Brindis energ¨¦tico
El plan energ¨¦tico presentado por el Gobierno el viernes pasado es todo un modelo de la ret¨®rica pol¨ªtica usual de los gobiernos de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y de su peculiar forma de aproximarse a la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos. El plan recoge un apabullante programa de inversiones en producci¨®n e infraestructuras energ¨¦ticas de 26.500 millones de euros en el periodo 2002-2011, de los que 18.500 millones depender¨¢n de la iniciativa privada. El resto, unos 8.000 millones, ser¨¢n decisiones p¨²blicas para la mejora de las redes de transporte de electricidad y gas.
Adem¨¢s de este prop¨®sito de mejora de infraestructuras, en el que se percibe el intento oficial por convencer a la opini¨®n p¨²blica de que se toman medidas para acabar con los apagones el¨¦ctricos y las deficiencias en la calidad del suministro energ¨¦tico, el Gobierno propone un cambio muy acentuado en la estructura energ¨¦tica: rebajar la participaci¨®n del carb¨®n, el petr¨®leo y las plantas nucleares en la producci¨®n de energ¨ªa, y aumentar en paralelo el peso proporcional del gas en la producci¨®n final: desde el 12,2% actual hasta el 22,5% en 2011. El esfuerzo que se calcula para las energ¨ªas renovables es todav¨ªa mayor y su importancia relativa pasar¨ªa del 5,6% al 12% en 10 a?os.
Poco hay que objetar a las cifras. Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar hoy un economista, ingeniero, empresario o consumidor que se opusiera a duplicar la gasificaci¨®n del pa¨ªs, reducir el consumo de carb¨®n y moderar el peso del petr¨®leo en el balance energ¨¦tico; lo mismo cabe decir del abrumador consenso t¨¦cnico y social sobre la necesidad de aumentar las plantas de producci¨®n el¨¦ctrica e invertir en la red el¨¦ctrica y gasista. El problema surge cuando se pretende comprobar la consistencia de tan excelentes intenciones, porque el Gobierno no explica c¨®mo se conseguir¨¢n esos objetivos. Y como no se detallan los instrumentos y decisiones a trav¨¦s de los cuales ser¨¢ posible alcanzar el nuevo balance energ¨¦tico, el plan de Jos¨¦ Folgado, secretario de Estado de Energ¨ªa, queda reducido a lo que es en realidad: un conjunto de prospectivas empresariales volcadas a toda prisa en un papel, junto con la suma sin elaborar de las peticiones de inversi¨®n de compa?¨ªas el¨¦ctricas y gasistas.
Abundan los ejemplos que confirman este diagn¨®stico. Por ejemplo, la cuota de inversi¨®n privada es muy respetable, pero nada garantiza que se produzca; recu¨¦rdese que las compa?¨ªas el¨¦ctricas tambi¨¦n presionaron sobre el Ejecutivo para participar en la liberalizaci¨®n del mercado del gas y, cuando el Gobierno permiti¨® la participaci¨®n en Enag¨¢s, las empresas se negaron a participar en su capital y, por tanto, en la financiaci¨®n de las infraestructuras de gas. Tampoco es muy coherente, por ejemplo, que la importancia capital que se concede al gas no vaya acompa?ada de un esfuerzo importante -que no se menciona- en la diversificaci¨®n de los pa¨ªses suministradores; o que nadie sepa c¨®mo se va a conseguir ese avance espectacular en las energ¨ªas renovables.
Un castizo dir¨ªa que el plan del Gobierno es un brindis al sol y, con la informaci¨®n disponible, no habr¨ªa m¨¢s remedio que darle la raz¨®n. Recu¨¦rdese que en 2002 el Gobierno anunci¨® a bombo y platillo la puesta en pr¨¢ctica de un plan de ahorro energ¨¦tico que se olvid¨® minutos despu¨¦s de haberse presentado. El plan energ¨¦tico puede correr id¨¦ntica suerte.
La decisi¨®n del Consejo de Seguridad Nuclear de proponer al Gobierno el cierre de la central nuclear de Zorita (en Guadalajara) para el 30 de abril de 2006 resulta prudente y algo m¨¢s s¨®lida. Aunque la ¨²ltima palabra la tiene el Gobierno, dif¨ªcilmente se podr¨¢ sustraer a la recomendaci¨®n del CSN, cuya presidenta, Mar¨ªa Teresa Estevan Bolea, ha quedado en una posici¨®n desairada al abstenerse, lo que no menoscaba la credibilidad de la decisi¨®n de la instituci¨®n de control de la seguridad nuclear.
Zorita es, a todos los efectos, una planta obsoleta y ha estado envuelta en la pol¨¦mica ante la insistencia de los movimientos ecologistas que presionaban por el cierre de una planta que se construy¨® con un car¨¢cter experimental. Es de esperar que el plan de cierre que se elabore para 2004 contenga r¨ªgidas medidas de seguridad, adem¨¢s de un plan de desarrollo econ¨®mico para una zona que viv¨ªa en buena parte de esta peque?a central. En todo caso, la decisi¨®n sobre Zorita puede incidir sobre el futuro de la energ¨ªa nuclear en Espa?a.
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