'Brass bands', el desfile de la vida
Sus habitantes llaman a Nueva Orleans 'The Big Easy', pero la ciudad nunca ha sido f¨¢cil para sus m¨²sicos. Aunque ha sido una inagotable mina musical a lo largo del siglo XX, nunca ha gozado de una industria discogr¨¢fica tan s¨®lida como para evitar que muchos de sus titanes, desde Louis Armstrong a los Marsalis, emigren hacia Los ?ngeles, Nueva York, Chicago...
Todav¨ªa se puede ver a leyendas del blues, el jazz o el soul de Nueva Orleans atendiendo peticiones en Margaritaville y otros higi¨¦nicos locales para turistas. Pero si se trata de m¨²sicos j¨®venes, apenas hay dos juegos en la ciudad. Uno, el rap. El potencial econ¨®mico es tan grande como sus riesgos: las rencillas entre rimadores suelen dirimirse a tiros.
Medicated magic
Medicated magic est¨¢ disponible a trav¨¦s de Na?ve. La etapa de la Dirty Dozen Brass Band en Columbia est¨¢ resumida en This is jazz 30 (Legacy).
La segunda opci¨®n son las brass bands. No dan para enriquecerse pero son parte del panorama de la ciudad y tienen mercado internacional: todo festival de jazz que se precie cuenta con una banda concebida para alegrar calles y escenarios. Es una tradici¨®n anterior incluso a la del jazz y plenamente imbricada en el tejido humano de Nueva Orleans: los afroamericanos se integraban en social and pleasure clubs que, entre otras prestaciones, se ocupaban de los entierros. Una banda de viento toca aires solemnes rumbo al cementerio y se desmelena a la vuelta, con los asistentes bailando detr¨¢s en lo que se llama la second line; la 'segunda fila' define una forma aut¨®ctona de tocar y un modo de entender la vida. Sus miembros deben tener buenas piernas, fuertes pulmones y repertorio suficiente para animar una fiesta de sociedad, una celebraci¨®n en el gheto o, puestos a ello, el funeral de un rapper.
Se cuenta que Danny Baker, int¨¦rprete local de banjo y guitarra, volvi¨® all¨ª tras a?os en Nueva York y se encontr¨® con que las brass bands hab¨ªan perdido vivacidad: '?No pod¨ªa encontrar ni un trompetista decente!'. Urg¨ªa sangre nueva y se propuso atraer a j¨®venes instrumentistas. Sus propuestas fructificaron en la Dirty Dozen Brass Band, activa desde 1977. Con pocas oportunidades para tocar, manten¨ªan el entusiasmo ensayando temas que no formaban parte del canon, desde Duke Ellington a James Brown, de Charlie Parker a Funkadelic. As¨ª hallaron la piedra filosofal: cualquier pieza es apta para una brass band si se halla un pulso bailable; la m¨²sica de Nueva Orleans siempre busca el impacto f¨ªsico inmediato y, si es posible, la sonrisa entre los bailadores.
La Dirty Dozen -el nombre
se refiere a un juego del gheto donde se intercambian insultos rimados- atrajo p¨²blico nuevo para las brass bands, que ahora viven un (modesto) boom. La Trem¨¨ Brass Band, la ReBirth Brass Band o, ya en Nueva York, Les Miserables Brass Bands son las propuestas m¨¢s sabrosas, marcadas por la ferocidad de la Dirty Dozen.
La DDBB compatibiliza la polif¨®nica exuberancia de los inicios del jazz con la furia expresiva del free, sobre una base de funk callejero. Las trompetas, los saxos, el tromb¨®n, el sousaphone y la percusi¨®n hacen un ruido glorioso en el cual el oyente se sumerge, con efectos embriagadores. En disco, la Dirty Dozen rompi¨® los esquemas con The lost souls of Southern Louisiana, audaz suite de 15 minutos firmada por uno de los trompetistas, Gregory Davis. Se trata de un ente vivo, que ha descolocado a¨²n m¨¢s a los puristas al fichar a un guitarrista blanco, James McLean.
Esencialmente, una agrupaci¨®n instrumental, la DDBB, ha contado en grabaciones con vocalistas invitados del calibre de Eddie Bo, Dr. John, Danny Baker o Elvis Costello. En su compacto m¨¢s reciente, Medicated magic, se ha reforzado la textura sonora con giradiscos (DJ Logic), teclados (Frederick Sanders) y pedal steel guitar (Robert Randolph); como cantantes est¨¢n Olu Dara, John Bell, Norah Jones y el fiel Dr. John. Magia medicinal, novena entrega en su discograf¨ªa, ofrece la versi¨®n Dirty Dozen de unas cuantas cl¨¢sicas de Nueva Orleans, inmortalizadas por Irma Thomas, The Meters, Lee Dorsey, Professor Longhair y Mac Rebennack. Un disco pensado para el gran p¨²blico, pero se reconoce el esp¨ªritu de aquellas brass bands que empezaron a desfilar a finales del siglo XIX con instrumentos de las bandas militares que ven¨ªan de la guerra de Cuba. En Nueva Orleans, guerras o muertes se resuelven en m¨²sica feliz.
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