El Cielo
A nadie en su sano juicio se le ocurrir¨ªa dise?ar un Madrid sin bares. Los camareros son pieza b¨¢sica en el entramado metaf¨ªsico en la capital de Espa?a (tambi¨¦n se bebe sin mesura en otras partes del globo, comentan viajeros). Ser camarero es una de las pocas cosas inquietantes a que se puede acceder, sin curr¨ªculo ama?ado, en este mundo traidor. Los mancebos de barra y ca?a saben demasiado. El profesor Von Klapperk, madrid¨®logo austriaco de altos vuelos, lo entiende as¨ª: 'Todos los camareros son esp¨ªas; pero m¨¢s sinuosas son las camareras'. Seg¨²n Comisiones Obreras, los trabajadores de hosteler¨ªa, en Madrid, son explotados por sus empresas. Los oprimidos son legi¨®n: casi cien mil, la mitad de los cuales labora de forma montaraz, sin convenio, sin futuro, sin ilusi¨®n a medio plazo. Pero los camareros pueden tumbar gobiernos si les tocan la entrepierna. De hecho, casi todas las asonadas (y las campa?as electorales) se perpetran en trastiendas de taberna.
Esta semana incineramos a un var¨®n an¨®nimo pero notable, de cuyo nombre no puedo olvidarme pero que la discreci¨®n del difunto me impide mencionar. Pudo haber sido el gran fil¨®sofo de la hosteler¨ªa, pero no le entendi¨® la humanidad. Ateo asilvestrado y perplejo, se pas¨® media vida intentando montar una cantina, El Cielo, frente a la parroquia de Nuestra Se?ora del Sant¨ªsimo Sacramento, en el parque del Huevo (Prosperidad). El cielo nunca se fi¨® de ¨¦l.
Pero ¨¦l puso todo de su parte para hacer llevadero El Cielo. All¨ª s¨®lo se expender¨ªan productos clericales, desde San Miguel hasta la amplia gama de bebidas espirituosas inventadas en los monasterios del mundo. La secci¨®n de aperitivos no tendr¨ªa desperdicio: bocados de cardenal, tetas de novicia, suspiros de monja, yemas de Santa Teresa, cojondrillos de beata y, en fin, huesos de santo. Poco antes de entregar su alma a Dios, ese gran hombre incomprendido de cuyo nombre no debo dar pistas dijo a su sobrina: 'A?ade tambi¨¦n a la lista de aperitivos los escalopines de Escriv¨¢ y los huevos al padre Feijoo'. Y, dicho esto, expir¨®.
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