Querida Maximina
Acabo de conocer, a trav¨¦s de un peri¨®dico vasco, el modo en que supiste que hab¨ªan matado a tu hijo.
Al leerlo he sentido tu p¨¢nico ante la noticia del atentado contra la Guardia Civil en Leitza, el pueblo en el que trabajaba tu hijo. Puedo sentir tu angustia al coger el tel¨¦fono y marcar reiteradamente el n¨²mero de tu hijo anhelando escuchar su voz, abrazando desesperada la esperanza de que ¨¦l contestara como siempre a la llamada. Nadie te respondi¨®, Maximina; nadie podr¨¢ nunca ya contestar esa llamada.
Soy como t¨², una mujer y una madre. Y soy tambi¨¦n una pol¨ªtica. En mi condici¨®n de mujer y madre creo poder sentir tu dolor, aunque s¨¦ que nadie puede ponerse en tu lugar. Confieso que no s¨¦ lo que yo har¨ªa; no me atrevo ni a pensarlo.
Pero soy tambi¨¦n una pol¨ªtica, Maximina. Me presento a las elecciones, le pido a las gentes como t¨² que me voten y me comprometo a trabajar para resolver sus problemas. Te prometo que siento que hago lo que puedo, pero la muerte de tu hijo me vuelve a recordar que lo que hago no es suficiente. Por eso te quiero pedir perd¨®n. Te pido que nos perdones por no haber podido evitar que maten a tu hijo. Te pido que perdones nuestros viejos silencios, nuestras cobard¨ªas, nuestra falta de arrestos para erradicar de ra¨ªz tanto fascismo, tanta complicidad, tanta condescendencia para con quienes de palabra o de obra han asesinado a tu hijo.
S¨¦ que nada te devolver¨¢ a tu hijo. Ni nuestro dolor ni nuestra verg¨¹enza. Pero quer¨ªa decirte cu¨¢nto siento que no hayamos sido capaces de evitarlo, de parar hace a?os esta locura que est¨¢ llenando Espa?a de hu¨¦rfanos y de madres desgarradas por un dolor insoportable. Me duele tu hijo, su ausencia. S¨¦ que le han asesinado porque era nuestro escudo, como lo son tantos polic¨ªas, guardias civiles, ertzainas y guardas privados que cada d¨ªa nos protegen para que en nuestras casas no haya unos hijos hu¨¦rfanos o unas madres desesperadas que marcan nuestro n¨²mero de tel¨¦fono. Me da verg¨¹enza saber que hay en Espa?a muchas madres como t¨², que han perdido a sus hijos para que nosotros sigamos viviendo.
Nunca podremos saldar, ni nosotros, ni nuestros padres, ni nuestros hijos, esa deuda que tenemos con vosotros.
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