Racismo y bicicleta
El domingo 22 se celebr¨® en Madrid el D¨ªa de la Bicicleta. Pasan siempre por delante de mi casa y, hasta ahora, cuando necesito cruzar de acera para comprar el peri¨®dico y desayunar, intento, con moderado ¨¦xito, vadear el ancho r¨ªo de deportistas que pedalean con aplicado entusiasmo. O casi toda, porque he asistido a discretos abandonos. Gente de cualquier condici¨®n y edad, la mayor¨ªa vistiendo el atuendo de los profesionales. M¨¢s hombres que mujeres, estad¨ªstica que habr¨¢ que nivelar en el futuro, por eso de la igualdad de oportunidades. Muchos ni?os y ni?as, escoltados por los pap¨¢s. Gordas y gordos, flacos, tripudos, esbeltos d¨¢ndole a los m¨²sculos gemelos con noble instinto emulador y la cumplida satisfacci¨®n de circular libremente por las calles del circuito. Le he cogido el truco a la carrera y aprovecho ocasionales claros en el apretado fluir para saltar al otro lado. La primera vez pagu¨¦ la condici¨®n biso?a buscando un paso subterr¨¢neo para franquear la humana y circulante serpentina humana. A salvo en la acera que me corresponde, me quedo un rato contemplando el pol¨ªcromo cortejo, confieso que con secreta envidia. S¨¦ montar en bici, dando por cierto que es algo que no se olvida jam¨¢s, aunque dudo que cometa la insania de intentarlo.
Vi ancianos, calvos y con barba, matronas entradas en carnes, jadeantes tras coronar la subida de la calle de G¨¦nova desde Col¨®n; alegres grupitos de amigos que se re¨ªan unos de otros, muchachas de grupa can¨®nica, robustas y peludas pantorrillas varoniles, trenzas colegiales al viento. Pero, al menos durante el buen rato que permanec¨ª contemplando el espect¨¢culo, no vi un solo negro; ni chino, coreano o similar. Supongo que a¨²n no poseen bicicleta y quiz¨¢ debiera serles facilitada por alg¨²n organismo, gubernamental o no. ?Bicis para todos!
Creo firmemente que los inmigrantes son personas cuyos derechos no pueden ser puestos en duda ni en discusi¨®n. Sus deberes parecen algo m¨¢s diluidos, pero lo cierto es que est¨¢n ah¨ª y su presencia se ha hecho notar antes en otros pa¨ªses, de los que deber¨ªamos tomar los ejemplos oportunos. No puedo citar, sin censurarlo, el comportamiento de una amiga, residente en una ciudad del sur de Francia, que se ha ido a vivir a la Costa Brava de Girona bajo el pretexto de que su casa estaba rodeada de habitantes argelinos, que formaron parte de la naci¨®n francesa, gente como Zinedine Zidane, para entendernos. Me consta que no hac¨ªan nada; salido el sol, se recostaban en la fachada de sus viviendas -facilitadas por el Estado- y dejaban transcurrir pac¨ªficamente las horas sin dar golpe.
Mucho m¨¢s avanzados, o en otro estadio, se encuentran los que han llegado a las islas Brit¨¢nicas, cuya pol¨ªtica progresista ayuda a digerir los restos del vasto Imperio. En un reciente y fugaz viaje a Inglaterra, escuch¨¦ variados comentarios al respecto. No es literalmente cierto que si se tira un ladrillo a las espaldas le d¨¦ a un indio o un paquistan¨ª, pero su presencia es notoria. Est¨¢n justamente tutelados por la antigua potencia opresora y disfrutan de vivienda, pensi¨®n suficiente y los beneficios de la Seguridad Social. Adem¨¢s se cuida, se mima incluso, cualquier alusi¨®n que pudiera da?ar la m¨¢s remota susceptibilidad. En casa de mi hija y anfitriona -que vive en un delicioso pueblo al norte de Londres- hoje¨¦ el volumen de una autora que he le¨ªdo con fruici¨®n, un t¨ªtulo que me era desconocido. Pretend¨ª informarme, por si fuera una obra p¨®stuma. Se llama ... y no qued¨® ninguno. Lo conoc¨ªa porque es una de las obras m¨¢s famosas de Agatha Christie, bajo la denominaci¨®n Diez negritos. La prol¨ªfica novelista parte de un cuento infantil popular que comenzaba: 'Hab¨ªa diez negritos en una isla...'. Iban desapareciendo, uno a uno, por causa de sus pecados o debilidades. La se?ora Christie imagin¨® diez estatuillas de negritos y un argumento detectivesco que exterminaba a las diez personas all¨ª reunidas. In¨²til buscar esta curiosa narraci¨®n por el antiguo nombre. No me pod¨ªa creer que la obra hubiera sido censurada, ya que he perdido entrenamiento. Requerimos el veredicto de la bibliotecaria local, que confirm¨® -mirando suspicazmente alrededor- que el antiguo t¨ªtulo hab¨ªa sido considerado poco correcto, pues podr¨ªa herir la sensibilidad de las personas de aquella etnia. No s¨¦ si en Gran Breta?a celebran el D¨ªa de la Bicicleta. Seguro que participar¨ªan en notable n¨²mero gentes de todos los colores. No como aqu¨ª.
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