ricos beneficiarios, descubren que para acceder a ¨¦l se ver¨¢n forzados a utilizar el metro con la bici a cuestas, o a cargarla en la baca del coche, a no ser que opten por la aventura casi suicida de pedalear entre el vertiginoso tr¨¢fico de las autov¨ªas. Una iniciativa destinada a favorecer el uso econ¨®mico y no contaminante de los veloc¨ªpedos como medio de transporte acaba rindiendo pleites¨ªa al autom¨®vil, rey de la creaci¨®n humana. El nuevo circuito que a¨²na las protestas de ciclistas y ecologistas se inicia en la enigm¨¢tica Puerta de Dante, como un aviso a los usuarios, puerta que no es del Para¨ªso, sino tal vez del Purgatorio, o del Infierno, aunque no campee en ella todav¨ªa la dantesca advertencia: 'Dejad toda esperanza...'.
Pero no todas las noticias sobre la Casa de Campo son malas. Dentro de unos d¨ªas se celebrar¨¢ en la zona del lago un trofeo de polo, con entrada gratuita, para poner al alcance de las masas ignaras este apasionante deporte hasta ahora de ¨¦lite, porque son muy pocos, desgraciadamente, los madrile?os que tienen una cuadra en su casa, aunque vivan rodeados de asnos y muchas veces gobernados por ellos.
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