Los dem¨¢s vascos
Cuenta una leyenda que cierta se?ora encarg¨® su retrato a Picasso. Cuando el pintor le entreg¨® la obra, donde ojos y narices bailaban con especial travesura, la dama no pudo por menos de quejarse: '?Pero si no me parezco nada!'. Y Picasso repuso: 'Descuide, ya se le parecer¨¢'. Algo semejante nos ha ocurrido en el Pa¨ªs Vasco. Hace m¨¢s de veinte a?os, los nacionalistas promulgaron un retrato de nuestra comunidad ¨¦tnico, homog¨¦neo, beato en su postizo ruralismo ideol¨®gico, victimista, invadido por for¨¢neos contaminantes, incompatible con lo espa?ol, sin otra meta a medio o largo plazo que el independentismo redentor: un aguafuerte firmado por el Sabino Arana de la primera ¨¦poca. Muchos nos quejamos del escaso parecido que guardaba con el modelo real, pero no pedimos que nos devolvieran el dinero: esper¨¢bamos que poco a poco, gracias a la democracia, los eventuales artistas -ahora gobernantes- fuesen suavizando los perfiles, a?adiendo figuras y borrando ruinas intolerantes del fondo paisaj¨ªstico. En una palabra, que el cuadro cambiase para ir representando cada vez mejor la sociedad retratada. Pero hemos sido defraudados. La imagen oficial y su modelo se han ido pareciendo cada vez m¨¢s, de acuerdo, pero es el segundo el que no ha tenido m¨¢s remedio que transformarse. Como no era cosa de romper el espejo, la soluci¨®n ha sido romperles la cara a quienes no se reflejaban debidamente en ¨¦l.
O echarles. De eso se ha encargado especialmente ETA y su batall¨®n de servicios auxiliares, cuya labor de zapa ha logrado crear inseguridad para muchos e incomodidad para todos los que no se aven¨ªan voluntariamente al perfil nacionalista. La gente asesinada no sale en la foto, pero tampoco la hostigada, la que se retira porque siente su miedo como una humillaci¨®n, la que emigra por repugnancia ante cuanto le rodea o por hartazgo de tener que fingir ser lo que no es. Paulatinamente la poblaci¨®n decrece y el aguafuerte aranista resulta cada vez m¨¢s fiel. Con un poco de suerte y de insistencia, dentro de unos cuantos a?os ya no har¨¢ falta quiz¨¢ efectuar ning¨²n refer¨¦ndum para comprobar que los vascos quieren nacionalismo y nada m¨¢s que nacionalismo porque todos los que pudieran haber votado 'no' habr¨¢n sido borrados del censo. As¨ª nos ahorraremos dinero p¨²blico y tr¨¢mites engorrosos. Al principio los nacionalistas hablaban de los vascos como Osama Bin Laden de los musulmanes: todos son de los m¨ªos y los dem¨¢s ap¨®statas. Provocaban sonrisas, aunque fuesen un poco nerviosas. Pero ahora ya nadie sonr¨ªe y el nerviosismo va dejando paso al p¨¢nico, a la resignaci¨®n c¨®mplice, al soborno... o al vac¨ªo.
Estando as¨ª las cosas, es comprensible la irritaci¨®n y la alarma nacionalistas ante las medidas legales para dejar fuera de juego a Batasuna. Ni el PNV ni EA quieren que ETA siga asesinando, eso tuvo su aquel en cierto momento, pero ahora resulta socialmente oneroso y hasta contraproducente. Lo perfecto ser¨ªa que la banda terrorista permaneciese en un discreto stand-by permanente, dando tono al ambiente aunque sin sangre ni v¨ªsceras infantiles por la calzada, mientras contin¨²a el proceso de expulsi¨®n incruenta de unos y de asimilaci¨®n de los dem¨¢s, as¨ª como el domesticamiento progresivo de los radicales para que vayan incorpor¨¢ndose a los partidos gubernamentales como una cohorte vehemente pero ex criminal. Sin embargo, adem¨¢s de que ETA sigue matando y comprometi¨¦ndoles, ahora jueces y parlamentarios forman una pinza para ilegalizar Batasuna. ?Qu¨¦ contrariedad! Esto va a empeorar las cosas, nos advierten. ?Para qui¨¦n? Para los propios nacionalistas, claro. Mejorar¨¢ sus porcentajes electorales, porque parte de los votos radicales ir¨¢n hacia ellos, pero tendr¨¢n que sufrir la indignaci¨®n de los ilegalizados -'?qu¨¦ hay de lo nuestro?, ?aunque me devuelvas el rosario de mi madre y las cartas, no creas que vas a quedarte con todo lo dem¨¢s!'- y quiz¨¢ tambi¨¦n las amenazas directas de sus peligros¨ªsimos primos del amosal.
Sobre todo, se rompe fatalmente el aura de condescendiente impunidad (acompa?ada, eso s¨ª, de viva desaprobaci¨®n ret¨®rica para darles un puntillo de atractivo perverso) que rodeaba a los partidarios o justificadores de la violencia. Y, si se bloquean sus cuentas y negociejos, se compromete tambi¨¦n el clientelismo abertzale del que tantos han vivido tan ricamente hasta ahora. Mala cosa: desmovilizadora o, a¨²n peor, capaz de hacer a los m¨¢s brutos volverse contra quienes no deben. Es el calvario del PNV, al que Arzalluz -que no en vano es del gremio- ha descrito como un santo crucificado entre dos ladrones, ETA y PP. M¨¢s radical que Cristo, el PNV no quiere ma?ana a ninguno de los dos en su reino independiente, porque cada uno estorba a su modo el proyecto que est¨¢ llevando a cabo. Quienes le fuerzan a que elija definitivamente entre Dimas o Diretes (no recuerdo como se llamaba el otro ladr¨®n) fomentan la 'crispaci¨®n', palabra que en Euskadi significa: contrariar de palabra u obra al nacionalismo vigente...
Que los defensores de Batasuna se manifiesten con lemas contra el fascismo y denuncias del 'estado de excepci¨®n' impuesto por la aplicaci¨®n de la legalidad, resulta chocante y hasta pat¨¦tico para muchos observadores, pero cr¨¦anme que es perfectamente l¨®gico. Durante d¨¦cadas, el discurso ideol¨®gico vigente ha dado por sentado que cualquier cortapisa al nacionalismo, incluso cualquier denuncia y persecuci¨®n activa de las legitimaciones o complicidades con el terrorismo, provienen de un 'espa?olismo rancio' cuando no de 'franquismo puro y duro'. Ayudados por una versi¨®n de la historia y sobre todo de la antropolog¨ªa que parece directamente sacada de aquella secci¨®n del venerable Pulgarcito titulada 'incre¨ªble pero mentira' (por cierto, no conozco ning¨²n manifiesto de antrop¨®logos, de esos que ahora andan tan pol¨ªticamente concernidos, sobre este tema), los perpetuos rememoradores de la guerra civil han consentido la guerra civil de baja intensidad que se llevaba a cabo contra los no nacionalistas. La bandera y dem¨¢s s¨ªmbolos comunes del Estado democr¨¢tico part¨ªan de antemano descalificados por informadores y educadores como imposiciones detestables. En realidad, la Espa?a democr¨¢tica nunca ha tenido una verdadera oportunidad de darse a conocer en el Pa¨ªs Vasco. ?Qu¨¦ es lo que se cuenta a los j¨®venes? A los hijos peque?os de un terrorista condenado por m¨²ltiples asesinatos, los parientes compasivos -para no revelarles la cruda verdad que a¨²n no pueden asimilar- les han dicho que 'el ait¨¢ est¨¢ en la c¨¢rcel porque habl¨® en euskera delante de un guardia civil'. Y que ruede la bola...
Para el d¨ªa 19 de octubre, Basta Ya ha convocado una manifestaci¨®n en San Sebasti¨¢n contra la imposici¨®n obligatoria del nacionalismo como ¨²nica soluci¨®n democr¨¢tica a la violencia y a favor de la ciudadan¨ªa constitucional, as¨ª como de las medidas legales que la defienden. La convocatoria se dirige a todos esos otros vascos y en particular a los que se han ido: que vuelvan por un d¨ªa para demostrar que existen. Algunos se fueron por las amenazas o los atentados que sufrieron ellos y sus familiares, otros por el clima social irrespirable, por no querer pagar a extorsionadores, muchos sencillamente porque se encontraban tambi¨¦n en su casa como espa?oles en otras partes de Espa?a y no quer¨ªan renunciar a esa amplitud de posibilidades econ¨®micas y vitales que les benefician. Ser¨ªa hermoso y solidario que, por esta ocasi¨®n, volviesen para apoyar el pluralismo conculcado en su tierra natal. A comienzos del pasado siglo, el ¨¢crata Georges Darien public¨® La Belle France, un panfleto contra su pa¨ªs devastado por el asunto Dreyfus. All¨ª puede leerse: 'Si el nombre franc¨¦s no debe verse para siempre tachado de la historia, es preciso que la Francia de los nacionalistas encuentre ma?ana frente a ella la Francia de los jud¨ªos, de los protestantes, de los intelectuales y de los cosmopolitas. Es decir, la Francia de la Revoluci¨®n'. Del mismo modo, es preciso que frente al Pa¨ªs Vasco de los nacionalistas se afirme el de quienes no lo somos, el de los disidentes, el de los enemigos consecuentes del terror, el de los autonomistas no separatistas, el Pa¨ªs Vasco de la Constituci¨®n.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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