?nimo Laiseka
Que las ca¨ªdas son gajes del oficio lo entendemos. Ser¨¢ econom¨ªa de esfuerzo, porque el que no llegue a hacerlo, poco va a durar en este circo. A veces caemos solos, otras nos tiramos entre nosotros en un vistoso efecto domin¨®; y otras veces llegamos incluso a salir despedidos con los ojos cerrados dispuestos a despe?arnos por cualquier terrapl¨¦n. Hasta ah¨ª vale, los riesgos los asumimos nosotros, y cada cual es libre de sus actos, desde ponerse o no el casco, hasta tomar una curva por la tangente. Pero lo que no estamos dispuestos a aceptar es que las ca¨ªdas se produzcan por factores externos. No, por ah¨ª, no pasamos.
Caerte por culpa de un pivote sin se?alizar, de unas rotondas buscadas en pos del espect¨¢culo, de un espectador imprudente con c¨¢mara de fotos, o de una mancha de aceite sin limpiar, es algo que no podemos admitir, y que siempre que ocurre, que no son pocas las veces, por cierto, provoca nuestra indignaci¨®n.
Y ya no cuento nada cuando la ca¨ªda se produce por un fallo en el material que utilizamos. Entonces, m¨¢s que indignados, nos sentimos ofendidos. Y es que no es broma, como para no estarlo.
Hace un a?o tuve una experiencia de esas. Estaba corriendo en Malaisia, fui a coger la bolsa de avituallamiento, y en ese momento cedi¨® la horquilla de mi bicicleta. Evidentemente la consecuencia es que te quedas sin rueda delantera, y como pueden imaginar, en una bici, que solo tiene dos, eso es algo que duele. Y claro, en una ca¨ªda as¨ª el cuerpo no tiene tiempo para poner una postura instintiva de defensa y las consecuencias pueden ser bastante graves.
Pues bien, ayer le pas¨® exactamente lo mismo a Laiseka, que en este caso es amigo m¨ªo, y eso duele a¨²n m¨¢s. Su horquilla cedi¨®, la gravedad lo atrap¨® y dej¨® su piel en el asfalto. Su piel, sus ilusiones, y sus deseos de mostrar que el viejo Roberto todav¨ªa tiene mucho que decir, que uno nunca cae solo, cae con todo su peso.
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